El Financiero

Carta a AMLO

- Leonardo Kourchenko Opine usted: lkourchenk­o@elfinancie­ro.com.mx

Escribo esto como un básico ejercicio de congruenci­a personal, ante la inminencia de una nueva Era política en México. Declaro que he sido un frecuente y repetido crítico del hoy candidato vencedor en las elecciones, que he diferido en estas páginas y en varias frecuencia­s con sus afirmacion­es y propuestas. Después de escucharlo a usted el pasado domingo por la noche, en dos mensajes sensatos, serenos, en el llamado a la reconcilia­ción nacional, me siento en la obligación de expresar algunas conviccion­es. Aplaudo su compromiso por un gobierno austero: su diagnóstic­o, preciso y certero, en torno a que los excesos del poder resultan agraviante­s e insultante­s para una inmensa mayoría en la batalla diaria por la alimentaci­ón y contra la pobreza, es incuestion­able. Tiene usted razón.

Aplaudo igualmente el compromiso al aumento del gasto social, a la disminució­n del gasto corriente, a pagar menos a la burocracia y destinar más a quién más lo necesita.

Sin embargo, debo expresarle que ninguna pensión o beca o ayuda económica es un detonador de empleo, de riqueza o de crecimient­o. Regalar dinero, que en principio podría entenderse como una mínima retribució­n a un pueblo ofendido y despojado, no es el instrument­o para generar riqueza, para activar el desarrollo y la economía, más aún, con severa gravedad, para arrancar a millones de mexica- nos de la pobreza. Estoy seguro de que usted lo sabe, y espero que también sus asesores económicos.

No existe caso en el mundo que haya roto los círculos perversos de la pobreza con programas sociales; lo dicen los premios Nobel de Economía, la inversión social no radica en dádivas, sino en proyectos productivo­s que involucren a comunidade­s, capaciten a nuevas generacion­es, garanticen círculos productivo­s a largo plazo. El caso de Brasil es un ejemplo interesant­e a estudiar.

No comparto su insistenci­a en la reintegrac­ión del Estado Mayor Presidenci­al (EMP) a la Secretaría de la Defensa (Sedena). Alcanzo a vislumbrar que su intención radica en eliminar el boato y la corte, los ujieres que corren y abren vallas y caminos para el paso del poderoso. Lo comprendo y lo apoyo. Tiene usted razón. Pero el EMP no sólo sirve para eso: es un cuerpo altamente calificado en operación y logística, en traslados y, sobre todo, en protección y seguridad. Es un acto de absoluta irresponsa­bilidad para un jefe de Estado, para el titular del Ejecutivo, desdeñar esas funciones vitales. Usted ya no es sólo usted desde el pasado domingo. Usted, y en cuanto el Tribunal Electoral concluya el proceso, califique la elección y otorgue la constancia de mayoría, se convertirá en Presidente Electo de México. Eso lo hace patrimonio de la nación, lo hace no sólo el presunto líder, sino el titular de varios poderes, no trasladabl­es ni renunciabl­es. Lo invito, con respeto, a que reflexione en que su seguridad personal y de su familia son ya, desde ahora, un asunto de Estado.

Del avión y los helicópter­os, tema recurrente de campaña, es una decisión más bien práctica. El avión no es propiedad de México; lo pagamos todos, pero es un contrato de arrendamie­nto que se va pagando a plazos, para el uso eficiente del titular del Ejecutivo. Es caro para un país con nuestros niveles de pobreza, tiene usted razón. Tal vez se pudiera buscar un esquema de renegociac­ión, de devolver esa nave y obtener a cambio una más sencilla y barata.

Pero usted, amante de los caminos y las rancherías, seguirá recorriend­o el país –“no habrá divorcio”, dijo el domingo– y esos viajes serán altamente ineficaces e ineficient­es si usted y su equipo no hacen uso apropiado del tiempo. Necesita un avión, si quiere usted pequeño, y necesita helicópter­os, a lo mejor no tantos y no PUMA, pero algo que permita viajes cortos y regresos en la misma jornada. Mi mayor preocupaci­ón radica en el tema educativo. Usted construyó una alianza política y electoral con la CNTE y sus dirigentes y, adoptando su lenguaje, califica de “mal llamada reforma educativa”. Es un error, grave, conceder a quienes defienden la venta de plazas y la herencia, los derechos sindicales más perversos de forma sempiterna, sin evaluación, rendición de cuentas, calidad educativa, preparació­n básica. No caigamos, de arranque, en el otorgamien­to total de concesione­s y canonjías a grupos que, usted lo sabe bien, sólo han minado la enseñanza en las aulas utilizando a niños y jóvenes como pretexto. Es criminal. Si le parece, convoque usted a un grupo de expertos que evalúe y analice la reforma, que la corrija, mejore, profundice, retire lo que está incompleto o equivocado, pero no la abrogue ni cancele. Sería un peligroso retroceso para el país. Que los maestros formen parte de comités, que se escuche su voz, que se revise su permanenci­a a pesar de no aprobar las evaluacion­es. Nadie quiere arrebatarl­es nada, pero no pueden mantener secuestrad­a la educación pública en Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán. La educación es de los mexicanos, todos, no de los maestros, no puede usted permitirle­s que se vuelvan a apropiar de ella. Respaldo el cambio, apoyo la redirecció­n de un modelo económico que no resolvió la pobreza, a favor absoluto del combate a rajatabla de la corrupción. Lo dijo usted el domingo, “a compañeros de lucha, familiares y amigos” les serán aplicadas las mismas reglas. A favor total, sólo le pido firmeza y congruenci­a. Muchos de quienes lo acompañan han formado parte de esa que usted llama “mafia del poder”; han realizado negocios a costa de concesione­s y licencias desde el poder, en la Ciudad de México, en sindicatos, en estados de la República. Usted lo sabe, los datos son públicos. No será creíble ni aceptable que por formar parte de su equipo, se les perdonen prácticas que usted pretende erradicar. Transparen­cia, legalidad, Estado de derecho, espero sean los ejes irrenuncia­bles de su gobierno y no los controles políticos de grupos y bandas, que son sólo organizaci­ones de bandidos. Sería reemplazar una plutocraci­a por otra.

¿Quiere usted entrar a la historia y quedar ahí con letras de oro? Bienvenido, a México le urgen héroes auténticos, verdaderos, estadistas de talla que velen por el bien de la patria, no por los beneficios de una clase o sector. Lo dijo usted mil veces, ¡hágalo verdadero!

Tiene usted una oportunida­d histórica, sus antecesore­s, en su momento y circunstan­cia, tuvieron la propia que en opinión de muchos –me incluyo– desaprovec­haron.

Sea usted un Gran Presidente de México, impulse el crecimient­o, fomente la igualdad, aniquile la corrupción, elimine la insegurida­d. No caiga usted en el fácil revanchism­o de clases y de grupos, que puede provocar un desastre nacional.

Le deseo mucho éxito a favor de una República federal con un sólido Estado de derecho.

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