AMLO y los empresarios, de la confrontación a la distensión
Senadora “Condenamos que un candidato a la Presidencia de la República recurra a ataques personales y a descalificaciones infundadas. Es preocupante que alguien que aspira a ser presidente de México denoste a quienes no comparten sus ideas”, afirmó el Consejo Mexicano de Negocios.
Ellos presumieron que, en conjunto, todas las empresas privadas de México generan 9 de cada 10 empleos formales. Se les olvidó señalar que la gran mayoría de estos empleos son generados por las pequeñas y medianas empresas, con mucha menor capacidad de presión política que los hombres más ricos del país. En contraste con el tono rijoso del desplegado del Consejo Mexicano de Negocios, los integrantes del Consejo Coordi- nador Empresarial demandaron un liderazgo que “convoque a la unidad, no a la división; que reconozca el México diverso que somos; que esté dispuesto a escuchar todas las voces y que no genere encono”. También señalaron que creen en “la libertad como cimiento fundamental de una sociedad democrática. En la libertad de expresión, de asociación, en la libertad para emprender, para competir y sobre todo en la libertad para disentir y pensar diferente”.
Sorprende que en ambos desplegados ninguno de los organismos empresariales mencione el problema fundamental que originó el enfrentamiento verbal entre liderazgos de la iniciativa privada y el candidato de Morena: la generalizada corrupción entre el poder económico y el poder político que afecta a los propios empresarios y a millones de mexicanos.
Cuando López Obrador señaló ante la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión a una “minoría rapaz” que se ha beneficiado de contratos de obras públicas y de favores políticos, y que han financiado “guerras sucias” en 2006 y en 2012, no señaló a todo el sector empresarial y mucho menos condenó a la iniciativa privada.
En la entrevista colectiva que tuvo en el programa “Tercer Grado”, en Televisa, López Obrador abundó más sobre este enfrentamiento verbal y aclaró que lo importante en esta discusión es acordar una “separación entre el poder económico y el poder político” para que el gran capital no domine las decisiones políticas y para que tampoco los empresarios se tengan que someter a ningún partido, a un presidente en turno o a fórmulas corruptas.
Estas declaraciones marcaron un creciente clima de distensión entre los empresarios, sus organismos representantes y el candidato presidencial de Morena. La polarización no beneficia a nadie, pero tampoco las generalizaciones ni la falta de compromiso de una y otra parte a favor de la democracia y en una lucha unificada en contra de la corrupción.
Este lunes, López Obrador planteó un cambio significativo en relación con el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). El exjefe de Gobierno capitalino afirmó en el XVI Foro Nacional de Turismo que no se cancelará el NAIM y convocará a “mesas técnicas” para analizar su viabilidad. “Al día siguiente de la elección presidencial voy a estar tocando las puertas de Los Pinos, porque voy a hablar con el presidente (Enrique) Peña Nieto y un tema que llevo para tratarle es el del aeropuerto, para que de inmediato se conformen los equipos de qué es lo que más conviene”, afirmó López Obrador. “Nosotros no queremos cancelar, queremos resolver el problema de saturación del actual aeropuerto sin gasto o inversión”, sentenció. Defendió su proyecto alternativo en Santa Lucía porque ahí se invertirían menos recursos económicos. Es importante este giro en relación con el NAIM, porque fue el origen de una escalada de enfrentamientos y diferencias entre el sector empresarial y López Obrador.
La distensión es lo más importante para garantizar que ningún grupo empresarial buscará promover la satanización del candidato de Morena, y para que también quede claro que el proyecto de López Obrador no es enemigo de la inversión ni de los empresarios. La lucha común es contra la corrupción.