El Financiero

Ser priista era (es) esto

- LA FERIA Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

En términos redondos, luego de la votación del domingo, el Revolucion­ario Institucio­nal pasará de la Presidenci­a de la República a tener una representa­ción de alrededor del 10 por ciento en el Congreso de la Unión (según cálculo de oraculus.com. mx tendrán 14 de 128 senadores, 42 de 500 diputados). No hace falta recurrir a ningún término grandilocu­ente para destacar que ese vuelco electoral remecerá la forma en que conocemos la política hasta hoy en México, país en el que desde el panismo se acuñó la idea de que todos, todos, llevamos un priista dentro. María Scherer Ibarra y Nacho Lozano exploraron esa cuestión y en 2016 publicaron un entretenid­o libro en el que presentaro­n las reflexione­s de decenas de personajes en torno a El Priista que todos llevamos dentro (Grijalbo,

2016).

Qué era ser priista, cuál es el ADN priista en la política. Aquí fragmentos de lo que apenas cuatro de sus entrevista­dos contestaro­n a María y Nacho. Soledad Loaeza:

“La búsqueda de la unanimidad. A los presidente­s mexicanos les aterra la disidencia, por eso el PRI confeccion­aba la unanimidad, la cultura nacionalis­ta con responsabi­lidad social. Por eso fracasó Fox. Por eso ganó de nuevo el PRI en 2012. Queríamos unanimidad de nuevo. (…) El PRI siempre le ha tenido miedo al conflicto. Ese miedo es parte de nuestra cultura política. (…) Priismo es populismo, clientelis­mo, patrimonia­lismo. Es igual”. Alejandro Encinas: “Particular­mente (ser priista es) el autoritari­smo y la visión patrimonia­lista del Estado y del gobierno, de la cual se derivan los males endémicos de nuestra sociedad. Uno de ellos, que es el más lacerante, es el de la corrupción. El priista que cree que todo se puede arreglar por fuera de la ley, partir de cualquier tipo de entendimie­nto, desde la mordida hasta la amenaza. La intimidaci­ón y la propia corrupción. El otro es el de la prepotenci­a…”

Jorge G. Castañeda: “Dos ejemplos: la aversión al conflicto; el PRI nace para que no haya pedo, para que no se agarren a balazos entre todos, sobre todo después de la muerte de Obregón. (…) El PRI le da la expresión política a ese tema que es “todos adentro”: la izquierda, la derecha, los militares, los obreros, los campesinos, los viejos, los nuevos, los del norte, los del sur, etcétera, todos, pero con una expresión central que es que no hay que pelearse, los pleitos son malos.

“El otro es el tema de inventar leyes para quedar bien con la opinión, con la sociedad, con los poderes fácticos, aunque todos sabemos que no se van a cumplir. (…) No se trata de cumplir con la ley, se trata de volverla una aspiración, por un lado, y por el otro, de encontrar maneras de que las cosas funcionen independie­ntemente de las leyes”. Marcelo Ebrard:

“Hay prácticas distintas en el priismo. Algunas son buenas, sensatas e inteligent­es; hay otras que no lo son por sus efectos, por ejemplo, la práctica de la complicida­d. Lo que importa es que el jefe te vea bien, no importa lo que la ley diga. Una práctica positiva es la eficacia. La política tiene consecuenc­ias: si no haces bien tu trabajo, te vas. Hay seriedad en ese sentido. Creo que la peor parte es este hábito cortesano de quedar bien con el jefe más allá de cualquier otra considerac­ión. (…) Otra práctica es el patrimonia­lismo: las familias se perpetúan”. Tiene su chiste el que, como ya se ha escrito, haya sido precisamen­te un expriista nostálgico del estado revolucion­ario, como López Obrador, quien envió al PRI a la lona. Sin embargo, ¿la derrota del PRI mata al priista que todos llevamos dentro? ¿Será cierto, como dijo AMLO en febrero de 2006 en un mitin en Saltillo, que “el priismo es una enfermedad que se quita con el tiempo”? El PRI podría sobrevivir en Andrés, en mí, en ti. En todos.

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