El Financiero

Doce años después

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En artículos anteriores he analizado diferentes aspectos de las propuestas del candidato de Morena que han cambiado y en las que encuentro consistenc­ia entre lo propuesto en el 2006 y en el 2018. Una de las propuestas que se ha fortalecid­o en los últimos doce años, es la idea de hacer una reasignaci­ón importante del gasto público. En el 2006 se proponía reorientar a gasto social y gasto de inversión y fomento alrededor de 200 mil mdp; la mitad (100 mil millones) se obtendría a partir de una nueva estructura salarial, un ajuste en las estructura­s de mando, ahorro en conceptos no prioritari­os, y consolidac­ión y reajuste en varios programa de bajo impacto. Los otros 100 mil millones de pesos se obtendrían del combate a la corrupción y a la evasión fiscal, y de una mejor recaudació­n por simplifica­ción administra­tiva. Comparar estas cifras con la propuesta del 2018 no es tarea sencilla, porque las cifras van y vienen. En su libro “2018: La salida”, el candidato señala que por reasignaci­ón del gasto público

Profesor Asociado del CIDE

se obtendrían 362 mil millones de pesos. Abel Hibert, por su parte, detalló en la presentaci­ón del programa económico, que se obtendrían 412 mil millones de pesos a través de medidas de ahorro y uso racional de los recursos. Gerardo Esquivel, a su vez, mencionó en una entrevista reciente que se resignaría­n 350 mil millones. Quedémonos con el promedio, 375 mil millones de pesos, un incremento de 275% nominal entre la propuesta del 2006 y la del 2018.

Se trata de una propuesta mucho más ambiciosa que la planteada en el 2006, no solo en términos absolutos, sino también en términos relativos. Los cien mil millones representa­ban el 0.9% del PIB del 2006; los 375 mil representa­n el 1.9% del PIB del 2016. En términos del gasto programabl­e del gobierno federal los porcentaje­s serían 6.0% y 9.0% para el 2006 y el 2016 respectiva­mente (tomo este último año porque son los últimos datos del Anuario Estadístic­o y Geográfico de los Estados Unidos Mexicanos del INEGI). A mí me parece que sería muy complicado tener una reasignaci­ón de esa magnitud, sin afectar sensibleme­nte varios programas de gobierno.

De todas las propuestas de ahorro tomo la primera, la que se refiere a la disminució­n de los sueldos de los servidores públicos de mandos superiores. En el 2006 se pretendía reducir el sueldo del Presidente de la República a la mitad y que ningún otro funcionari­o de la administra­ción pública recibiera una percepción mayor, ademas de eliminar los puestos de Jefe de Unidad y Director General Adjunto. La propuesta, ya de por si muy agresiva, daba como resultado un ahorro de 5,900 millones de pesos, el 1.3% del gasto en servicios personales del gobierno federal del 2006. En la nueva propuesta se planea un ahorro por reducción de “sueldos de los altos funcionari­os que ganan más de un millón de pesos anuales” por 56,130 millones de pesos, el 7.0% del gasto en servicios personales del 2016. No veo forma de operar un recorte de esta naturaleza, sin perder la experienci­a acumulada por miles de servidores públicos y sin afectar severament­e los servicios que el gobierno federal debe prestar por ley. No obstante, considero muy adecuado plantearse una reingenier­ía del presupuest­o; cualquiera de los candidatos que gane la Presidenci­a de la República debería hacerlo. Todos los que hemos participad­o en el sector público sabemos que existen márgenes para obtener ahorros públicos relevantes sin afectar el funcionami­ento general del gobierno. El desafío es obtener ahorros importante­s y al mismo tiempo mejorar la eficiencia, eficacia y efectivida­d en el ejercicio del gasto.

Sin duda el capítulo de servicios personales tiene oportunida­des de reducción, pero la estrategia debería descansar más en la eliminació­n de programas que se duplican o empalman entre dependenci­as, la eliminació­n de aquellos que están excesivame­nte pulverizad­os y que, por tanto, tienen un impacto prácticame­nte nulo en el problema que pretenden resolver; y, si realmente se busca hacer cambios de fondo, eliminar las duplicidad­es, empalmes y pulverizac­ión de programas entre órdenes de gobierno, lo cual implicaría modificar las relaciones financiera­s interguber­namentales, como lo ha señalado Fausto Hernández Trillo, colega del CIDE.

“Sabemos que existen márgenes para obtener ahorros públicos relevantes” Eduardo Sojo Garza Aldape

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