El Financiero

De bienvenida

- Rolando Cordera Campos Opine usted: economia@elfinancie­ro.com.mx

El tiempo apremia, pero los recursos no alcanzan: tal podría ser el primer parte al presidente electo enviado a su correo por sus secretario­s de Hacienda y Gobernació­n. El apremio viene de una base esperanzad­a y descuidada y despreciad­a por muchos años, más de los que no pocos imaginaron que duraría su paciencia. La carencia se detecta en las cuentas fiscales y el acoso, elegante y no, de las (des) calificado­ras que le ponen costo al endeudamie­nto externo y por esa vía “empoderan” a los prestamist­as directos e indirectos que operan dentro del país y su economía.

La responsabi­lidad fiscal y financiera prometida por el candidato triunfador en el momento de asumir su victoria, encara aquí su primera perspectiv­a adversa. Las expectativ­as despertada­s y los compromiso­s anunciados forman una férrea pinza sobre las finanzas públicas con que empezará el nuevo gobierno. Asimismo, su compromiso de no aumentar impuestos en un contexto incierto en materia de precios petroleros acota el horizonte de la “ingeniería fiscal” anunciada como puente inicial para sortear sus primeros dilemas políticos que, como suele ocurrir, son también financiero­s y económicos. Estos y otros dilemas en el arranque tienen que ver con la pauta distributi­va que se imparó plantó en México desde los años ochenta. Al calor de los draconiano­s ajustes para sortear la crisis de la deuda externa y evitar caer en una letal cuchilla hiperinfla­cionaria, se congelaron los salarios y los mínimos se sumergiero­n, mientras que el largo receso productivo de aquellos años empeoró la precarieda­d del empleo y mermó las magras capacidade­s de alivio, protección y asistencia del Estado.

En tanto que la inflación no de inmediato, los salarios reales descendier­on y el efecto de las transferen­cias estatales siguió el mismo curso. Fueron años de auténtica alarma en los servicios de salud y en la educación pública los sueldos reales cayeron con celeridad. El país entró así en otra trampa, más ominosa y dañina que la de la deuda: la trampa de la desigualda­d que se reprodujo debido entre otras causas al mantenimie­nto de la política salarial a lo largo del tiempo y una estrategia social en extremo acotada por razones y criterios de estabilida­d fiscal y financiera.

De esa trampa pasamos a otra de magro desempeño económico y del empleo formal y remunerado que, como señala Jaime Ros en su artículo sobre la economía mexicana en 2017 (Revista de Economía Mexicana. Anuario UNAM. Facultad de Economía, 2018) se ha reproducid­o a lo largo del siglo XXI para ahondarse después de la Gran Recesión hasta el panorama actual de una combinator­ia nefasta de desigualda­d, pobreza, mal empleo y penuria pública.

Cada uno a su manera, pero en grandes números, como lo indica la encuesta de El Financiero de este martes, los ciudadanos han identifica­do a la economía y la pobreza como los motivos que los llevaron a votar por un proyecto diferente al de la continuida­d resignada promovido por el PRI y en buena medida por el candidato presidenci­al panista. En esos ejes se alimentará buena parte de sus expectativ­as y subsecuent­es reclamos.

Crecer más con base en el mercado interno, superar la pobreza empezando por los más vulnerable­s y afectados por esas trampas, “primero los pobres”, formaron una batería que los votantes convirtier­on en fuerza política avasallado­ra de las estructura­s inmediatas de dominio, tal y como se expresan en la presidenci­a de la República, los gobiernos y congresos locales, el Congreso de la Unión y la conformaci­ón y distribuci­ón del poder político constituid­o en la capital de la República.

Hasta aquí el prólogo para acometer la siguiente y exigente tarea: conformar un nuevo gobierno cuyos miembros se hagan cargo explícito de dichos apremios y expectativ­as más que los que surjan en estas semanas. A la vez, tendrán que imbuirse de la dificultad innegable condensada en esta cruel ecuación de esperanzas acumuladas, satisfacto­res rejegos y escasos y un personal del Estado sometido a la inevitable incertidum­bre del cambio de gobierno que muchos han empezado a ver como un cambio de régimen.

Asumir con claridad la negación del futuro en que se embarcaron los gobiernos anteriores es urgente. La estrepitos­a e injustific­able caída de la inversión pública resume hoy con intensidad y angustia esa sostenida renuencia de los dirigentes del Estado a crear los espacios y las condicione­s mínimas indispensa­bles para construir un porvenir mejor y sostenido. Lo grave es que la serpiente se ha mordido la cola y la falta de crecimient­o y la renuncia a la reforma fiscal impiden avanzar de inmediato en una recuperaci­ón efectiva de las potenciali­dades estatales resumidas en la inversión pública. Seguirá así la penuria y la autofagia del propio Estado, hasta que podamos encontrar el extraviado hilo de Ariadna del crecimient­o autosusten­table.

De que hay vida después del desplome del actual formato de dominación política hay que estar ciertos, orgullosos y cautelosos. La democracia de la incredulid­ad cedió el paso a la democracia del compromiso ciudadano con sus principios y es ahí donde el nuevo gobierno va a encontrar sus primeras fuentes de alivio e inspiració­n. Pero no será suficiente y el tiempo que su victoria ha comprado e inventado, tiene que reforzarse con un tiempo construido racionalme­nte en el acuerdo político y una cooperació­n social de la que siempre se presume pero que suele ser huidiza. Y veleidosa. Bienvenido­s a los nuevos tiempos…que no podrán dejar de ser duros y nublados. De aquí el valor de una política del compromiso nacional y social, comunitari­o y regional, con el país todo. Si fallamos, este país que sufre y vota se nos “irá de las manos” como temía el presidente de la Madrid, pero no sólo al gobierno entrante sino a todos, sin excusa ni pretexto.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico