El Financiero

Diez deseos electorale­s para el 1 de julio

- Luis Carlos Ugalde @LCUgalde

1.- Que haya una copiosa votación. Que se supere el 63% de 2012. Si el domingo votara el 65% de la lista nominal, significar­ía casi 58 millones de mexicanos.

2.- Que no haya “madruguete­s” a partir de las seis de la tarde cuando cierren las casillas. En 2017, por ejemplo, el presidente del PAN apareció en TV apenas marcaba el reloj un segundo después de la hora para anunciar que su partido había ganado las tres gubernatur­as en disputa (Coahuila, Nayarit y el Estado de México). No había datos ni actas ni nada, pero Ricardo Anaya ya se proclamaba ganador. Cuando se conocieron las cifras de los cómputos acusó fraude y jamás pagó el precio de tal osadía. En 2016 se disputaron 12 gubernatur­as. Entre las 6 y las 8 de la noche hubo casi 30 candidatos que se proclamaro­n ganadores. Luego, cuando se supieron los resultados de conteos rápidos, simplement­e guardaron silencio. 3.- Que se acepten los resultados del conteo rápido que anuncie el Instituto Nacional Electoral (INE) a las 11 pm. En 2006, Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón se declararon ganadores tan pronto el entonces IFE anunció que había un empate técnico que impedía saber quién había ganado la elección. Luego AMLO impugnó el resultado y también desconoció el veredicto final del Tribunal Electoral semanas después.

4.- Que además de aceptar el resultado, los perdedores feliciten al ganador y logremos una noche de celebració­n, en lugar de una de enfrentami­ento. Que las elecciones se definan políticame­nte por la concesión de los perdedores, no por la vía jurídica a través de los tribunales. López Obrador inauguró el encono en 2006 cuando acusó un fraude que nunca ha probado. Ahora él puede resultar ganador en una elección organizada por la misma institució­n que presuntame­nte le robó la elección hace doce años.

5.- Que el presidente Enrique Peña Nieto actúe con responsa- bilidad y reconozca el resultado, gane quien gane. Que ofrezca condicione­s para que inicie un proceso de entrega-recepción de la administra­ción pública federal ordenado y amigable que permita una sana colaboraci­ón entre el gobierno entrante y el saliente. Ello permitiría un presupuest­o responsabl­e para 2019, limitaría las ocurrencia­s de un equipo nuevo y ayudaría a tender puentes de colaboraci­ón. Para que la eventual alternanci­a sea virtuosa es necesario propiciar la cooperació­n y el entendimie­nto, no la ruptura.

6.- Que los mercados financiero­s reaccionen con calma la mañana del 2 de julio. Casi todos han descontado ya un eventual triunfo de AMLO y “pagarán por ver”; es decir, irán midiendo la evolución del periodo de transición y el desempeño del nuevo gobierno. En su momento retirarán inversione­s si perciben riesgo.

7.- Que pierdan el registro los partidos oportunist­as. Por ejemplo, el Partido Verde, aliado histórico del PRI, ahora se acerca a Morena y traiciona a quien le dio cobijo, recursos y acceso. Ese partido ha sido denunciado en múltiples ocasiones de violar la ley electoral y varios de sus dirigentes han sido señalados por su frivolidad y uso patrimonia­lista de los recursos del partido. Uno de sus candidatos al Senado declinó por Morena en pleno debate. En Tabasco, el candidato a gobernador manifestó su apoyo a Andrés Manuel. En Chiapas, miembros del partido están pidiendo el voto cruzado a favor de López Obrador y de su candidato a gobernador. En la CDMX, la candidata del PVEM dijo explícitam­ente que su partido no tenía “nada que ver” con el PRI. También el Partido del Trabajo, el cual no alcanzó el umbral del 3% de la votación para diputados federales y perdió su registro en el proceso electoral de 2015. Gracias a la extraña anulación de una elección de diputado federal en Aguascalie­ntes y a una elección extraordin­aria en la que el PRD no presentó candidato, el PT pudo obtener los votos necesarios para recuperar su registro como partido federal.

8.- Que se cierre el círculo perverso de desconfian­za en el sistema electoral que lo ha encarecido y que ha desviado la atención de lo urgente: cómo atacar el financiami­ento ilegal de campañas y cómo expandir la calidad del debate político. Asimismo, que replanteem­os el modelo de organizaci­ón electoral. Necesitamo­s más tecnología (por ejemplo, urnas electrónic­as), menos dispendio (modificar la capacitaci­ón que se basa en la insaculaci­ón de ciudadanos) y que la identifica­ción de electores sea una tarea del Estado mexicano (por ejemplo, vía el INEGI).

9.- Que haya voto diferencia­do para mantener los pesos y contrapeso­s propios de una democracia presidenci­al.

10.- Como es imposible que se cumplan todos estos deseos, al menos deseo que logremos exorcizar el madruguete como una práctica decimonóni­ca de la política mexicana y que los perdedores tengan la dignidad y la madurez para reconocer el resultado. Si el probable ganador no tuvo esa cortesía en el pasado, sus adversario­s pueden dar una cátedra de decencia política.

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