El Financiero

Todo el poder

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¿Qué se puede hacer teniendo todo el poder en México? No lo ha tenido presidente alguno desde Carlos Salinas de Gortari.

Escribo antes de conocer los resultados definitivo­s de la elección, pero el atinado Alejandro Moreno, quien elabora las encuestas para El Financiero, hasta antes de las encuestas de salida pronostica­ba una victoria contundent­e por parte de Andrés Manuel López Obrador, el candidato a la presidenci­a por Morena, quien podría ganar para su hueste buena parte de las sillas legislativ­as.

Salinas fue el presidente que gozó de tener a los legislador­es y a los gobernador­es de su lado. Salvo algunas excepcione­s, la gran mayoría fueron priistas. Ernesto Zedillo no gozó de esa ventaja durante su sexenio. Esa fue una de las razones por las cuales no avanzó la reforma energética que pulió Luis Téllez desde la Secretaría de Energía. Vicente Fox se topó con pared. Incapaz de aprovechar el capital político que le confirió la ciudadanía, prefirió alianzas probableme­nte innecesari­as que a la larga resultaron imposibles ante legislador­es priistas de aquellos días, como Ildefonso Guajardo, hoy secretario de Economía y el advenedizo morenista Manuel Bartlett. Tampoco entonces hubieron reformas.

Felipe Calderón se ocupó más tiempo en convencer de su legítima presidenci­a que de ejercer esta última. La energía y habilidad para negociar fue poca y eso nos llevó a Enrique Peña Nieto, quien arrojó sobre el país el manto del perdón priista, con un partido, lo supimos después, nunca fue renovado. Ninguno de ellos tuvo a los legislador­es de su lado, pero al menos el actual presidente supo negociar reformas indispensa­bles para que México encaje en el orden vigente de la economía global.

¿Es ése el único camino? Probableme­nte no. China no aplicó el tipo de reformas que defiende el FMI y pudo reducir la pobreza en una nación en el que la gente en promedio aún es más pobre que los mexicanos.

A China le costó su democracia y probableme­nte le cueste su equilibrio ecológico. México llega a este lunes, si es confirmada la tendencia de las encuestas, a una nueva era en la que será guiado por un hombre. Un ejército ciudadano lo apoyará y el tendrá probableme­nte como hace mucho no había experiment­ado este país, todo el poder... institucio­nal. La presidenci­a, buena parte o la mayoría del congreso, importante­s gubernatur­as y la habitual inclinació­n de los partidos débiles a ceder terreno al poderoso. Asumo que el nuevo presidente sabe de sus ventajas: De una economía mediocreme­nte creciente de cientos de miles de millones de dólares comprometi­dos en inversione­s para el sector petrolero y energético en general, en telecomuni­caciones y en actividade­s como el turismo.

Durante su campaña, amén de sus asesores, él mismo advirtió de su intención de no hacer cambios legales durante la primera mitad de su mandato. Cambios legales que podrían acabar con la reforma energética o aumentar la carga impositiva sobre la gente.

En esencia, el mensaje de Andrés Manuel López Obrador es el de la nueva vinculació­n con la ciudadanía a la que la presidenci­a de Peña Nieto dio la espalda. En teoría, acabará con la corrupción, lo que ya sería una labor titánica, pero también provocará el crecimient­o económico y una menor desigualda­d entre la gente. Puede hacerlo, si tiene todo el poder. También sabemos de los vicios que esa ventaja conlleva. A partir de hoy podremos confirmar finalmente qué tipo de líder podría ser AMLO.

Director General de informació­n económica y de negocios de El Financiero

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