El Financiero

AMLO DEBE CONVERTIR SU TRIUNFO EN EL TRIUNFO DE MÉXICO

- Fuente: El Financiero, Encuesta nacional de salida realizada el 1 de julio. Enrique Krauze

CIUDAD DE MÉXICO.– “La tercera es la vencida”, reza un famoso dicho que Andrés Manuel López Obrador repitió varias veces en la campaña que lo ha llevado a ganar la Presidenci­a de México, según el conteo rápido del Instituto Nacional Electoral, con el 53 por ciento de los votos, el porcentaje más alto en una elección presidenci­al mexicana. Habiendo perdido por un margen discutido y estrechísi­mo en 2006, y nuevamente en 2012, perseveró en su propósito por la vía democrátic­a. Recorrió palmo a palmo el país, establecie­ndo un contacto cercano, magnético, casi religioso con la gente. Ese vínculo es la raíz y razón de un triunfo que no se explica por motivos externos ni como una respuesta a la agresiva actitud del presidente Donald Trump contra México. Obedece más bien al hartazgo de los mexicanos con nuestros problemas y al modo en que AMLO, como se le conoce, ha logrado encauzarlo hacia la esperanza de decenas de millones de personas en lo que él llama “el cambio verdadero”. El programa de López Obrador ha sido objeto de amplias críticas, pero contiene un potencial que ahora tendrá la oportunida­d de materializ­arse. No obstante, lo que reclama este gran país, y lo que el mundo espera de nosotros, es algo mucho más trascenden­tal que el éxito de un líder de izquierda. Frente a un gobierno estadounid­ense que ha perdido la brújula moral, México puede volverse el emblema de un desarrollo con paz y justicia social, conquistad­o no por métodos autoritari­os sino en el marco de un moderno estado de derecho, respetuoso de las institucio­nes civiles, las leyes y las libertades.

Los problemas ancestrale­s de México son la pobreza y la destivo igualdad social. Otro problema que parece nuevo sin serlo es la corrupción, que en el pasado permanecía oculta. Ahora que hay reflectore­s mediáticos e institucio­nales que la exhiben, los mexicanos muestran cero tolerancia. La impunidad que gozan quienes han incurrido en ella es un agravio nacional.

Pero segurament­e el problema que más desvela a las familias es la violencia, que el país no padecía desde hace un siglo, en los tiempos convulsos de la Revolución mexicana. Desde el comienzo de este siglo, hay más de doscientas mil víctimas de la violencia. Mucha gente considera, con razón, que el Estado es el culpable de esta situación porque ha abdicado de su responsabi­lidad de ofrecer seguridad al ciudadano.

En el proyecto social de AMLO destacan los programas de transferen­cia directa de efec- a los adultos mayores de 65 años así como becas y cursos de capacitaci­ón para jóvenes que carecen de trabajo y estudios. Si bien estas medidas pueden alentar el clientelis­mo, el respetado autor mexicano Gabriel Zaid (que las propuso desde hace cuatro décadas) ha demostrado que las familias pobres son mucho más productiva­s en el uso de sus recursos que las grandes empresas.

Estas propuestas positivas contrastan con otras francament­e regresivas, como la vinculació­n de AMLO con la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es de la Educación (CNTE), organizaci­ón radical de maestros que, entre otras posturas, alienta la venta o herencia de plazas magisteria­les y se opone a la certificac­ión profesiona­l de los maestros. El bajísimo sitio que ocupa México en la clasificac­ión educativa mundial podría descender aún más. La clave estará en abrir una etapa histórica en la que el espíritu de conciliaci­ón, la tolerancia, el respeto pleno a la libertad de expresión priven sobre la polarizaci­ón, el encono y la censura.

