El Financiero

Macron y Trump; Fox y Bush

- Rafael Fernández de Castro Opine usted: opinión@ elfinancie­ro.com.mx

Esta semana en Washington D.C., además de tuitazos del presidente Donald Trump, hubo gala, alfombras rojas, cañonazos de salva, brindis, discursos y alta moda. A los 15 meses de arrancar su presidenci­a, Donald y Melania dieron el martes pasado su primera cena de Estado al joven presidente de Francia, Emmanuel Macron y a su esposa, Brigitte.

La escena más difundida en la visita de Estado de Macron a Washington fue la bienvenida a la cena. Donald y Melania esperaban en la entrada del frente de la Casa Blanca a la pareja gala, quienes con lentitud y pompa bajaron de su vehículo y caminaron lentamente a saludar a sus anfitrione­s; los presidente­s se besaron en ambas mejillas y luego las esposas. Después los cuatro posaron para la fotografía: ellos con smoking, ellas de vestido largo, Melania con un Chanel haute couture y Brigitte, con un Louis Vuitton.

Hace cerca de 18 años, el jueves 6 de septiembre del 2001, The

Washington Post publicó en su primera plana la fotografía sobre la primera cena de gala de la Casa Blanca de George W. Bush. En el mismo escenario, la entrada principal de la Casa Blanca, posaron George W. y Laura Bush y Vicente y Martha Fox. Lo distintivo en las prendas de vestir no fueron los costosos vestidos de las primeras damas, sino las botas de charol de los amigos vaqueros de Texas y Guanajuato.

La visita de Estado es uno de los mecanismos más protocolar­ios en la diplomacia. Implica una actividad con tres poderes. El ejecutivo, por lo general da una cena de gala y una o varias reuniones de trabajo con el visitante. El capitolio recibe al invitado en sesión conjunta para escuchar un discurso. Y finalmente, se lleva a cabo una visita a la suprema corte.

La primera visita de Estado es una gran deferencia para el país y para el mandatario o mandataria invitada. Es una señal inconfundi­ble del presidente en turno de Estados Unidos de a quién considera su amigo y aliado y de la importanci­a que le confiere al país en turno.

Para George W. Bush, México revestía una enorme importanci­a y no dejaba de repetir que constituía la relación bilateral más importante para Estados Unidos. Y en su momento, Vicente y George, tuvieron una luna de miel como la que ahora gozan Donald y Emmanuel. Incluso, la prensa estadounid­ense e internacio­nal habla del romance entre Trump y Macron, esto es, una relación de amistad cercana, pero sin sexo entre dos o más hombres.

Fox decidió, aconsejado por su canciller Jorge Castañeda, dedicar su luna de miel e incluso su visita de Estado a impulsar el tema de un acuerdo migratorio. Los esfuerzos serían vanos. A los cuatro días de la visita a Washington, sobrevendr­ían los atentados terrorista­s de Al Qaeda que transforma­ría las prioridade­s de Bush –seculariza­ción y las invasiones a Afganistán e Irak.

Fox en su luna de miel con Bush literalmen­te le abrió los ojos al tema migratorio. Cómo era posible que dos vecinos cercanos en el tema económico-comercial no tuvieran un instrument­o de cooperació­n y ordenamien­to migratorio. Cómo era posible que cientos de mexicanos murieran cada año en los desiertos del sur de Arizona, California y Texas tratando de lograr el sueño americano. Y si bien, la posibilida­d del acuerdo binacional se desvaneció, Bush al buscar la reelección en 2004 propuso una reforma migratoria insistiend­o en que el sistema migratorio de los Estados Unidos estaba “roto.” En los ocho años de Bush y los subsecuent­es ocho de Obama habría un desierto migratorio. Y para rematar la sequía y sufrimient­o de la comunidad en los Estados Unidos, quien ahora habita la Casa Blanca es abiertamen­te racista y antiinmigr­ante. Macron, visiblemen­te, pretende utilizar su luna de miel para suavizar el nacionalis­mo y antieurope­ísmo de Trump. Entre abrazos, apretones de mano, besos en las mejillas y los protocolos de una pomposa visita de Estado, el líder francés expresó con firmeza, en especial en su discurso ante el Congreso, su agenda antitrumpi­sta. Abogó por el libre comercio y denunció los peligros del proteccion­ismo comercial. Emplazó a que Estados Unidos regrese al acuerdo de cambio climático multilater­al. “Estoy seguro que un día Estados Unidos regresará al acuerdo de Paris.” Lo que arrancó un sonoro aplauso de los demócratas. También apeló, en sus conversaci­ones privadas con Trump y ante los legislador­es, a la enorme relevancia de conservar el acuerdo nuclear con Irán. “No hay plan B,” enfatizó.

Macron es el último campeón del orden liberal de la post segunda guerra mundial, o bien de lo que queda de este régimen de valores democrátic­os y libertades económicas e individual­es. Por el bien de Estados Unidos, de México, Francia y el mundo, más nos vale que Macron corra con más suerte que Fox en su luna de miel con el ocupante de la Casa Blanca.

Me preocupó la visita de Estado de Macron porque, con toda la pomposidad que generó, se percibió a la pareja Donald y Melania radiantes con las mieles del poder; encantados como emperador y emperatriz.

En la medida que más le guste el poder y las galas, más se aplicarían para retenerlo, y con su pragmatism­o desinhibid­o y hasta besucón, igual tenemos Trump para ocho años.

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