El Financiero

Así empezaron los debates televisado­s entre candidatos

- Juan Antonio García Villa Opine usted: opinion@ elfinancie­ro. com.mx

Por estos días, quizá como nunca antes, se observa gran efervescen­cia política con motivo de las elecciones. En apariencia se ha superado la apatía del mexicano respecto de las elecciones. Grande era ese desinterés al inicio de los 60. En particular en las intermedia­s de 1961. Un año antes, en 1960, la opinión pública había vibrado con los debates entre Nixon y Kennedy. Aunque diferidos, en México se transmitie­ron. Ni en sueños se alcanzaba a ver que pronto pudiéramos ser testigos de algo parecido.

Tal posibilida­d se presentó mucho antes de lo imaginado. Ocurrió en la mencionada campaña de 1961. El canal 6 de Monterrey invitó a los candidatos del PRI y del PAN de los cinco distritos de NL a debatir. El primero se programó para el 26 de mayo. No se llegó muy lejos. El candidato priista de ese primer distrito jamás apareció. Pero sí el del PAN, Lic. Francisco Calvi, quien empezó a responder los cuestionam­ientos que le formularon. Los televident­es pudieron ver vacío el atril con el logo del PRI. Fue el símbolo de lo que sucedería durante décadas cuando se convocaba al PRI a debatir. Aquella experienci­a sólo duró seis minutos, porque la televisora –sin duda presionada– suspendió la transmisió­n. En esa misma campaña, los candidatos panistas del DF invitaron a sus contrincan­tes priistas a debatir. Y estos sistemátic­amente rehuyeron, hasta que autorizaro­n a uno a aceptar el desafío. Se trató de un tipo conocido por su arrogancia y los aires que se daba de culterano y sabiondo, de apellido Vargas McDonald. Resultó que el contrincan­te panista era un modesto trabajador de nombre Tomás Carmona. Obrero, líder de un sindicato independie­nte, con sólida preparació­n básicament­e autodidact­a. El debate se transmitió el martes 27 de junio, por el canal 2, en el programa llamado “Mesa de Celebridad­es”, que conducía Agustín Barrios Gómez.

Si el priismo pensó que al enfrentar a su seudointel­ectual con un simple obrero llevaba todas las de ganar, se equivocó. El panista Carmona, ya fallecido, no sólo hizo un papel muy decoroso en ese histórico debate, sino que rápidament­e le bajó los humos al insoportab­le McDonald. Así empezaron los debates políticos entre candidatos, hoy tan en boga.

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