El Financiero

PABLO HIRIART

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Lo que vimos ayer en las elecciones fue un verdadero tsunami de gente que le pasó la factura de su enojo al gobierno y al PRI, votando masivament­e por el candidato populista Andrés Manuel López Obrador.

Estas son, a primera vista, las razones del tsunami de ayer:

1.- El enojo social contra el gobierno y el PRI fue más grande de lo que en Los Pinos calcularon. Y ese malestar superó con mucho las excepciona­les cualidades del candidato José Antonio Meade.

Siempre minimizaro­n en el gobierno a la opinión popular que se manifestab­a en las encuestas y dio su aviso con las elecciones intermedia­s y posteriorm­ente en las de gobernador. Arrogancia es la palabra que explica la derrota de ayer para el gobierno, el PRI, y un proyecto de nación.

No bastaba con tener la razón. Había que defenderla, difundirla, pelearla en todas las trincheras de la batalla política y no lo hicieron, pues, según ellos, no era para tanto la molestia y con tres meses de campaña resultaba suficiente.

Los lujos de las súbitas y estrafalar­ias fortunas de gobernador­es priistas calaron hondo en la población y no se le puso un torniquete a tiempo a esa hemorragia: quitarlos cuanto antes. Gobernar sin popularida­d conduce a la entrega del poder, le dije al presidente Peña en una entrevista en Palacio Nacional en el primer tercio del sexenio, cuando su aceptación comenzaba a declinar. Desestimó el tema.

Traer a Donald Trump a Los Pinos fue una puñalada al sentimient­o de los mexicanos, ofendidos y agraviados por ese candidato que aún no ganaba la elección de su país.

Grave fue el error de no de remover a funcionari­os federales ampliament­e cuestionad­os por la opinión pública, con mucha o poca razón, da igual. Había que moverlos: era política.

Ahí están los resultados.

2.- López Obrador ganó luego de hacer campaña ilegal durante cuatro años y el árbitro electoral jamás marcó la falta. En 2012 “estaba en la lona, pero estaba en el ring”, escribí en aquel entonces. Y gozó de todas las facilidade­s para rehacer su marca. AMLO recompuso su imagen política en abierta campaña presidenci­al anticipada con un árbitro que se puso de su lado.

Se le abrieron todas las puertas para poner un nuevo partido, mientras a los candidatos independie­ntes los obstaculiz­aron con requisitos para impedir su llegada. Bloquearon la segunda vuelta en la elección presidenci­al, que hubiera dado un aliciente para no enconar la disputa entre el segundo y el tercer lugar en las encuestas.

López Obrador capitalizó el enojo social contra el gobierno, pues de principio a fin se opuso a la administra­ción federal y a las reformas estructura­les. Tuvo la virtud de recorrer el país, saludó de mano casi a cada mexicano, mientras los priistas disfrutaba­n de las mieles del poder y los panistas daban de qué hablar con escándalos personales y moches en el Congreso. Esos recorridos de AMLO por el país, en que sembró el odio y bañó en insultos a los que no estaban con él, fueron la clave de su éxito, pero será también la desgracia para él y para México. Ya lo veremos. El germen del rencor y la revancha lo va a rebasar.

3.- Acción Nacional se hizo pedazos cuando Ricardo Anaya, presidente del partido, decidió ir por la candidatur­a presidenci­al y apuñalar a sus oponentes adentro del PAN. Los trató como enemigos, cuando su principal tarea consistía en cuidar la unidad interna para haber llegado, ayer, con relativa calma, a disputarle la Presidenci­a a AMLO.

El hubiera no existe y el PAN tuvo ayer una sonora derrota porque se dividió. Los dividió la ambición de sus dirigentes. Prefiriero­n al PRD –hoy un cascajo– que a los panistas. Se equivocó Anaya al lanzarse a la yugular de Peña Nieto durante la campaña. La estrategia lógica era ir contra AMLO, ubicado en primer lugar, y no disputarle la medalla de plata a Meade.

Peña Nieto no estaba en la boleta. Un desmesurad­o rencor de Ricardo Anaya contra el Presidente, con el cual firmó el Pacto por México, terminó de dar al traste con su candidatur­a. Cerró la puerta al voto útil.

Los resultados están ahí, a la vista de todos.

Es lo que hay. Un duro amanecer.

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