El Financiero

LEONARDO KOURCHENKO

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LA ALDEA

Por años hemos sabido de los operativos de múltiples partidos políticos previo a las elecciones para garantizar resultados o inducir ganadores. El PRI fue el gran maestro, por años, en operacione­s por todos conocidas como “el Ratón Loco”, “la Urna Embarazada”, “el Carrusel” y tantas otras. Pero lo cierto es que, al paso de los años, esas prácticas se replicaron en otros partidos. De forma señalada, el clientelis­mo edificado por el PRD –y que en este proceso se pondrá a prueba la lealtad de tantos años– fue ejemplar: no es gratuito que hayan mantenido el control electoral capitalino por casi dos décadas. Pero qué decir del PAN en Guanajuato, o ahora esta alianza en Veracruz (PAN-PRD) con lo peor –o lo más depurado– de cada uno.

Todo experto electoral asegura que buena parte de los excesos burocrátic­os, de reglamenta­ción y vigilancia del proceso electoral, obedecen a la extendida cultura de la desconfian­za. Como los partidos parten del supuesto de que los de enfrente van a hacer trampa, han impulsado e introducid­o en la ley electoral, una serie de mecanismos para “blindar” el proceso. Con todo, a pesar del optimismo –con frecuencia exagerado del INE– los partidos se las han ingeniado para violar, doblar o burlar la ley electoral y valerse de docenas de mecanismos para cometer ilícitos de coacción, inducción y compra de voto.

En días recientes, colaborado­res de la casa familiar compartier­on con este reportero el siguiente testimonio: “Allá en Ecatepec, en mi colonia (Ampliación Tulpetlac) están ofreciendo 500 pesos a cambio de la credencial de elector; son de Morena, se ponen afuera de las sucursales bancarias y a la hora que uno sale después de un pago o una cosa ahí, se le acercan, ofrecen 500 pesos en efectivo y piden que uno les entregue la credencial de elector; y la verdad, mucha gente lo está haciendo porque, pues nadie nos da nada; si nos dan 500 pesos por nuestro INE, pues ya sacamos algo”. Todos se comportan de la misma forma. Unos reparten tinacos Rotoplas –como el PRI en el Estado de México– otras despensas y materiales de construcci­ón –el PVEM en Chiapas– o simples dádivas, becas, programas sociales como el PRD en la CDMX.

Morena no es la excepción. Aunque buena parte de su retórica y la de su líder, el puntero en las encuesta para presidente de la República, asegura y garantiza “que su movimiento es distinto, que son incapaces de actos clientelar­es, o de compra de voto y entrega de dineros sucios”. Lo hemos escuchado docenas de veces en los mítines, pero su comportami­ento para la coacción y la compra de votos es idéntica a la de otros partidos.

Según el estudio presentado en semanas recientes por Integralia y Mexicanos Contra la Corrupción, “Dinero bajo de la mesa”, en materia electoral se calcula que para la elección de gobernador se compran cerca de 30 mil votos a un promedio de 675 pesos por credencial o boleta, lo que arroja un total de 20 millones 250 mil pesos.

Si estos datos se cruzan con la operación “en tierra” que Morena despliega, hasta resultan baratos si el promedio nacional es de 675 pesos y están ofreciendo en Ecatepec 500. No parece descabella­do pensar que Morena está obligada a desplegar un operativo “todoterren­o” en la capital, para vencer el arraigado, experiment­ado y muy eficiente mecanismo de control clientelar operado por el PRD por dos décadas. Se conocen, son los mismos que han mudado de una sigla a otra, y saben que disputarán manzana a manzana en esta elección. Para unos representa elevarse con la mayor victoria de la historia para una izquierda desdibujad­a en los últimos años, de ahí el tránsito y la sangría abundante de mandos y figuras del sol azteca a Morena. Para otros, el agónico PRD, significa el último respiro antes de entregar todas las fichas, los mandos y las curules.

En la eventual y altamente probable derrota del Frente (PAN-PRD-MC), pasarán breves jornadas en la nueva Cámara de Diputados para que los últimos perredista­s pasen a la creciente y posiblemen­te mayoritari­a bancada de Morena. No permanecer­án en una alianza informe y de agenda desigual con el PAN, ante una fuerza potente de izquierda con quienes los “últimos perredista­s” se puedan identifica­r más. Esa será agenda de la nueva legislatur­a, quién será el último de los mohicanos. Falta por ver qué comportami­ento sigue Movimiento Ciudadano y su agenda progresist­a, si permanece como una fuerza de oposición con el PAN y lo que quede el PRI, o se suma a una eventual mayoría (inexistent­e en San Lázaro desde 1997).

Por ahora, a ver cuántas denuncias llegan a la FEPADE y cuántos años (Monex 5 años) se tardan en construir un expediente firme y acusar ante el Tribunal. Para cuando eso suceda, si el triunfo de Morena se asegura, ya estarán pensando en el sucesor de AMLO.

“Su comportami­ento (de Morena) para la coacción y compra de votos es idéntica a la de otros partidos”

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