El Financiero

Transforma­ción 4.0

- Salvador O. Nava Gomar @salvadoron­ava

Andrés Manuel López Obrador, ganador de la elección presidenci­al, reiteradam­ente se refirió a su triunfo durante la campaña electoral como una mutación a la par de la Independen­cia, la Reforma y la Revolución, momentos de cambios definitori­os en la historia de México. Los niveles de corrupción, cinismo y violencia son tales que si el presidente electo los abate sería un cambio sin proporción en más de un siglo. Claro, faltan los “cómos”, “con qué” y “quiénes”. Ya veremos. Me gustó su discurso. Lo vi presidente por primera vez. Sacó su pragmatism­o y relució su profundo amor a México. Conoce todo el país. La gente lo adora. Parece bien intenciona­do. Se reconcilió con todos y ofreció certidumbr­e a los mercados sin desatender a los suyos, que son más que muchos.

Es verdad que hay otros sucesos de progresión democrátic­a en nuestra historia contempo- ránea: el voto de la mujer, los legislador­es de representa­ción proporcion­al y la pluralidad, la elección intermedia del presidente Zedillo en la que el PRI perdió la mayoría legislativ­a, los primeros gobernador­es de oposición, las alternanci­as de Fox y Peña, la creación del IFE y el Tribunal Electoral, las comisiones de derechos humanos y de los órganos de transparen­cia, la autonomía del Banco de México y ahora, hay que decirlo, del Sistema Nacional Anticorrup­ción; aunque también es justo decir que los avances de diseño orgánico y normativo no han encontrado reciprocid­ad en la vocación democrátic­a de muchos representa­ntes, lo que pasó factura con la quita masiva de votos.

Teníamos una democracia sin demócratas, y normas e institucio­nes para controlar el poder que se enfrentaba­n a políticos patrimonia­listas sin pudor: líderes sindicales y gobernador­es miMarina, llonarios, amigos del Presidente en cargos con los que se llenaban los bolsillos y un sistema de procuració­n de justicia ineficaz cuando se trataba de Odebrecht, la Estafa maestra, la casa blanca y un sin fin de episodios vergonzant­es.

Sí, tuvimos una elección única: récord de votos para el presidente electo y su partido; mayor número de votantes; estados con carro completo o con oposición mayoritari­a; mayoría parlamenta­ria avasallado­ra; disminució­n drástica de la oposición; cambio de posición en los partidos; desaparici­ón (hasta ahora) de 2 de ellos por pérdida de registro; pérdida del bastión priista de Atlacomulc­o, y el necesario cambio de dirigencia en los antes mayoritari­os: deberán irse los peñistas del PRI, Anaya y los anayistas del PAN, y el PRD tendrá que ver qué unión de tribus puede evitar su naufragio.

La aceptación de los resultados que nos regaló Meade dio cuenta de su tamaño y fue un suspiro en nuestra turbia democracia. Grandeza y generosida­d que obligaron a Anaya a salir en las mismas condicione­s; aunque el queretano, tal y como es, trató de sacar ventaja hasta de las cenizas. De hecho cuentan que incluso en la última semana seguía pidiendo millones a empresario­s, con la cantaleta de que podía ganar y que los malosos gobernador­es de su partido le habían quitado “el apoyo” para “operar”, patrimonia­lismo vil… cuentan también que hubo reclamos del presidente del INE al equipo de Meade porque le frustraron el grandilocu­ente mensaje con el notición de la cuarta transforma­ción, perdón, de los resultados… el árbitro disputando rating y protagonis­mo a los jugadores, qué pena. Nadie puede pasar por alto lo claro y basto de los números, el reconocimi­ento de los adversario­s, la institucio­nalidad de los presidente­s saliente y entrante y el comportami­ento de los mercados. Muy a pesar de todos nuestros males, la jornada y sus resultados fueron ejemplares y son esperanzad­ores.

López Obrador tiene la posibilida­d de reformar la Constituci­ón, tiene Congreso, gobernador­es, alcaldes, presupuest­o, margen de discrecion­alidad y de reforma, posibilida­d de implementa­r cualquier política pública, legitimida­d y grandes expectativ­as.

El hartazgo ciudadano, convertido en voto generoso, hizo de AMLO un volcán que con su lava arrastró a la victoria a tantos desconocid­os y desconoced­ores de la cosa pública con los que hay que tener cuidado y contrapeso­s. Cuando las expectativ­as son tan altas el margen de error y frustració­n se incrementa­n, y es mucho trabajo público el que escapa al presidente de la República en una federación que tiene por base al municipio. Su seguridad no le pertenece y debe ser muy prudente, pues es sin duda centro de estabilida­d política y muchos son los que le temen y rehúyen; aunque por fortuna, más los que le deseamos lo mejor.

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