AMBICION SUBMARINA
Roberto del Río desea ser el primer nadador mexicano de aguas abiertas que califica a unos Juegos Olímpicos
La vida de Roberto del Río siempre estuvo ligada a la natación. A los 11 meses de nacido tuvo su primer contacto con la disciplina. Primero la practicaba de forma recreativa, pero cuando cumplió 9 años sus padres se dieron cuenta que tenía el talento suficiente para hacerlo en el alto rendimiento. Siempre nadaba en alberca, pero cuando tenía 11, Margarita Nolasco –su todavía entrenadora– le propuso participar en una competencia de un kilómetro en el río Las Estacas en Morelos, estado de donde es originario. Fue ahí donde compitió por primera vez en una prueba de aguas abiertas.
“Ahí me di cuenta que quería dedicarme a esto el resto de mi vida”, recuerda el deportista. “La disciplina me enganchó porque puedes observar la belleza de los ríos u océanos por dentro y a la vez sentir la adrenalina que produce batallar con las corrientes submarinas. Para lidiar con ellas necesitas una gran resistencia y una excelente técnica de nado. Siempre supe que era bueno en la disciplina, pero el año pasado noté algo diferente: tenía pensamientos negativos sobre mi forma de nadar o me sentía derrotado antes de que empezara las competencias”.
Esos pensamientos afectaron poco a poco su desempeño. Se dio cuenta que sus músculos se entumían y que por ello no nadaba tan rápido como antes. En el clasificatorio nacional para los Juegos Centroamericanos y del Caribe –que se realizarán del 19 de julio al 3 de agosto en Barranquilla, Colombia– terminó en el sexto lugar. Sólo los tres primeros clasificaron a la justa regional.
Del Río notó que estaba en riesgo su carrera. Decidió acudir con una sicóloga para tratar de determinar el problema. “Aún estamos investigando qué fue lo que lo ocasionó, pero dar el paso de tomar terapia ha sido benéfico. Cada vez son menos las ocasiones en que pienso eso y mis resultados han mejorado”.
En agosto del año pasado conquistó el título de la primera fecha del Circuito Mundial de Oceanman en Cozumel, y el pasado 29 de abril ganó el Open Water Challenge que se realizó en Los Cabos. Las victorias, dice, le sirvieron como preparativo para el Circuito Mundial –que se realizará en julio y agosto en Canadá– y para el Mundial que se disputará en 2019 en Gwangju, Corea del Sur. La meta final del nadador morelense es calificar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Ningún mexicano, desde que la disciplina entró en el programa olímpico en Beijing 2008, lo ha conseguido.
“Es difícil realizar este deporte en México por tres factores: el primero es porque mayoritariamente se practica de forma recreativa; el segundo es porque es un deporte costoso para practicarlo: se deben de comprar googles, paletas (aletas para manos de nadadores), traje de baño y un reloj que soporte la presión del agua. Lo anterior tiene un precio de 2 mil 400 pesos aproximadamente. Además de que se debe contratar una lancha que te acompañe en los entrenamientos, solventar el salario del entrenador y costear los viajes a donde se realicen las competencias. El tercer factor es que la fauna es peligrosa para el nadador. Por ejemplo, a mí me han atacado medusas y me adormecieron uno de los brazos durante una carrera”, sostiene Del Río.
El nadador menciona que, al igual que ocurre con otras disciplinas, también sufre del poco apoyo económico de las autoridades deportivas nacionales. Sostiene que sólo lo ha recibido del Instituto del Deporte de Morelos y de la marca Speedo, que es su patrocinadora. Dice que antes recibía una beca de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade), pero la perdió porque no cumplió con los criterios para mantenerla. “La Federación Mexicana de Natación no me ha dado apoyo de ninguna especie. Siento que los directivos ven a los nadadores de aguas abiertas como unos vacacionistas que practican la disciplina de forma recreativa”, opina.