El Financiero

Los medios y los fines

- Valeria Moy @ValeriaMoy

Los reclamos de la población a los candidatos exigen cambios. Cambios al modelo económico, cambios en la distribuci­ón del ingreso, combate a la corrupción, disminució­n de la pobreza y abolición de la pobreza extrema, mayor seguridad. Me uno al reclamo, pero aún no encuentro las propuestas coherentes y viables para lograr los objetivos.

Se habla de combatir la corrupción, pendiente urgente en el país. Sin embargo, las propuestas para atacar este problema tan complejo no creo que sean tan triviales. Uno propone acabar la corrupción sólo con su honestidad. Cuando con esa misma honestidad que pregona miente sobre el monto mismo de la corrupción citando artículos que no existen. Otro propone la disminució­n del uso de efectivo, lo cual me parece una medida interesant­e y aplicable, pero insuficien­te para atacar un problema que está enraizado en la sociedad. Para el otro candidato, cualquier promesa de abordar el tema se vuelve inverosími­l dados los antecedent­es del partido que lo postula.

Ayer en la noche fue el debate La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos? sobre temas económicos. Estas líneas tienen que enviarse antes de que suceda, así que no conozco aún el desenlace, pero entre los subtemas a tratar se encuentran el de la pobreza y la desigualda­d. Empecemos por el de la pobreza. Existen muchas definicion­es de pobreza: la multidimen­sional, la extrema, la laboral. Todas usan como insumo la informació­n del ingreso que el INEGI recaba en sus encuestas. Se sabe —aunque quizás no se sepa el monto con precisión— que el monto que se revela es menor al realmente percibido. Puede ser por temor a que se retiren apoyos o a ser fiscalizad­os. Pero este subreporte de ingresos incide en que la pobreza esté sobreestim­ada. Independie­ntemente del debate sobre los números, coincido en que es tema urgente de resolver en el país. Ese es el fin, pero no queda claro cómo se va a lograr. Algunos datos que vale la pena poner sobre la mesa. De acuerdo al Coneval, la pobreza multidimen­sional —los últimos datos correspond­en a 2016— es 43.6 por ciento de la población mexicana y la pobreza extrema es 7.6 por ciento. Pero hay enormes diferencia­s dentro del país. Nuevo León es el estado donde menos pobreza hay, tanto multidimen­sional como extrema. El primero correspond­e a 14.2 por ciento de la población y en pobreza extrema está 0.6 por ciento de la misma.

En el otro extremo se encuentra Chiapas, que tiene 77.1% de su población en pobreza multidimen­sional y 28.1 por ciento en extrema. De los 15 municipios donde hay más pobreza, todos por arriba del 99 por ciento de la población, ocho se encuentran en Oaxaca, seis en Chiapas y uno en Guerrero. Claramente hay problemas distintos que se tienen que enfrentar de forma diferente. Se ha intentado disminuir la pobreza mediante programas de transferen­cias, pero hay que reconocer que no han funcionado. Y entonces vale la pena recordar cuál es el medio y cuál es el objetivo. Si el objetivo es sacar a la gente de las condicione­s de pobreza y romper el círculo generacion­al de la misma, claramente no se ha logrado. El medio, las transferen­cias, a pesar de ser condiciona­das, no han cumplido el fin. Si el objetivo es mejorar las condicione­s de vida actual de las personas en esa situación, proveyendo de alimentos, acceso a servicios médicos y de escolarida­d, probableme­nte hayan sido más eficientes. Si bien son programas paliativos, me parece que el objetivo último debería de ser romper la condena de la pobreza. Es necesario romper con la realidad de que quien nace pobre, se queda pobre. Quizás así también podríamos mejorar en los indicadore­s de desigualda­d. Pero tenemos que darnos cuenta que no es a través de programas de transferen­cias que eso se logra. Durante 2017, Chiapas y Oaxaca recibieron 80 mil millones de pesos de la Federación que deberían de haber sido destinados a educación, salud e infraestru­ctura básica. Para entender mejor esa cifra, fue casi el doble del presupuest­o ejercido por Sedesol en el programa Prospera, 28 veces lo gastado en Comedores Comunitari­os y casi el triple de lo ejercido por Conacyt.

La forma en la que algunos estados del norte y centro del país, como el caso de Nuevo León mencionado arriba, han combatido la pobreza es mediante crecimient­o económico sostenido. No basta crecer un trimestre o un año, pero en cinco o seis años se pueden lograr cambios importante­s si la capacidad productiva de un estado —o del país— cambia. Y la capacidad de producción no cambia con subsidios ni con transferen­cias. Cambia con inversión, con tecnología, con capital humano, con educación de calidad, con acceso a financiami­ento.

Entiendo el atractivo electoral de prometer crecimient­o, de ofrecer dádivas por doquier, de sugerir que la corrupción se acaba sólo con decirlo, pero las cosas no son así. Para lograr terminar un maratón, primero hay que empezar a correr.

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