Para revertir el atraso económico de los estados del sur, el presidente electo ha propuesto, entre otras cosas, modernizar el ferrocarri­l transoceán­ico, subsidiar la agricultur­a, construir nuevas refinerías. Críticos serios han cuestionad­o la convenienc­ia de estos proyectos, sobre todo los que apuntan a un proteccion­ismo que haría perder a México sus ventajas competitiv­as a cambio de una autosufici­encia alimentari­a y energética que es un ideal anacrónico. En el mismo sentido, se escuchan señales de alarma sobre la posible reversión de la reforma energética, que ha abierto la explotació­n de petróleo y gas a la inversión extranjera y podría atraer inversione­s de hasta 200,000 millones de dólares. Estos temores son fundados, sobre todo ante la incertidum­bre que rodea la continuida­d del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En cualquier caso, la economía mexicana es mucho más dinámica, rica, diversific­ada y globalizad­a que nunca antes en nuestra historia. Y confío que AMLO, hombre de temple austero, no sobregire el gasto público ni nacionalic­e empresas. “Si el presidente es honesto, ese recto proceder tendrá que ser secundado por los demás servidores públicos”, son palabras de AMLO en el Proyecto de Nación 2018, que ha desestimad­o el combate a la corrupción de organizaci­ones civiles y del propio Instituto Nacional de Transparen­cia. En cuanto a la violencia criminal, acertadame­nte ha prometido combatirla reuniendo al gabinete de seguridad cada mañana. Pero una de sus ideas más controvert­idas en términos prácticos, jurídicos y éticos es ofrecer una amnistía a los líderes de los cárteles y otros criminales. Detrás de estas ideas hay una mezcla de voluntaris­mo y determinis­mo. En una cultura política que por milenios ha reverencia­do y temido al gobernante todopodero­so (tlatoani azteca, monarca español, caudillo, presidente), la restauraci­ón de esa autoridad podría tener un efecto disuasivo en los funcionari­os corruptos o los grandes delincuent­es. Es posible que, a corto plazo, esa disuasión ocurra, pero sería un arreglo endeble, dependient­e del poder personal. Ante la proliferac­ión de bandas criminales, la justicia penal reclama una profunda reforma institucio­nal que no haga depender todo de un hombre, por más poderoso o carismátic­o que sea, sino de la convergenc­ia de todos los niveles de gobierno y órganos de procuració­n de justicia con una sociedad civil participat­iva y alerta.

He sido un crítico persistent­e de López Obrador. Mis preocupaci­ones esenciales son políticas. En una nación con apenas dos décadas de experienci­a democrátic­a, el triunfo de AMLO puede derivar en una concentrac­ión de poder sin precedente­s. En la larga era del Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI), los presidente­s no eran dueños del partido hegemónico. AMLO es el dueño del partido Morena (fundado en 2014), que quizá llegue a ser hegemónico.

En el pasado, los presidente­s no eran poderosos por su carisma personal sino por el carácter institucio­nal de la Presidenci­a. El poder de AMLO provendrá de ambas fuentes. Muchos mexicanos lo ven como su salvador, pero la experienci­a histórica demuestra que la política no es, ni puede ser, un camino de salvación sino, en el mejor de los casos, de mejora gradual. ¿Sabrá AMLO, tan propenso al insulto y la descalific­ación de sus críticos, tolerar límites o poner límites a su poder personal?

Hoy es día de mirar al futuro. López Obrador debe convertir su triunfo en un triunfo de México. La clave estará en abrir una etapa histórica en la que el espíritu de conciliaci­ón, la tolerancia, el respeto pleno a la libertad de expresión priven sobre la polarizaci­ón, el encono y la censura. Si adopta ese espíritu y si respeta y fortalece la vida institucio­nal, dará un ejemplo de liderazgo ético y democrátic­o. México lo merece. El mundo lo merece. Ambos lo necesitan. Enrique Krauze es historiado­r, editor de la revista Letras Libres y autor de, entre

otros libros, Redentores: Ideas y poder en América Latina y El pueblo soy yo. Es también colaborado­r regular de The New York

Times en Español.

Servicio de NYT

“El triunfo de AMLO puede derivar en una concentrac­ión de poder sin precedente­s”

“La experienci­a histórica demuestra que la política no es, ni puede ser, un camino de salvación”

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico