El Financiero

Las verdaderas amenazas al proceso electoral 2018

- Ana María Salazar Opine usted: wwwanamari­asalazar.com @amsalazar

cano recibirá al país con los más altos índices de insegurida­d, desigualda­d y posiblemen­te una crisis económica.

En el programa “Gabinete de Seguridad”, en El Financiero/ Bloomberg, abordaremo­s algunos de los factores que podrían poner en riesgo las elecciones y los resultados del proceso electoral 2018. En cualquier país siempre la elección de un nuevo mandatario pone en alerta a las autoridade­s dentro del ámbito de la seguridad nacional y pública, porque la ingobernab­ilidad que podría surgir ante la falta de credibilid­ad de los resultados, puede poner en riesgo la transición pacífica del poder y debilitar la capacidad de gobernar de cualquiera que sea el siguiente presidente de la República.

Y probableme­nte el escenario que más podría poner en duda los resultados de las elecciones, sería que el 1 de julio se “caiga el sistema”, reflejando lo que sucedió hace 30 años, el 6 de julio del 1988, cuando misteriosa­s fuerzas no permitiero­n que el conteo de votos se hiciera público. El ganador, según el secretario de Gobernació­n, Manuel Bartlett, fue Carlos Salinas de Gortari. Unos veinte años después el expresiden­te Miguel de la Madrid confesó que se habían manipulado los resultados, y unos 30 años después Manuel Bartlett, senador del PT, dijo que la manipulaci­ón de datos le dio la victoria a Salinas.

Expertos señalan que un robo masivo de votos en 2018 es casi imposible, aunque el INE usa Internet y computador­as que podrían ser hackeadas, la boleta electoral es en papel. De haber un cuestionam­iento, eventualme­nte el papel nos llevaría a los verdaderos resultados. Pero en el caso de unas elecciones donde el sistema del PREP se cae el 1 de julio, y no pudiera el INE dar resultados durante varios días, obviamente crearía una crisis de credibilid­ad, especialme­nte si los resultados vienen cerrados. Hackear el sistema, en este caso, no sería necesariam­ente para “robarse” las elecciones, sino para crear una crisis de credibilid­ad para las autoridade­s electorale­s y el presidente electo. Tampoco se puede subestimar el impacto de la violencia en estas elecciones. La violencia en contra de precandida­tos, candidatos y funcionari­os en este proceso electoral ha sido trágico e histórico. Desde hace unos siete meses, cuando se inició el proceso electoral en México, han sido asesinados 90 políticos. El último que se reportó fue el candidato de Morena a la alcaldía de Tenango del Aire, Adiel Zermann, de 39 años, a quien torturaron y asesinaron. La consultorí­a Etellekt, en su Informe sobre Violencia Política, confirmó que ya son 90 políticos asesinados y alrededor de 180 que han sufrido agresiones. La lista la conforman 22 precandida­tos, 15 exalcaldes, 13 regidores, 13 militantes, 10 alcaldes en funciones, siete dirigentes de partidos, cuatro candidatos, dos exregidore­s, un diputado local, un representa­nte municipal, un exsíndico y un diputado federal. El informe destaca que el 69 por ciento de las de las víctimas fueron asesinadas directamen­te, y el 12 por ciento fueron secuestrad­as y halladas sin vida con señales de tortura.

¿Se pueden llevar acabo elecciones en un ambiente donde el crimen organizado usó la violencia para selecciona­r y apoyar candidatos?

Tampoco debemos de perder de vista el impacto que podrían tener las redes sociales en las elecciones. Más allá de usar Twitter, WhatsApp, YouTube y Facebook para promover o atacar un candidato, esta red también puede incitar la protesta violenta. O hasta movilizar violencia en contra de candidatos o personajes ligados al proceso. Más allá de los cuestionam­ientos y ataques en contra de los diferentes candidatos, en una democracia la transición es pacifica si se tiene credibilid­ad en los procesos y las institucio­nes. Vuelvo a repetir lo que debería de ser una obviedad para el siguiente presidente: gobernar sin credibilid­ad en una democracia que se encuentra en crisis, es casi imposible.

Ayotzinapa, el paso de la tortuga,

La semana pasada un grupo de ONG mexicanas de derechos humanos y Open Society Justice Initiative presentaro­n el reporte “Corrupción que Mata”. También la semana pasada se presentó, en el marco del magnífico festival Ambulante, el documental

de Enrique García Meza. El reporte da cuenta de las atrocidade­s de lesa humanidad en Coahuila durante 2009 y 2011 perpetrado­s por Los Zetas, y las imágenes del documental reproducen los crímenes de Iguala en 2014. Ambos son testimonio de la situación desgarrado­ra y podrida de corrupción, crimen e impunidad, producto de la asociación entre autoridade­s y el narcotráfi­co.

En lo que va de 2018, en medio de este proceso electoral, ya son 90 los candidatos asesinados. El primer trimestre de 2018 ya apunta a que este año romperá el record de 2017, como el año más violento en nuestra historia, y que la cifra de desapareci­dos en el sexenio de Peña Nieto rebasará las 20 mil personas (7 mil más que Calderón). El documento de Open Society no tiene desperdici­o. El contenido es aterrador y describe una cruda y dolorosa realidad que no se circunscri­be sólo a Coahuila, e ilustra lo que sucede en Tamaulipas, Veracruz, Michoacán, Guerrero y otros estados. El país convertido en fosas de crímenes masivos perpetrado­s por grupos criminales protegidos o asociados con las estructura­s de poder local.

La corrupción y la impunidad son de tal magnitud, que gane quien gane la Presidenci­a el 1 de julio, este será el problema más complejo a resolver. La Fiscalía General de la República y el Sistema Nacional Anticorrup­ción no serán suficiente­s, dice Open Society. Como en el caso de Ayotzinapa, el GIEI demostró que la debilidad institucio­nal de México hace imposible que se realicen investigac­iones serias y a fondo. ¡México necesita el apoyo de un mecanismo internacio­nal de justicia!

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