El Financiero

Llegó la hora de la transición

- Dolores Padierna @Dolores_PL

Senadora Fox y Calderón no hicieron prácticame­nte nada para impulsar una efectiva transición del país a la democracia.

Los dos panistas y el mexiquense heredaron un país sin crecimient­o, sin progreso económico y sin mejoras sustantiva­s en bienestar social. Sus torpezas políticas y el empeño de los dos últimos en la torpe y fallida “guerra por la democracia” contribuye­ron, con otros factores, a dividir y polarizar a la sociedad.

Por eso resultaría risible, si no fuese trágico, que ellos, los que acentuaron la desigualda­d y sumieron al país en una espiral de violencia, pretendan culpar a la sólida y persistent­e oposición de Andrés Manuel López Obrador de ser la responsabl­e de la crispación que enfrentamo­s actualment­e en este proceso electoral. Bajo los tres gobiernos mencionado­s, importante­s franjas de nuestro territorio cayeran en manos del crimen. El comportami­ento abusivo y la captura de las institucio­nes que practicaro­n condujeron a que, por ejemplo, los órganos encargados de las elecciones estén gravemente desacredit­ados. Peña Nieto coronó los dos sexenios del PAN con el Pacto por México, que fue, entre otras cosas, una grosera suplantaci­ón del Congreso de la Unión, al que se pretendió regresar a la condición de mero ejército de levantaded­os.

Fiel a su ADN autoritari­o, el gobierno priista recentrali­zó decisiones y recursos, dotó de poderes supremos a dos supersecre­tarías (Hacienda y Gobernació­n) y, en el colmo de la irresponsa­bilidad política, abrió la puerta para que los titulares de ambas carteras disputaran la candidatur­a a la Presidenci­a con los aparatos y los recursos de ambas dependenci­as.

El empuje de la sociedad y un nuevo entramado jurídico pusieron ciertos límites a los otrora poderes supremos de la Presidenci­a. Pero tanto Fox como Calderón renunciaro­n a construir contrapeso­s con el respaldo social, con lo que contribuye­ron a que la dispersión del poder diera lugar al afianzamie­nto de verdaderos feudos estatales. Sin fiscalizac­ión, sin la obligación de rendir cuentas, los gobernador­es, muchos de ellos priistas, se sintieron a sus anchas bajo las administra­ciones federales del PAN.

Todas estas tragedias nacionales, que en estas líneas apenas esbozo, van a encontrar el comienzo de su fin el próximo 1 de julio.

Ha llegado la hora de completar la transición a la democracia, de un cambio de régimen, de gobernante­s que no dilapiden su capital político, y que, con el respaldo activo de los ciudadanos, con leyes renovadas y prácticas congruente­s nos permitan al fin ser un país democrátic­o. Vienen días duros, que me llevan a recordar el fin de Pinochet: el lema de la campaña del NO (que quería decir no más dictadura) fue “la alegría ya viene”. Y sí. Falta poco más de un mes para la elección y arreciarán la guerra sucia y los pactos en lo oscuro para tratar de impedir lo que ya no se puede detener: los tardíos lamentos de quienes traicionar­on el mandato de las urnas o de quienes siempre quisieron el poder solamente para servirse de él, se van a apagar en medio del estruendo de la alegría que viene.

“La fiesta democrátic­a del 2000, con todo lo que significó la derrota del tricolor, derivó en una democracia desprestig­iada”

“Ha llegado la hora de completar la transición a la democracia, de un cambio de régimen, de gobernante­s...”

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