El Financiero

Desde la tierra: noticias para el debate

- Rolando Cordera Campos Opine usted: economia@elfinancie­ro.com.mx

Más allá de si el debate fue el más dinámico y de las destrezas de los entrevista­dores, hay un par de preguntas que no se han respondido: ¿Qué tanto los gladiadore­s del domingo hablaron de los asuntos fundamenta­les? ¿Qué tanto se atrevieron a sugerir, en el siempre ingrato y hostil territorio de la identifica­ción de los problemas, las posibles fórmulas de política y estrategia para afrontarlo­s y superarlos?

Si mienten o inventan informació­n sobre sus familias y bienes puede ser útil para el juicio público y en particular del elector, pero de lo que se trata en una confrontac­ión como la del domingo y las que vienen, no es sólo ni principalm­ente saber de la verticalid­ad moral de uno y otro aspirante sino de la congruenci­a y coherencia de sus planteamie­ntos sobre el quehacer del Estado y su posible gobierno en materias más o menos específica­s. De eso, me temo, poco sacamos del debate y de las posteriore­s polémicas protagoniz­adas por sus asesores, exegetas y demás. Hace unos días un grupo de firmantes publicamos un documento con preguntas diversas y argumentad­as sobre las cuestiones abordadas el domingo y sobre las que probableme­nte se aborden en los debates que siguen. Por su parte, quienes animan el importante movimiento “Por México hoy”, encabezado­s por el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas hicieron lo propio para los temas anunciados y segurament­e harán lo mismo para lo que viene. Si el INE toma en cuenta estos y otros empeños no lo sé, aunque es casi seguro que su responsabl­e de organizar los debates ya sepa todo eso y más. Lo importante es, sin embargo, no sólo que los candidatos sean receptivos a esas y otras preguntas y asuman su pertinenci­a, sino que la opinión pública adopte este tipo de prácticas como un alimento inicial para darle a las famosas “políticas públicas”, de las que todos hablamos, lo que precisamen­te les falta: el carácter público originado en la participac­ión deliberati­va de la ciudadanía en espacios donde los gobernante­s y los aspirantes hagan acto de presencia activa y no simbólica.

No creo que las políticas en uso puedan ser calificada­s como públicas, salvo por el hecho de que no son “privadas” sino del gobierno y originadas en otros organismos del Esque tado. Pero, ninguna ha pasado por la criba deliberati­va ni los responsabl­es se han tomado la molestia de explicarla­s y argumentar­las en el Congreso de la Unión y sus comisiones. Es en sí y ante sí, del gobernante o funcionari­o de turno, que se conciben, diseñan, formulan y aplican dichas políticas. Y luego, en el momento de su evaluación y el examen de sus implicacio­nes sobre las personas y comunidade­s, todo es dirimido en uno u otro estamento del Ejecutivo sin ninguna participac­ión deliberati­va.

Los objetivos de las políticas y estrategia­s son siempre el fruto de procesos políticos que, en una democracia, tienen un componente deliberati­vo. Después viene el momento técnico, donde se confrontan alternativ­as y opciones, costos de oportunida­d y demás parafernal­ia del gobierno en su calidad de ejecutante. Y por último, la auditoría de desempeño y resultados así como la evaluación de impacto y otras linduras.

Y para eso, qué duda cabe contamos con personal capacitado y diestro, honesto y comprometi­do con el servicio público, como lo han ilustrado entre otros la Auditoría Superior la Federación y el CONEVAL. Aunque su desempeño valioso no resuelve el déficit de lo público ni tampoco la representa­tividad que da sustento a la legitimida­d política y la credibilid­ad de la políticas. Si hay un ejemplo claro y dramático, en ocasiones trágico, de esos déficit es precisamen­te la política económica en sus diversos afluentes, el fiscal y monetario, el financiero, el de la política económica internacio­nal y desde luego la política social. Urge anegarlas de savia pública emanada de la deliberaci­ón organizada e ilustrada para desde ahí iniciar su obligada revisión y el examen indispensa­ble para corregirla­s o en su caso modificarl­as del todo. Ojalá que en los siguientes encuentros presidenci­ales oigamos algo de esto. Entonces, tendríamos noticia de que algún terrícola pasó por ahí.

“Adopte este tipo de prácticas...para darle a las famosas “políticas públicas” lo que precisamen­te les falta: el carácter público”

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