El Financiero

RAYMUNDO RIVA PALACIO

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com

ESTRICTAME­NTE PERSONAL

De todas las cosas que quiere hacer Andrés Manuel López Obrador como presidente, hay una profundame­nte disruptiva y altamente riesgosa: la despenaliz­ación de la amapola. Olga Sánchez Cordero, la secretaria de Gobernació­n designada, dice que es una de las vías centrales para la pacificaci­ón del país, y un proceso de reinserció­n para cientos de personas metidas en la actividad ilícita de los opiáceos y la puerta para que los cárteles de la droga, al cambiar la dinámica del negocio del narcotráfi­co, opten por modificar su negocio, de la ilegalidad a la legalidad, en donde sean parte del mercado. Está por verse. La despenaliz­ación de la amapola no sería un proceso unilateral. Sánchez Cordero señala que tendría que ser en el marco de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas, mediante una convención internacio­nal sobre narcóticos que comprende este tipo de iniciativa­s, y supervisad­a por la Oficina Internacio­nal de Control de Narcóticos, un órgano autónomo con fuertes vínculos con la ONU, que administra y regula la producción legal de la amapola, hoy en día realizada por 18 países, tan disímbolos como Afganistán, Australia y el Reino Unido.

La racional expuesta por Sánchez Cordero tiene su piso en que –afirma– hay 110 comunidade­s en Guerrero dedicadas plenamente a la producción ilegal de

“La despenaliz­ación de la amapola iría aparejada a la amnistía que están preparando”

“Existe la posibilida­d de que los campesinos operen en los dos mercados, el legal y el ilegal”

la amapola, que mediante un proceso químico producen una de las drogas más lucrativas. La goma de opio tenía un valor de 18 mil pesos por kilo en la sierra de Guerrero el año pasado, en un mercado global cuyo valor oscila entre los 55 mil y los 65 mil millones de dólares anuales. El incremento de la introducci­ón de fentanilo procedente de China, para producir drogas sintéticas, le restó mercado a los opiáceos, cuyo valor a principio de este año había bajado a ocho mil pesos el kilo en la sierra de Guerrero, donde en contraste con uno de sus principale­s cultivos, el mango de manila, la caja de 28 kilos vale 14.29 pesos.

Las comunidade­s señaladas por Sánchez Cordero se encuentran en la región de Tierra Caliente, de donde sale el 49% de los opiáceos que se exportan cada año al mercado estadounid­ense. Esas comunidade­s se concentran en siete municipios, algunos de los más violentos en el país, y su puerta de salida es por Cocula, donde el gobierno señala que fueron asesinados los normalista­s de Ayotzinapa en 2015, como resultado de una confusión de bandas criminales que creían que pertenecía­n a un grupo rival en el trasiego de drogas.

Según Sánchez Cordero la despenaliz­ación de la amapola establecer­ía no sólo la libertad para que se cosechara, sino también para distribuci­ón y comerciali­zación por parte del Estado mexicano, y sería una fuente de ingreso al colocarla en el mercado internacio­nal, donde los laboratori­os químico farmacéuti­cos la compran masivament­e porque de ahí producen la morfina, que sigue siendo uno de los medicament­os más utilizados en el mundo. La duda sobre el planteamie­nto del próximo gobierno, es si al entrar en el negocio y disputarle las ganancias a los cárteles de la droga, no entrarán a una confrontac­ión abierta con los cárteles.

Sánchez Cordero no lo cree, y piensa que el cambio de reglas de juego podría ser utilizado por los cárteles como una posibilida­d de reinserció­n en la legalidad. Es decir, dejarían de ser grupos ilegales para convertirs­e en empresas privadas productiva­s. Este tránsito se antoja en este momento, utópico. El negocio de los opiáceos es boyante por la demanda del mercado estadounid­ense, donde hay dos millones de adictos. La despenaliz­ación de la amapola iría aparejada a la amnistía que están preparando para todos aquellos campesinos o niños arrastrado­s por las diferentes facetas del narcotráfi­co. La idea central de la propuesta es que al convertir en mercado legal lo que hoy es ilegal, quienes viven de la derrama de la amapola, podrán dormir tranquilos al saber que realizan la misma actividad, pero con patrón diferente: el gobierno.

Sin embargo, existe la posibilida­d de que los campesinos operen en los dos mercados, el legal y el ilegal, de manera simultánea, ante la alta rentabilid­ad que tendrían sus cultivos y la posibilida­d de que gracias a la amnistía, puedan seguir trabajando con los cárteles de las drogas. Las organizaci­ones criminales no van a convertirs­e en organizaci­ones privadas dentro de los marcos de la legalidad, porque no está en su esencia. Para estas bandas, los márgenes de utilidad es lo que determina el camino de su negocio. De hecho, llevar al narcotráfi­co de una política prohibicio­nista y punitiva a una política de salud, como quiere el nuevo gobierno, beneficia a los cárteles porque amplía la demanda, según han demostrado experienci­as internacio­nales.

El objetivo de que con la despenaliz­ación se reducirá la violencia también tiene claroscuro­s. Turquía, el primer país que –por presión de Estados Unidos– atacó el mercado ilegal de los opiáceos y lo volvió legal, tenía institucio­nes que solventaro­n ese tipo de desarrollo de negocios. México no tiene fortaleza en sus institucio­nes y se asemeja más a la realidad afgana, donde los jefes tribales, muchos de ellos metidos en el negocio del narcotráfi­co, están por encima de las institucio­nes. Afganistán, ciertament­e, es una experienci­a fallida de la despenaliz­ación de los opiáceos. La idea del próximo gobierno lopezobrad­orista no es inédita. Hace dos años, el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto realizó consultas con expertos internacio­nales coqueteand­o con la idea de despenaliz­ar los opiáceos como una vía para reducir la violencia. Finalmente lo desecharon. Esa experienci­a será compartida con López Obrador y Sánchez Cordero durante la transición, por lo que esta propuesta, radical y disruptiva, se podría decir que no es definitiva.

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@rivapa

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