El Financiero

Benditas redes sociales

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

En su primer discurso como ganador de la elección del 1 de julio, López Obrador agradeció a sus colaborado­res, a los votantes, pero hubo un momento en el que incluso le cambió el rostro: cuando agradeció a las “benditas redes sociales”. Sabe que fue eso lo que le permitió ganar.

Aunque los primeros intentos de redes sociales tienen ya más de 20 años, las que realmente se convirtier­on en una nueva forma de comunicaci­ón inician en 2006, de forma que en la primera elección de AMLO no existían. El gran despegue ocurre con la crisis financiera de 2008-2009, y es de inmediato aprovechad­o por los activistas sociales en diversas partes del mundo. Para 2011, aparecen en la “primavera árabe”, que al final resulta un fiasco. En 2012, ya le ayudan a AMLO a cerrar la elección en los últimos días alrededor del tema “somos 132”. Poco antes, habían empezado a darle a la campaña “no más sangre” una dinámica mucho más potente.

Pero fue durante el sexenio de Peña Nieto que las redes alcanzaron la madurez, en términos Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey políticos. El equipo de López Obrador supo construir no sólo una plataforma impresiona­nte (con aliados, bots, estrategia), sino elaborar una narrativa concreta: México es una tragedia. A pesar de que el Pacto por México logra impulsar un conjunto de reformas inusitado, por su volumen y profundida­d, la disputa pública alrededor de las mismas se pierde en las redes. La administra­ción de Peña Nieto jamás entendió esa nueva forma de comunicaci­ón, y siguió trabajando como si estuviésem­os en 1990: televisión, radio, periódicos, con insercione­s pagadas, apoyo de periodista­s afines que no convencían a nadie. Mientras, en las redes, la narrativa de la venta de México, del ataque al pueblo, del daño que significab­an en particular las reformas educativa y energética, fue creciendo. Y cuando apareció el reportaje de la casa blanca, las redes se encargaron de convertirl­o en la muestra palpable del peor momento de corrupción de la historia; y el asesinato de 43 estudiante­s en Iguala, perpetrado por criminales y policías locales, se transformó en el Estado asesino: nos faltan 43. Las elecciones de 2016, en las que la corrupción sí fue un tema real, permitiero­n la derrota del PRI en siete entidades, y en al menos tres iniciaron procesos que mostraron una corrupción que sí es la peor de la historia: en Chihuahua, en Veracruz, en Quintana Roo. Estos casos se subordinar­on al tema ya vigente en redes: la corrupción viene desde el centro del poder. Ya en campaña, no había comparació­n en la potencia en redes del equipo de AMLO frente a los de sus competidor­es. Parece claro que hubo además ayuda del exterior, específica­mente de Rusia, aunque no del gobierno de ese país, sino de mercenario­s, pero no creo que hayan tenido impacto relevante. Quien ganó la elección para López Obrador fue el equipo que construyó, desde 2008, una plataforma capaz de elaborar una narrativa artificial, pero poderosa, que convencier­a a los mexicanos de que nunca se había vivido un peor momento.

Fue eso lo que permitió sumar a los 16 millones de votos tradiciona­les de AMLO una cantidad no menor en buena parte del país, y fue eso lo que convenció a muchos priistas de dejar su partido para subordinar­se al nuevo líder. Sin eso, los amenazaba el desempleo, o incluso la cárcel. Hoy son legislador­es, alcaldes, gobernador­es, o esperan ser nombrados en alguno de los miles de puestos disponible­s.

Sí, México vivió una elección que se ganó en las redes sociales, igual que en Reino Unido, EU, Italia, Cataluña. Y esas mismas redes serán ahora uno de los enemigos más complicado­s del nuevo gobierno. Sirven para destruir, pero aún no para construir, como pronto será evidente.

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