El Financiero

NO ME DESAGRADA EL REGGAETÓN

- MAURICIO MEJÍA mmejia@elfinancie­ro.com.mx

Sobre el Festival Mozart Haydn, ¿qué podrá ver y escuchar el público?

Es el regreso de un festival en la prehistori­a. ¿Por qué? Lo llamó así porque lo empezamos Maricarmen Costero y yo en 1999 y duró seis años. Un festival que se se realizó en la Sala Nezahualcó­yotl, básicament­e centrado en las figuras de Mozart y Haydn, que fueron tan increíblem­ente fértiles y tan increíblem­ente geniales que podríamos tener años y años de música sin siquiera repetir una obra.

¿Los viejos Lennon y McCartney?

Exactament­e. En seis años este festival cumplió un ciclo, y muchos músicos que formaron parte de éste y muchos otros músicos me preguntaro­n: ¿por qué no regresa este festival si tuvo tanto éxito? Fue un caso único porque llenamos la Sala Nezahualcó­yotl con conciertos de cámara, con orquesta pequeña. Y bueno, en el seno de la Orquesta Sinfónica de Minería —que este 2018 celebra 40 años— se decidió que regresara el festival en un formato un poco recortado, pues este año sólo se harán tres conciertos. El repertorio, sin embargo, no puede ser mejor: tendremos la gran sinfonía de Mozart en Sol Menor, dos o tres sinfonías de Haydn, la presencia del grandísimo pianista mexicano Jorge Federico Osorio, Shari Mason y Roberto Díaz la próxima semana, y el violonchel­ista Asier Polo la última semana. Además, haremos los conciertos en el Centro Cultural Roberto Cantoral, una sala de una intimidad muy especial.

¿Cómo logra, como director de orquesta, conectarse con la gente?

No me gusta hablar bien de mí, pero sí puedo hablar sobre mis emociones y sentimient­os en torno a la música. Con ella yo siento una pasión y un amor gigantesco, que me rebasa desde que soy niño. Hacer este repertorio es un gran privilegio que me llena de entusiasmo, felicidad y tristeza: de todo lo que tiene la música. Yo no estoy pensando en conectar ni con los músicos ni con el público. Lo que en verdad me interesa es comunicar lo que contiene una partitura a través de lo que ésta me dice a mí. Eso es lo fantástico de ser intérprete de esta materia prima genial que puede adquirir muchos nombres: Mozart, Haydn, Beethoven, Moncayo o Stravinski. Nuestra materia prima es el genio de otros. Lo difícil es interpreta­r eso y llevarlo a una cosa tan extraña como lo es una orquesta sinfónica: 100 personas tocando diferentes instrument­os. Y luego la tarea es lograr algo coherente que sea capaz de comunicar un sinnúmero de emociones al público. Si no piensa uno en hacerlo y el canal es sincero, el objetivo se consigue. Y ahí ya viene lo siguiente: ¿qué tanto le soy fiel al compositor? Los directores podemos ser longevos, no somos como los tenistas o los futbolista­s, que tienen una vida útil hasta determinad­a edad. Nosotros, con el tiempo, vamos aprendiend­o. Acabo de terminar de ensayar la Sinfonía en Sol Menor de Mozart, que he hecho alrededor de 50 veces en mi vida, y siempre es nueva. Y siempre vuelvo a empezar casi de cero. Tanto yo como los músicos. Y siempre es nuevo.

¿Sus emociones y sus ganas son un puente entre la orquesta y el público?

Es correcto. Y más difícil aún: es un puente entre algo que está escrito —y que a veces es enormement­e complejo y que tiene múltiples interpreta­ciones—, el músico y el público.

Haydn y Mozart son compositor­es sumamente frescos, pudieron haber escrito sus obras ayer...

Yo no separo la música clásica del resto. Admito mucho a músicos de todo tipo. El gran Duke Ellington decía algo que a mí me gusta muchísimo: no hay música popular o clásica, sino buena música y todo lo demás. Hay cosas que me llaman la atención por ser sensaciona­les independie­ntemente de su origen. Lo que sucede con compositor­es como Mahler, Mozart o Beethoven es que han trascendid­o el tiempo y tres siglos después siguen siendo compositor­es vivos, cargados de emociones que siguen estremecie­ndo al público. Mozart vivió en Viena o Salzburgo hace siglos y hoy puede emocionar a un niño que ni siquiera sabe a ciencia cierta qué es lo que está escuchando.

¿Lo mismo sucede con Miles Davis o The Beatles?

Claro, ya les está sucediendo. La Orquesta Sinfónica de Minería dio un concierto hace pocos días con el repertorio de los Beatles. No me tocó dirigirlo, pero supe que se llenó el Auditorio Nacional. Y no se agotaron las entradas para ver a los Beatles, sino para ver a una orquesta y a un grupo tocando a los Beatles. Esto es un ejemplo de la música que verdaderam­ente va a trascender. Los Beatles se desarrolla­ron a la par de muchas bandas que eran bastante buenas, pero los que quedan en la memoria son unos cuantos. ¿Por qué Beethoven es Beethoven? Porque de él se sigue hablando y se siguen grabando e interpreta­ndo sus nueve sinfonías todos los años, como si fuera nuevo.

¿Por qué produce tanto ruido el reggaetón?

A mí no me desagrada el reggaetón. Me gusta más para bailar que para escuchar, pero bailo muy mal. Creo yo que el reggaetón es producto de una urbanizaci­ón y una simbiosis social muy interesant­e, que tiene que ver con las culturas de Estados Unidos y del Caribe, y por supuesto con la cultura hispana. A mí por eso me fascina, por su mezcla. Lo que ya no me fascina tanto es su carácter repetitivo. Hay gente que lo escucha dos, tres o cinco horas al día. Creo que hay cosas más creativas. Sin embargo, no me molesta.

¿Qué hay sobre la Temporada de Verano de la OSN?

Es una especie de continuaci­ón de este Festival Mozart Haydn. Tendremos las nueve sinfonías de Beethoven: una oportunida­d de oro aunque sea la tercera, cuarta, quinta o decimoquin­ta vez que lo hagamos. Esas sinfonías —enmarcadas como un grupo de obras— son lo que más grande que ha podido hacer el genio de un hombre. El gran genio de la humanidad.

¿Qué hay de especial en Beethoven?

Es uno de los compositor­es con los que se puede hablar de un antes y un después. Con sus nueve sinfonías, le da un paso adelante a todo lo que vamos a escuchar en el Festival Mozart Haydn. Una sinfonía de Beethoven, como la primera, dura 28 minutos; la novena —compuesta 27 años después— dura 60 minutos y carga con un bagaje emocional y poético muchísimo mayor. La novena es tan universal que hoy todavía puede ser utilizada por cualquier persona para expresar sentimient­os como la hermandad o la alegría de una manera profunda. Un pequeñísim­o ejemplo de que la música clásica es de fácil acceso y comprensió­n.

También habrá un concierto de la OSN con Javier Camarena el 9 de septiembre en la Sala Nezahualcó­yotl...

Sí, Javier es uno de los mejores cantantes a nivel mundial. Festejarem­os con él el 40 aniversari­o de la Orquesta. Será una experienci­a increíble.

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