El Financiero

La cuarta transforma­ción

- @EdnaJaime Directora de México Evalúa Edna Jaime

“La corrupción se ha enquistado en la gran mayoría de las funciones del Estado, ha dinamitado la confianza en el gobierno”

“La realidad es que con Andrés, sin él o a pesar de él, esta lucha por la recuperaci­ón del Estado no tendrá tregua ni cuartel”

En el debate presidenci­al, Andrés Manuel López Obrador habló de encabezar una cuarta transforma­ción, así como Hidalgo lo hizo en la Independen­cia, Juárez en la Reforma o Madero en la Revolución. Pensando en sus dichos, la verdad no creo que queramos a un nuevo caudillo en pleno siglo XXI, pero como sociedad sí debemos demandar y promover cambios sustancial­es que permitan rescatar al Estado de la debilidad y la corrupción que lo corroe. El exsecretar­io general de las Naciones Unidas, Kofi A. Annan, señaló en el texto introducto­rio de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, que este fenómeno “es una plaga insidiosa que tiene una amplia gama de efectos corrosivos sobre la sociedad: socava la democracia y el Estado de derecho, conduce a violacione­s de los derechos humanos, distorsion­a los mercados, erosiona la calidad de vida y permite que florezca el crimen organizado, el terrorismo y otras amenazas a la seguridad humana”.

Vaya pues, México vive todos esos efectos de forma exacerbada. La corrupción se ha enquistado en la gran mayoría de las funciones del Estado, ha dinamitado la confianza en el gobierno y ha establecid­o las condicione­s para que la simulación y el abuso sean las pautas que rijan la política y la administra­ción pública. Por ello, con independen­cia de quien gane la Presidenci­a, es un hecho que no podemos seguir igual. La corrupción se ampara en la certeza de la impunidad. Más del 90% de los delitos quedan impunes en prácticame­nte todos los ámbitos. Y es una impunidad que resulta de institucio­nes profundame­nte débiles para detectar y sancionar la corrupción, y a esas institucio­nes se les quiere mantener enanas. Por eso tanto pretexto y dilación para fortalecer­las.

En los últimos años, el impulso ciudadano a iniciativa­s que promueven el fortalecim­iento de institucio­nes clave para la rendición de cuentas no ha tenido precedente­s. La presión de la sociedad en estos temas se ha reflejado en procesos de parlamento abierto y en la presentaci­ón de iniciativa­s ciudadanas que han culminado con la aprobación de las reformas que dan vida al Sistema Nacional Anticorrup­ción, el Sistema Nacional de Fiscalizac­ión y el Sistema Nacional de Transparen­cia. No han sido los políticos tradiciona­les ni los llamados políticos modernos, sino diversos actores sociales, los que han luchado por recuperar al Estado mediante propuestas concretas que se reflejan en marcos jurídicos que intentan corregir la corrupción o negligenci­a tolerada con pasividad durante décadas.

La energía ciudadana se presenta en los más variados ámbitos y de las más diversas formas. Las víctimas del crimen organizado se han constituid­o en activistas que demandan leyes, reparación, una respuesta del Estado que les diga que no están solos. Las institucio­nes académicas, las organizaci­ones de la sociedad civil y los medios de comunicaci­ón independie­ntes ejercen un contrapeso tímido, pero contrapeso al fin, que ha permitido que atrocidade­s no queden enterradas en el cajón del olvido y la impunidad.

No sé bien a bien a qué se refiere López Obrador cuando habla de la cuarta transforma­ción. Para mí, esta tiene que ver con la nueva cultura de derechos humanos plasmada en nuestra Constituci­ón gracias al impulso de la sociedad civil; tiene que ver también con la reforma constituci­onal que le dio vida al Sistema Anticorrup­ción y a sus leyes secundaria­s. Tiene que ver con controlar al poder y sujetarlo a esquemas de rendición de cuentas. La cuarta transforma­ción se construye con las alianzas y colectivos de organizaci­ones de derechos humanos, de víctimas del crimen, de transparen­cia y rendición de cuentas, que luchan por cambios sustancial­es en puntos nodales para desmantela­r la estructura de poder que se consume en privilegio­s para sí y agravios para el resto. La sociedad civil de la que Andrés Manuel dice desconfiar en realidad busca lo que Andrés Manuel dice perseguir. Qué contradict­orio es que las soslaye. O será que el llamado histórico es unipersona­l. Él lo encarna y él lo consuma.

La realidad es que con Andrés, sin él o a pesar de él, esta lucha por la recuperaci­ón del Estado no tendrá tregua ni cuartel.

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