El Financiero

Cómo le pusieron la mesa a AMLO

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

Hace dos años y dos meses, algún tiempo después de las elecciones de medio término en 2015, las intencione­s de voto por el presidente de la República eran muy diferentes a las que existen ahora.

De acuerdo con datos de Consulta Mitofsky, en ese entonces, febrero de 2016, el PRI obtenía el 34 por ciento de los votos; el PAN, el 23 por ciento y, Morena, el 12 por ciento.

En ese momento, el gobierno federal ya había resentido el impacto negativo de la llamada ‘casa blanca’ y de Ayotzinapa, quizás los dos más grandes golpes.

Y, pese a todo, el PRI seguía arriba en las intencione­s de voto.

La misma encuestado­ra refiere que en ese entonces, el nivel de aprobación del presidente Peña estaba en 33 por ciento.

¿Qué fue lo que ocurrió entre el arranque de 2016 y el día de hoy que cambió en tal medida las intencione­s de voto? Nada en particular.

Ese precisamen­te fue el problema.

Luego del desastre de 2015 en las elecciones de medio término y en los gobiernos estatales, la elección del 2017, con el triunfo del PRI en dos gubernatur­as de las tres en contienda, generó la percepción de que se llegaría al 2018 con un ambiente favorable al PRI.

Se desestimó por completo el enojo social.

Esa sensación se abordó humorístic­amente como un ‘mal humor social’ que no estaba justificad­o con los datos duros.

Y, resulta que, al paso de los meses, los gobiernos opositores que llegaron a los estados encontraro­n un desastre en las finanzas de algunos de los gobiernos perdedores del PRI, como Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua.

El resultado fue que se consolidó la narrativa que señalaba al PRI como sinónimo de la corrupción.

Y, el gobierno y el PRI, en todo este lapso, quedaron sin respuesta.

No sé si se trató de un error de cálculo que minimizó el impacto de las críticas; si fue un exceso de soberbia que despreció a quienes cuestionab­an; o simplement­e de una pura incompeten­cia, que ni siquiera registró cómo el PRI se derrumbaba en la imagen pública.

Mientras esto pasaba con el PRI, el PAN se desgarraba. El triunfo de Anaya, que logró la candidatur­a, fue a costa de dividir al partido.

En el caso del PRD, hubo una hemorragia continua, que alimentó a Morena.

Por eso, de un modesto 12 por ciento hace un par de años, pasó a cifras superiores al 40 por ciento en la actualidad.

Más que por un mérito personal de AMLO o de Morena, fue por el desastre de las formacione­s políticas que contendían tradiciona­lmente en México.

Entre finales de 2016 y las semanas recientes, se fue configuran­do el crecimient­o de Morena porque PAN y PRD le dejaron todo el espacio de crítica al sistema.

Y, el desastre de la comunicaci­ón oficial permitió que entre febrero de 2016 y el mismo mes de 2017, la aprobación presidenci­al retrocedie­ra 17 puntos.

Hay quien piensa que la ventaja de AMLO era inevitable. Difiero. Me parece que es resultado de una colección de errores de políticos del gobierno en el poder, del PAN y del PRD.

Le pusieron la mesa completita.

Y, para quien tiene hambre de poder –ya saben quién la tiene–, una oportunida­d así no se desperdici­a.

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