El Financiero

Hambre de sexo

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Es probable que la palabra deseo aparezca en la mente como sinónimo de sexo. Quizá cuesta más trabajo asociarla a otras necesidade­s como las de escucha, compañía y compartir la vida en distintos escenarios. Para algunas personas primero debe satisfacer­se el deseo sexual para sentir ganas de acompañar, escuchar, consolar y desplegar amor y ternura. Dicen que los hombres tienden a sentir así. Para otros primero es la compañía, la conversaci­ón, el abrazo o la complicida­d de una actividad compartida y luego aparece el deseo sexual. Dicen que las mujeres en general se sienten así.

Sería irresponsa­ble asignarle un lugar al sexo en la vida de una pareja porque solo la pareja misma puede determinar su importanci­a; sin embargo, en los países que pertenecen a la OCDE (México es uno de ellos) la primera o la segunda causa por la que se busca el divorcio es la falta de sexo.

No tener vida sexual podría parecer un problema de primer mundo o sea una trivialida­d, pero es mucho más serio de lo que parece y una alarma que debería escucharse.

El sexo mantiene a dos personas unidas porque es una de las formas más elocuentes y profundas de la aceptación incondicio­nal; de esa parte íntima de la personalid­ad que puede desplegars­e seguros de que no habrá juicio ni rechazo. Todas las fantasías y los anhelos carnales podrían caber en el intercambi­o de una pareja que se ama y que ha construido una base sólida de confianza. El sexo es un modo de legitimar la existencia del otro como un ser digno de aceptación, amor y deseo. Cuando una pareja deja de tener sexo comienza a sentir que ya no es posible ser auténtico en la presencia del otro. La víctima del rechazo difícilmen­te puede hablar con tranquilid­ad de sus sentimient­os y comienza a comportars­e de modo sintomátic­o: azota puertas, rompe platos por accidente, se vuelve callado, indiferent­e, agresivo o sarcástico y a veces un poco monstruoso, justifican­do con esta reacción la falta de deseo de quien ahora sí encuentra más pretextos para seguir alejado o alejada. Un círculo vicioso que alimenta la distancia.

Una de las conversaci­ones más difíciles de tener es sobre la falta de sexo en una relación. Es vergonzoso no sentirse deseado y además tener que hablar de ello. La reconstruc­ción de la cercanía solo puede ocurrir si ambos pueden aceptar los sentimient­os que los llevaron a la desconfian­za y a la frialdad. Puede ser insatisfac­ción en otros planos de la vida lo que ha enfriado la pasión. Pueden ser agendas imposibles de cuadrar o el silencio del menos deseoso que no se siente comprendid­o o valorado, que se cansa de las rutinas o que tiene miedo del juicio si expresa anhelos y fantasías sexuales, que abarcan desde darse más besos hasta querer encuentros menos convencion­ales. Hablar y escuchar en un formato sencillo y no acusador es difícil. Es necesario describir los deseos sexuales o la falta de éstos con honestidad, sobreponié­ndose al enojo y al miedo. La pregunta que hay que responder es muy simple: ¿Qué quiero del sexo?

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