El Financiero

El museo nuevo del emperador

- Patricia Martin Opine usted: culturas@elfinancie­ro.com.mx

Había una vez un emperador muy preocupado por su aspecto y su imagen pública, que conoció a unos modistas que le ofrecieron hacerle un hermoso traje con la tela más suave y delicada del mundo, fabricada con oro –que tenía que proveer el emperador– y que además tenía la cualidad de ser invisible ante los ojos de los estúpidos. Una vez que revistió la tan esperada prenda, el emperador llamó a dos hombres de confianza para que la valoraran, recibiendo solo elogios de su parte por temor a ser considerad­os estúpidos. Animado, el emperador decidió organizar un desfile donde el pueblo le profesó toda clase de halagos, hasta que un niño gritó “el emperador está desnudo”. Esta famosa fábula de Hans Christian Andersen ha servido para ilustrar la ceguera que provoca el poder.

En Cuernavaca, sobre una superficie de 9 mil 455 metros se erige el nuevo y flamante Museo Morelense de Arte Contemporá­neo Juan Soriano, que deberá ser inaugurado el 6 de julio de este año, pocos días después de la elección, y que tuvo un costo de casi 300 millones de pesos. Existe una fuerte contradicc­ión en tener en una misma frase “contemporá­neo” y “Juan Soriano”. Si bien Juan Soriano es un reconocido artista mexicano, cuesta trabajo comprender cómo el gobierno del estado adquirió una colección de una obra que no tiene nada que ver con lenguajes más contemporá­neos, que el museo desea presentar. Así, un espacio que debería de integrarse al circuito internacio­nal de museos –tan necesario especialme­nte en provincia– corre el riesgo de convertirs­e en un elefante blanco, en una casa de cultura costosísim­a. Podría tratarse de un museo financiado por fondos públicos, que desde su nacimiento nace deforme porque políticos se acreditan como especialis­tas en arte y deciden qué se colecciona, qué se presenta, qué se programa. La arrogancia de un gobernador que toma decisiones a nombre de un estado sin consultar a ningún especialis­ta en arte, y la sumisión de una Secretaría de Cultura estatal. Los políticos podrán citar el caso del Museo Rufino Tamayo, pero a diferencia del de Cuernavaca, este fue construido con el apoyo de la iniciativa privada y del mismo Tamayo para resguardar la colección que donó, que incluye a artistas tan importante­s como Magritte, Dubuffet, Motherwell, Picasso, Miró, Rothko, O’Keefe, entre muchos otros. El arte es una herramient­a poderosa de transforma­ción social, pero dicho cambio no se da por los edificios, sino por los programas que se creen. Pueden ser tan sencillos como teatro de calle, pero requieren de una voluntad por parte de las autoridade­s que vaya más allá de la promoción personal y la captación de votos. Esto es precisamen­te lo que el electorado le estamos reclamando hoy en día a los políticos, que son los únicos que creen ver sus bonitos trajes.

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