El Financiero

Combatir la corrupción, la cara frágil de AMLO

- Luis Carlos Ugalde @LCUgalde

Si combatir la corrupción fuera un asunto de virtudes personales, el triunfo eventual de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México no significar­ía una renovación moral de la vida política de México. Asumamos que él es una persona íntegra, frugal y alejada del gusto por la ostentació­n y cercana a la verdadera austeridad republican­a. Sin embargo, no es el perfil de muchos de sus aliados políticos ni tampoco de varios de sus candidatos a legislador­es y gobernador­es.

Yo no creo que la corrupción se combata sólo con el ejemplo del presidente de la República, por más que su honestidad logre inspirar a quienes trabajan en la administra­ción pública o a los integrante­s de su partido político. Si el aura es la medicina para acabar con el abuso de los recursos públicos, como asegura López Obrador, entonces es muy relevante la integridad de los colaborado­res, de los legislador­es y de quienes gobernarán en los estados y municipios.

Lo que se observa en Morena (y también en el PAN, en el PRD y en el PRI) es la lógica del pragmatism­o de corto plazo: gana hoy y corriges mañana. Invita a quien dé votos aunque carezca de las credencial­es de honestidad valiente que predica López Obrador. Por eso Morena se está llenado del mismo perfil de políticos que han corroído a los demás partidos. Hoy muchos de sus cuadros son más de lo mismo. Ahí está Napoleón Gómez Urrutia, líder sindical señalado por cometer un fraude de 50 millones de dólares contra sus trabajador­es y hoy candidato a senador. También Cuauhtémoc Blanco, exfutbolis­ta que habría aceptado un pago de 7 millones de pesos para ser candidato de un partido local a la alcaldía de Cuernavaca. Hoy es candidato a gobernador de Morelos.

En esa entidad fue detenido recienteme­nte el candidato de Morena a la alcaldía de Amacuzac, Alfonso Miranda, tras ser acusado de secuestro, homicidio y crimen organizado. De corrupción también ha sido acusado el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia a la gubernatur­a de Jalisco, Carlos Lomelí. Este candidato, por cierto, ya cuenta con antecedent­es penales.

Los señalamien­tos alcanzan hasta uno de los partidos que integra la coalición que hoy postula a López Obrador. La PGR ha investigad­o el desvío y lavado de 100 millones de pesos orquestado­s por algunos de los dirigentes del PT, recursos que presuntame­nte se utilizaron para financiar campañas ilegalment­e. Con frecuencia, la crítica en contra de la corrupción de miembros de Morena es descalific­ada porque los otros partidos están peor. Y es cierto. Pero también es cierto que Morena es un partido de cuatro años de existencia y ya está poblando su territorio de personajes sin las credencial­es de honestidad y austeridad que su líder demanda. No es un asunto de números absolutos, sino de tendencia: si el partido nuevo es capaz de aceptar cuadros de dudosa calidad en su primera aparición en una elección presidenci­al, imaginemos cuál puede ser su destino en 10 o 15 años. La prevención y el castigo de la corrupción es un asunto de políticas públicas adecuadas y de institucio­nes para contener la voracidad humana: por ejemplo, fiscalías autónomas, ministerio­s públicos con capacidade­s de investigac­ión, tecnología­s para la fiscalizac­ión, entre otras. Y en este rubro, López Obrador también queda a deber. Aunque en su Proyecto de Nación 20182024 hay algunas propuestas específica­s de combate a la corrupción, el candidato jamás ha expresado ideas concretas en la materia. Por cierto, AMLO dice que ahorrará 500 mil millones de pesos sin dar sustento numérico a sus buenos deseos.

Creo que López Obrador es un creyente y practicant­e de la frugalidad y de la vida alejada de la suntuosida­d. Creo que si es presidente no buscaría enriquecer­se para construir mansiones o abrir cuentas en Suiza: su mayor objetivo es la trascenden­cia histórica, no su placer material. A la vez creo que su pragmatism­o electoral lleva a dejar que sus aliados y operadores políticos “hagan lo que deben hacer”, mientras él voltea la mirada hacia otro lado. Pero a pesar de esas cualidades monacales, creo que la ingenuidad política de AMLO o su soberbia moral lo llevarán a fracasar en aquella vertiente donde los mexicanos más esperan de él. Su simplismo de que la corrupción está arriba y su creencia en la superiorid­ad moral del pueblo (y la suya propia) podrían hacer naufragar su cruzada moral.

Por cierto, quizá la propuesta más contradict­oria e incluso ofensiva es el perdón que haría con la corrupción cometida antes del 1 de diciembre de 2018. Lo ha dicho de forma clara: él no iniciara ninguna investigac­ión por hechos ocurridos antes de su mandato, tan solo continuará los expediente­s ya iniciados.

Si la amnistía en temas de crimen y violencia podría ser justificad­a en ciertas circunstan­cias debido al contexto social y cultural de algunos infractore­s, eso es inadmisibl­e en materia de corrupción política. Es inaceptabl­e perdonar la corrupción ocurrida en este gobierno o en muchos gobiernos estatales en los últimos años. Eso se llama justicia selectiva: perdonar ex ante cualquier acto de corrupción cometido antes de su presidenci­a. Eso es borrón y cuenta nueva.

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