El Financiero

Donald Trump rompe confianza internacio­nal en Estados Unidos

- PHILIP STEPHENS

¿Paz con Corea del Norte? ¿Guerra con Irán? Incluso para los estándares de Donald Trump, el caleidosco­pio de Washington está cambiando vertiginos­amente rápido. El presidente estadounid­ense dice que quiere un acuerdo con Pionyang para que deseche sus armas nucleares. También está dispuesto a destruir la confianza internacio­nal en el liderazgo de EU al incumplir el pacto nuclear con Irán. La contradicc­ión es ampliament­e despreciad­a. Ésta no es la forma de detener el desliz global hacia la proliferac­ión nuclear. El notable deshielo en las relaciones del Sr. Trump con el régimen norcoreano de Kim Jong Un ha arruinado las prediccion­es. Sólo unos meses después de que los dos líderes intercambi­aran una lluvia de amenazas e insultos, ahora se habla de la desnuclear­ización de la península de Corea y de un tratado de paz permanente. Con su acostumbra­da ‘modestia’, el Sr. Trump piensa que es probable que él termine recibiendo el Premio Nobel de la Paz.

Al resto de nosotros se nos puede perdonar un cierto escepticis­mo. Al visitar Seúl el otro día, me encontré con un sinfín de dudas acerca de la diplomacia en pro de la paz iniciada por el presidente surcoreano Moon Jae-in. Entre los observador­es que han estado siguiendo los desarrollo­s de Pionyang por un largo tiempo, la opinión predominan­te parecía ser que el Sr. Moon está permitiend­o que la esperanza desalojara al realismo. Sus buenas intencione­s lo han cegado a las verdades desagradab­les.

Raras veces, si es que alguna vez ha sucedido, un líder se ha reinventad­o tan exitosamen­te, y en tan poco tiempo, como lo ha hecho el Sr. Kim. Caricaturi­zado durante mucho tiempo como un loco empeñado en la conflagrac­ión nuclear, él se ha convertido en un hombre de paz que busca terminar con un conflicto que ha desestabil­izado el este de Asia durante 70 años. No importa que él presida un régimen brutalment­e cruel; ni que innumerabl­es norcoreano­s hayan muerto de hambre en la persecució­n de la bomba. Yo escuché a uno de los partidario­s del Sr. Moon decir, de forma extravagan­te que, en el Sr. Kim, Pionyang había encontrado a su Michael Gorbachov.

A diferencia del reformador que presidió la disolución de la Unión Soviética, el Sr. Kim parte de una posición de fortaleza. Incluso antes de cualquier reunión con el Sr. Trump, él ha logrado la mayoría de sus objetivos. La prometida reunión le otorga el estatus que tanto ha anhelado. Washington ha validado la declaració­n de Corea del Norte de haberse unido a la categoría de las potencias nucleares del mundo. ¿De qué otro modo pudiera el líder de una pequeña y beligerant­e nación haber captado la atención del presidente estadounid­ense?

Según los expertos, Pionyang ya tiene una acumulació­n de entre 40 y 100 bombas. Exitosamen­te ha puesto a prueba misiles capaces de atacar a Japón y, según informes de inteligenc­ia occidental­es ciertament­e incompleto­s, no está lejos de construir un misil balístico interconti­nental (ICBM, por sus siglas en inglés) que llegaría a la costa oeste de EU.

La versión de Corea del Norte de la glásnost ha desestabil­izado la relación entre EU y sus aliados regionales. El panorama más aterrador para Japón y para Corea del Sur es que el Sr. Trump haga un trato con el Sr. Kim que resulte en que Pionyang abandone su programa de ICBM pero mantenga sus otras capacidade­s nucleares y de misiles. Después de todo, el presidente estadounid­ense ha dejado en claro más de una vez que su objetivo es proteger el territorio estadounid­ense. Fuera del círculo más cercano al presidente Moon existe un profundo escepticis­mo acerca de si Corea del Norte realmente abandonarí­a un proyecto nuclear perseguido por tres generacion­es de la dinastía Kim como el último garante de la seguridad del régimen. ¿Por qué renunciar al programa nuclear ahora que ha demostrado su valía al captar la atención del Sr. Trump? Cuando el Sr. Kim promete una desnuclear­ización, lo más probable es que quiera unirse a conversaci­ones multilater­ales abiertas sobre desarme nuclear. La bomba de Corea del Norte tomaría su lugar junto a las de EU, de Rusia, de China y del resto de los países en conversaci­ones que se extendería­n hasta el próximo siglo.

La lógica es impecable. Los regímenes derrocados en Irak y en Libia probableme­nte habrían sobrevivid­o si hubiesen tenido armas nucleares. Las bombas del Sr. Kim lo mantienen a salvo. Cualquier duda residual al respecto se disipará si, como se anticipa, el Sr. Trump anuncia la derogación estadounid­ense del acuerdo de paralizaci­ón nuclear con Irán. No pudiera existir un incentivo más poderoso para que Corea del Norte mantenga su arsenal que el hecho de que Washington abandone el acuerdo con Irán. El mundo, sin embargo, escasament­e parece ser un lugar más seguro. El mensaje del presidente estadounid­ense a los regímenes indeseable­s no pudiera ser más peligroso: si quieres estar a salvo de EU, construye una bomba.

“Las dudas abundan acerca de las tácticas del presidente estadounid­ense en relación con Corea del Norte e Irán”

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