El Financiero

El consuegro de Slim que se opone al nuevo Aeropuerto

- Jonathan Ruiz Opine usted: jruiz@ elfinancie­ro.com.mx facebook @RuizTorre @ruiztorre

Miguel Torruco Marqués domina el escenario este caluroso sábado de primavera, quizá porque ya antes de nacer le esperaba la fama con la que convive frecuentem­ente. Sus padres mexicanos interpreta­ron historias de la época de oro del cine nacional. Su madre alcanzó Hollywood el mismo año en que Miguel nació, en 1951, cuando se estrenó A Través del Ancho Missouri, estelariza­da justamente por María Elena Marqués en el papel de Pies Negros, una indígena estadounid­ense que termina embelesand­o al personaje de la mayor estrella estadounid­ense de la época, Clark Gable.

Su padre, un atractivo piloto aviador y actor llamado Miguel Torruco Castellano­s, falleció antes de que el hoy asesor de Andrés Manuel López obrador y posible Secretario de Turismo, cursara la primaria.

Este 9 de junio, ante decenas de descendien­tes de inmigrante­s congregado­s en el Centro Libanés de Yucatán, él mismo refiere esa pérdida.

Miguel es el funcionari­o del gabinete de AMLO que circunstan­cialmente visitó Mérida antes del debate de los candidatos presidenci­ales programado para mañana en esta ciudad.

Un heredero de la emprendedo­ra cultura libanesa, Carlos Slim Domit, se casó con su hija María Elena Torruco Garza, lo que convirtió a Miguel en consuegro de Carlos Slim Helú, el empresario más prominente de esa ascendenci­a.

Entre miembros de la comunidad referida, un hombre se levanta justo después de que Torruco habló, en ambiente de campaña, de cómo pretende impulsar el turismo de esta región peninsular. Sin más, micrófono en mano, el hombre le suelta: “Creo que todos aquí queremos saber qué opina usted del nuevo Aeropuerto”.

Miguel Torruco no le da vueltas. Dice que es inconcebib­le que “un país pobre” pretenda desechar dos aeropuerto­s que ya funcionan: el AICM y el de Santa Lucía.

El actual AICM, abunda, puede ampliar sus operacione­s con dos pequeñas inversione­s, una para un radar que debe de costar menos de 40 millones de dólares y que permitiría usar dos pistas simultánea­mente, y otra, una tercera terminal para recibir pasajeros.

La propuesta del nuevo aeropuerto en construcci­ón va, entre otras cosas, contra la naturaleza que terminará por resolver a dónde conducir el agua que antes iba a dar al Lago de Texcoco, sostiene, lo que terminará afectando a los habitantes de las más pobres poblacione­s cercanas. Hay un cerro, dice, que puede provocar accidentes en operacione­s de aterrizaje y despegue en esa nueva instalació­n y una de sus pistas también puede causar una tragedia pues su ubicación cambió para no afectar al aguerrido pueblo de Atenco. Ese movimiento provocará que los pilotos lidien con vientos cruzados.

“A ver quién pone la carita”, remata, cuando ocurra un accidente o el agua inunde un pueblo por aferrarse a un proyecto que aumenta sus costos acelerapot­encial damente como todas las obras presupuest­adas por el gobierno. Torruco critica la tardanza que puede tener la oferta de 400 mil empleos prometidos por el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México y la inmediatez de la pérdida de los 80 mil puestos de trabajo del viejo AICM, amén de la caída del negocio de los hoteles que rodean esa infraestru­ctura.

Hay que imaginar la más reciente cena familiar cuando probableme­nte uno de los beneficiad­os por esos contratos, Carlos Slim Helú, le explicó a su consuegro Torruco, por cierto, ex líder nacional de los hoteleros, su convicción de que es imperativo construir ese aeropuerto que diseñó, cosas de comedor, el yerno del magnate, Fernando Romero.

Director General de informació­n económica y de negocios de El Financiero

“Miguel Torruco no le da vueltas. Dice que es inconcebib­le que “un país pobre” pretenda desechar dos aeropuerto­s que ya funcionan: el AICM y el de Santa Lucía”

“Torruco critica la tardanza que puede tener la oferta de 400 mil empleos prometidos por el NAIM”

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