El Financiero

El triunfo de AMLO: el mapa y el territorio

- Eduardo Guerrero Gutiérrez @laloguerre­ro

Escribo estas líneas en las horas previas a la elección. Asumo que no habrá sorpresas y que Andrés Manuel ganará la Presidenci­a de la República y que muy probableme­nte lo hará con la ventaja más amplia desde que en México hay alternanci­a. Ya habrá oportunida­d para un análisis más fino de los factores que contribuye­ron a este histórico triunfo. Sin embargo, lo que las encuestas dejaban ver –y el PREP tal vez estará confirmand­o a la hora que este texto se publique– es que esta vez AMLO logró lo que no pudo ni en 2006 ni en 2012: construir una gran base de apoyo fuera del Sur del país y de la capital, los bastiones tradiciona­les de la izquierda mexicana, al grado de ganar la elección en varios estados del Norte y del Occidente.

De las promesas de Andrés Manuel hubo una que tal vez fue decisiva para crecer en el mapa y conseguir que algunas regiones por primera vez lo apoyaran de forma contundent­e: la amnistía. La crítica simplona de sus adversario­s (en la que se alertaba sobre la liberación de secuestrad­ores y otros criminales peligrogol­peadas sos) no prendió más allá de las redes sociales de personas que jamás iban a votar por Morena. En contraste, es posible que el mensaje de la amnistía fuera bien recibido en las comunidade­s más por la violencia; en los pueblos de Jalisco y de Chihuahua donde todos los días se viven las consecuenc­ias de una década de “guerra”, ahí donde los operativos conjuntos van y vienen, y han ocurrido las violacione­s a los derechos humanos más atroces. Además del posible impacto de la amnistía, y de la insistenci­a en el tema de la corrupción, hay poco que se pueda decir sobre la campaña de AMLO en términos de marketing político. López Obrador no ganó gracias al ingenio de un publicista o de un mago de la segmentaci­ón digital, sino porque conoce el país y supo acercarse a las comunidade­s y a los liderazgos locales que cuentan. Después de más de doce años de proselitis­mo, AMLO se mueve como pez en el agua en ese México que el PAN jamás ha entendido y que el PRI de Peña Nieto abandonó. Por eso supo identifica­r algunos de los problemas que rara vez se vuelven trending topic, pero que más agravian a la gente. Este movimiento apoyado en las bases será –para bien o para mal– el sello distintivo de la nueva administra­ción. Como hizo cuando fue Jefe de Gobierno del DF, AMLO evitará encerrarse en la alta burocracia y buscará mantener un vínculo directo con quienes hacen que las cosas se muevan en el territorio: con los líderes ejidales, con las organizaci­ones de comerciant­es o con los sindicatos de transporti­stas. En principio es positivo que el gobierno federal tenga una relación más cercana con los liderazgos sociales en las comunidade­s. Esta relación podría ser la clave para poner fin a la ingobernab­ilidad y la insegurida­d que se vive en buena parte del territorio.

Sin embargo, es necesario pensar en formas para evitar un regreso del modelo clientelar del viejo PRI, que sólo terminaría por fortalecer cacicazgos. También será indispensa­ble que el nuevo gobierno y que Morena hagan una revisión seria de sus propias filas. Mucha gente se subió al barco a última hora (sobre todo en los estados donde la presencia de Morena era mínima hasta hace unos meses). Si los casos de alcaldes y funcionari­os que operan a favor de grupos criminales se multiplica­n, el nuevo gobierno rápidament­e perderá credibilid­ad. Con la llegada de López Obrador a la Presidenci­a, más que un cambio ideológico, veremos un cambio en la forma como se toman decisiones y en el perfil de las personas que son escuchadas. Entender este cambio y adaptarse será clave para todos los grupos de interés que no quieran quedarse fuera de la jugada. Por el bien del país es particular­mente importante que los empresario­s, que en la mayoría de las casos le tienen un rechazo casi instintivo a López Obrador, no se autoexcluy­an y que busquen espacios de interlocuc­ión dentro de este nuevo esquema de toma de decisiones.

Nos gusta exigirle a los candidatos que presenten propuestas. La verdad es que el ritmo y el formato de las campañas apenas alcanzan para lanzar ideas. Las siguientes semanas y meses serán decisivos para definir los cómos del nuevo gobierno. Todavía está por definirse, por ejemplo, cómo se podría instrument­ar la “amnistía”. Lo mejor que le podría pasar al país sería que una coalición amplia de organizaci­ones (tanto las que ya están con Morena como la desdeñada “sociedad civil”), de expertos y de empresario­s, participe en el debate de las ideas de López Obrador; que las critique donde sea necesario, pero que contribuya también a llenarlas de contenido.

“Con la llegada de López Obrador a la Presidenci­a, más que un cambio ideológico, veremos un cambio en la forma como se toman decisiones”

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