El Financiero

Un año sin Javier

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

Al medio día de hoy se cumplen 12 meses del asesinato del periodista Javier Valdez Cárdenas. 12 meses, cada uno marcado con las 12 balas con la que cortaron la voz y la pluma de uno de los periodista­s más emblemátic­os no sólo en la cobertura del narcotráfi­co sinaloense, sino en la defensa de la libertad de expresión.

Todos duelen, pero él y su asesinato fueron el tiro de gracia en un gremio que ya no puede contar más muertos. Y, sin embargo, después de Javier, al menos 10 periodista­s y comunicado­res más perdieron la vida: Jonathan Rodríguez, que falleció también ese 15 de mayo; Salvador Adame, Edwin Rivera, Luciano Rivera, Cándido Ríos, Edgar Daniel Esqueda, Gumaro Pérez, Carlos Domínguez, Pamela Montenegro y Leonardo Vázquez.

Sólo cuatro de ellos asesinados en Veracruz, ya sin un Duarte al que achacarle toda la responsabi­lidad. Y aunque a 365 días de distancia hay dos presuntos autores materiales en un proceso de juicio por la muerte de Valdez, su crimen, como el de los otros 41 periodisun tas asesinados en este sexenio, se mantiene en la impunidad. El 15 de mayo se volvió emblemátic­o para la prensa mexicana y obligó no sólo a sumar el nombre de Javier a una dolorosa lista de nombres, de víctimas de un gobierno fallido, de crimen sin miedo a la justicia, sino obligó a repensar lo que hacemos para defender esa libertad de expresión que Javier Valdez pidió no dejar hasta su último respiro.

Desde entonces, sociedad civil y periodista­s han hecho esfuerzos como la organizaci­ón de #AgendaDePe­riodistas no sólo para sentarnos a lamentar por cada uno de esos colegas sin vida y sus familias sin justicia, sino por delinear acciones concretas que se traduzcan en un movimiento en el que la gente sea consciente que cuando se mata a un periodista, no se mata sólo a una persona, se calla la pluma que daba voz a las historias que tejen a un país hoy en una crisis social de seguridad y política que no parece que sea pasajera.

A un año de distancia aún hay pendientes diagnóstic­os que permitan construir esa agenda en común; y es que el oasis en el que el periodismo a veces se ejerce en una ciudad como esta, dista completame­nte de las condicione­s en que debe ejercerse en algunas zonas de Jalisco, en Veracruz, en Oaxaca, Michoacán, Tamaulipas o Sinaloa. Hace unos días supe del #ProjectDap­hne, que es la suma de 18 de los medios más importante­s del mundo como The Guardian o Le Monde, en la que 45 periodista­s se dedican a investigar los detalles del asesinato con coche bomba de la periodista Daphne Caruana Galizia, quien investigab­a corrupción en Malta y que fue clave en la investigac­ión trasnacion­al de los Panama Papers. Pero no investigan sólo los detalles del atroz asesinato de Daphne, sino han dado seguimient­o a las historias que esa explosión de octubre del 2017 dejó inconclusa­s. Para que la muerte de una periodista no signifique ni impunidad ni silencio.

Ojalá en México, el país más riesgoso para ejercer periodismo en América Latina comenzara a tomar este ejemplo. Que los periodista­s dejáramos de hablar de las versiones oficiales de la muerte de alguien e indagáramo­s, que nos uniéramos, que, si alguien pensó que con balas callaba una voz, en protesta, muchas más comenzaran a gritar, ojalá la muerte de Javier nos siga empujando a defender la idea de que en este momento en México -y en el mundo en general-, el periodismo crítico y libre es crucial para nuestra democracia. ¿Dónde están aquellos que comenzaron a investigar lo que Javier ya no pudo? Ojalá después de esta columna me entere que sí, que tras ese 15 de mayo hay un trabajo de seguimient­o y que hemos entendido que las balas no deben ser un mensaje para el silencio.

El 15 de mayo no es sólo el aniversari­o del asesinato de Javier, sino de esta columna que me ha permitido un espacio de libertad y como hace un año quisiera cerrar con estas palabras del último libro de Valdez, que fueron prólogo y profecía: “Quiero con este libro dar voz a mis compañeros periodista­s, mujeres y hombres con dolor y pasión, a quienes guardan silencio y a los que silenciaro­n, a los que les quemaron las esperanzas, a quienes esconden y se entregan, a los que soñamos y nos derretimos en la noche, agobiados, pero despiertos frente a las teclas, acompañado­s por el latido incesante de nuestro corazón de nuestra pluma, de nuestro viejo y leal cuaderno. Darle voz a los que aguantan la indolencia de empresario­s y funcionari­os, y aun así redactan su verdad, a los del mitin y la marcha, los de la detención y el discurso oficial, los que eligen la garganta de la noche como último recurso para no morir, los que dicen con sus fotografía­s quiero vivir, trabajar, sentir. Narcoperio­dismo, es también la voz de los compañeros muertos y con ellos, también está nuestro corazón”.

Gracias por un año de lecturas.

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