El Financiero

INGLATERRA

- Mauricio Mejía

Creadora de las reglas del juego más lindo, Inglaterra batalla en el gran certamen. Su Liga, la más competitiv­a del mundo, refleja un genuino interés por la cancha. El balón rara vez sale del campo en juegos de ida y vuelta continua; sin artificios, sin teatros, sin falsas faltas. El futbol es, ante todo, un juego de caballeros, por eso su delgado reglamento. En Gran Bretaña, el balompié es un asunto serio y pasatiempo inevitable: se juega en final de año y en Semana Santa. Hijo natural de la Revolución Industrial se acomodó en el ocio del país del progreso. El domingo es el día del Dios Redondo. Los barcos ingleses propagaron la pelota, la corbata y el pop por todo el mundo. Pero, a diferencia del rock, su forma de jugar no ha tenido éxito; no el que ellos esperan.

Después del Caso Bosman, fue Inglaterra la que más pronto se llenó de fuera. Jugadores de todo el mundo se inscribier­on en las alineacion­es de sus clubes. Eso provocó que su Selección nacional sufriera para llenar de talento todas las posiciones del esquema. En Brasil 2014, el Equipo de La Rosa lució un futbol generoso, dispuesto, abierto. Los marcadores no le dieron la razón. El futbol es voluble: a veces premia a mediocres y mustios, otras castiga a quienes le rinden pleitesía.

A Rusia 2018, el 11 inglés se clasificó con la recuperaci­ón del 4-3-3 con un Kane en la función de delantero centro. Y con las bandas dinámicas que hacen recordar a los extremos de los viejos tiempos. Desde que Guardiola dio un orden poligonal al sistema de juego –cargado de barroquism­o hasta el límite- el futbol no ha encontrado un estilo dominante. Ha llegado el momento en el cual las tradicione­s se impongan. Inglaterra, en este escenario, tiene la enorme posibilida­d de imprimir un sello de distinción en este certamen. La velocidad, la ampliación de los costados y el remate al arco -el abc clásico de la prosa inglesa- pueden convertirs­e en sonrisa en los juegos determinan­tes de las rondas finales. En su búsqueda de identidad el balompié puede encontrar una opción gratifican­te, como lo hizo en 1966 cuando lnglaterra se coronó en Wembley ante Alemania.

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