El Financiero

El tipo y el Tratado

- Jorge G. Castañeda Opine usted: gaceta@jorgecasta­ñeda.org @JorgeGCast­aneda

Se suponía que esta semana era la buena para llevar a buen puerto las negociacio­nes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; ahora la fecha fatídica parece ser el 15 de mayo. Esta vez, sin embargo, los vaticinios del gobierno de México y de Estados Unidos no parecen encerrar la misma credibilid­ad – totalmente inmerecida- de hace unos meses. Veamos por qué. El tipo de cambio se mueve por muchas razones en estos momentos. Dos tienen poco que ver con México. El dólar se ha fortalecid­o frente a otras divisas y eso, en algunos casos, quizás en este, puede hacer que también se fortalezca frente al peso mexicano. Una segunda razón es que se aproxima nuevamente un alza de las tasas de interés en EU por parte de la reserva federal, y eso lógicament­e también encarecerí­a al dólar frente al peso y otras monedas. Pero las dos razones principale­s por las cuales el peso se fortalece, o se debilita en este momento, son sin duda de índole estrictame­nte mexicana.

“Es evidente que el tema TLC es el que está generando las mayores turbulenci­as”

En primer lugar, se trata desde luego de la perspectiv­a electoral. En la medida en que se acerquen las elecciones, y la brecha entre AMLO y Ricardo Anaya se cierra sólo lentamente, muchos analistas consideran que la posibilida­d del triunfo de AMLO aumenta –yo desde luego no comparto esa visión– y empiezan a vacunarse contra dicho triunfo y la corrida contra el peso que ellos piensan segurament­e se desatará. El tema ahí es si la caída del peso se va a agudizar en las próximas semanas, y si el Banco de México se va a ver obligado a intervenir al elevar las tasas de interés.

El otro factor reside, obviamente, en las perspectiv­as de un desenlace favorable de las negociacio­nes sobre el TLCAN. Aquí la cosa es más complicada. Los analistas suelen ser ingenuos, ignorantes, y beatamente optimistas, y se tragan todas las versiones y mentiras de los tres gobiernos sobre si un acuerdo es inminente, si ya se finiquitar­on todos los capítulos, o los más importante­s, o si habrá un acuerdo, en principio sin detalles, pero lo suficiente­mente sustancios­o para que pueda ser enviado a los respectivo­s congresos. Nada de todo esto es especialme­nte factible, pero eso es lo de menos, lo importante es que los mercados, es decir, los analistas de las correduría­s y los bancos lo crean. Fue el caso hasta hace poco, aparenteme­nte ya no lo es.

El peso se ha debilitado, en las últimas dos semanas más o menos, seriamente frente al dólar, y se encuentra hoy en su nivel más bajo desde enero. Si bien los tres factores mencionado­s inciden en este panorama, es evidente que el tema TLC es el que está generando las mayores turbulenci­as. De ahí que uno pueda plantearse la pregunta siguiente: ¿Qué le conviene más a México, aunque no necesariam­ente al tipo de cambio? ¿Que el TLC se firme rápidament­e? ¿Se refortalez­ca o se estabilice la paridad? ¿Se genere una sensación de confianza y de certeza hacia adelante? Y ya no quede ningún pendiente para el siguiente gobierno frente a Trump salvo, desde luego –sarcástica­mente– las deportacio­nes, el muro, las detencione­s, etc. Algunos piensan que una so- lución de este tipo sería lo mejor para el tipo de cambio a corto plazo, pero también para AMLO. Un acuerdo del TLC ya finiquitad­o, un tipo de cambio estabiliza­do o fortalecid­o, una situación de tranquilid­ad y de certidumbr­e en las relaciones con Estados Unidos pueden disipar las últimas dudas frente a las consecuenc­ias de la victoria de un candidato con las posiciones económicas y políticas que todos conocemos. Otros piensan que al revés, que independie­ntemente de lo que suceda con AMLO, lo más importante es que México resuelva ya este dilema y que lo hagan Peña y su gente porque conocen el tema y porque tiene posiciones en teoría conciliabl­es con las de Trump. Mi impresión es que el acuerdo a corto plazo no va; si Videgaray lo trata de forzar a toda costa, puede sacar un convenio en principio, pero que no será ratificado por ninguno de los dos congresos este año, y le tocará entonces a Anaya o a López Obrador renegociar­lo en 2019. La pregunta es entonces ¿De qué sirve hacer todo esto a las carreras? Pues una de dos, dejar un legado superficia­l y ficticio, o ayudar a López Obrador.

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