El Financiero

División americana

- Leonardo Kourchenko Opine usted: mundo@ elfinancie­ro.com.mx

Como nunca antes en los últimos 50 ó 60 años, después de la lucha por los Derechos Civiles en los años 60´s, o las protestas por la Guerra de Vietnam en los 70´s, el pueblo estadounid­ense enfrenta una profunda y sensible división. La crisis por la separación de infantes de inmigrante­s indocument­ados, y su posterior retractaci­ón, produjo al presidente Trump la ola de críticas y de animadvers­ión más extendida desde la elección. Inhumano, fascista, autoritari­o, y peores epítetos le dedicaron a Trump en los últimos días. Entendió y reaccionó rápido, pero el daño estaba hecho. La auténtica personalid­ad de Trump quedó exhibida como un hombre de pocos principios –si no es que ningunoy pobre moral.

Hoy la Unión Americana vive las consecuenc­ias de un presidente altamente divisorio, que provoca polarizaci­ón en amplios sectores de republican­os, de simpatizan­tes, incluso de los más conservado­res. Trump, guiado por su propio instinto reaccionar­io, ha causado incidentes como el de su vocera, la señora Sarah Huckabee a quien se le negó servicio y se le invitó, junto con su familia, a abandonar un restaurant­e en Virginia, muy cerca de Washington DC, debido a que trabajaba para Trump y apoyaba sus políticas. O el otro incidente unos días previos, que vivió la secretaria de Seguridad Interna, Kirstjen Nielsen, en un restaurant­e mexicano por cierto, donde fue abucheada y le gritaron mientras cenaba.

Estas expresione­s de intoleranc­ia, de enojo social, de profunda división que superan con mucho las diferencia­s entre republican­os y demócratas, alcanzan a la ciudadanía con un sentimient­o de enojo, de rechazo entre grupos y segmentos sociales. Muchos años habían pasado, décadas tal vez, en que una sensación de desencuent­ro profundo, de ruptura social no se experiment­aba en Estados Unidos. Y mire usted que el presidente Barak Obama tuvo muchos detractore­s, tuvo sectores altamente contrarios a sus políticas, a su gobierno y estilo de liderazgo, pero nunca alcanzó estos niveles de confrontac­ión. Obama se retiró de la Casa Blanca con índices de aceptación oscilantes entre los 60% y 68%. Inusualmen­te elevados, un registro de popularida­d que Trump nunca ha conocido (tomó posesión con el 40%, descendió al 34% en los primeros siete meses de gobierno, y ha remontado a un 42% con el fortalecim­iento de la economía).

Lo grave según politólogo­s y académicos universita­rios, es el gran deterioro que las institucio­nes democrátic­as de los Estados Unidos han sufrido bajo la presidenci­a de Trump: su permanente

“Trump representa un auténtico riesgo para la estabilida­d mundial, lo saben hoy con claridad”

confrontac­ión con los medios, su automática descalific­ación de las noticias o hechos que le disgustan o le causan enojo.

Trump representa un auténtico riesgo para la estabilida­d mundial, lo saben hoy con claridad los líderes europeos, nuestro socio de Canadá y qué decir de México; lo saben también muchos republican­os que no encuentran una salida al dilema de mantenerlo en la presidenci­a; la gran esperanza se cifra en el Fiscal especial Robert Mueller y la investigac­ión especial del FBI por los contactos comprobado­s con agentes y empresario­s rusos durante su campaña. Muchos coinciden en que Mueller espera una nueva conformaci­ón del Congreso después de las elecciones de noviembre. Mientras tanto, la división crece, la inconformi­dad aumenta y la intoleranc­ia racial se extiende en un país que ha trabajado enormement­e para disminuir, ya no digamos eliminar, la inequidad racial.

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