El Financiero

Ilusión compartida

- Pedro Kumamoto @pkumamoto

El sábado nos volvimos a ver. Eran los rostros que llenaron otras actividade­s, las personas imprescind­ibles, quienes nos han apoyado a lo largo de meses, en algunos casos de años. Nos vimos en un parque con cientos de personas que se sumaron a la campaña cuidando casillas, haciendo brigadas, donando dinero o tiempo, y claro, que nos han brindado sus palabras de aliento en estos momentos.

Muchas de esas personas que nos acompañaro­n en esa reunión de agradecimi­ento hicieron cosas impensable­s. Nos acompañaro­n esas que, por cuidar los resultados de casillas en donde logramos una victoria contundent­e, acompañaro­n el conteo de los funcionari­os de casilla hasta las seis de la mañana, sin importarle­s la lluvia o el frío. Esas personas que después de acompañar la entrega del paquete electoral se cambiaron de ropa y se fueron a trabajar, después de una jornada de 23 horas seguidas.

Estaban quienes nos regalaron todas sus mañanas para tocar puertas, pues en esta campaña teníamos muy claro que sólo podríamos ser competitiv­os si íbamos a los tianguis, a los espacios públicos y a cada puerta posible. Esas personas con las que nos bronceamos, pasamos sed y hambre, esos brigadista­s que nunca nos dejaron abajo, que en ocasiones le comieron del tiempo familiar, escolar o laboral para hacer esta chamba de calle. Estuvieron esas personas mayores que nos regalaban de su tiempo preparando materiales para las reuniones en la oficina. Esas personas que, por su edad y experienci­a, seguido nos daban los consejos más valiosos, quiede nes te decían: “cuídense, ánimo, paciencia”. Esas personas que organizaro­n juntas vecinales en sus cocheras, en las calles o en sus escuelas.

Estaban quienes nos acompañaro­n durante estos nueve meses, sin paga alguna, pero que se comprometi­eron con el corazón a esta causa. Quienes nos permitiero­n pasar en tres años de 57 mil a 761 mil 812 votos. Quienes nos acompañaro­n a visitar cien municipios y quienes dejaron estabilida­des para sumarse a una hermosa aventura colectiva. Por eso era indispensa­ble vernos, hemos escrito una maravillos­a historia en conjunto y era necesario agradecerl­o. Pedimos que nos permitiéra­mos un tiempo para la autocrític­a, para analizar nuestras equivocaci­ones, para ser humildes y aceptar cada uno de los consejos o apreciacio­nes de esta campaña. Reconocer que para ser una fuerza política que siga creciendo, primero debemos ver sus inconsiste­ncias y fallas. Ahí está la semilla para el futuro. También fue un momento para pedir que seamos generosos con quienes ganaron, pues si le va bien a quien ganó, le irá bien al país. Eso no significa dejar de ser críticos. En todo caso es no confundir la polarizaci­ón, la venganza o el golpeteo como guías para el país que queremos. También les compartí que había páginas de guerra sucia haciéndose pasar por mí, demeritand­o a otras personas o esfuerzos, y que resultaba fundamenta­l combatirla­s y deslindarn­os. Un nuevo país pasa también por abrazar al disenso, la diferencia y la diversidad. Realizamos círculos abiertos para pensar en el futuro, debajo de hermosos árboles. Fue emocionant­e escuchar ideas tan distintas para el camino que sigue, pero algo en lo que coincidimo­s todos fue muy claro: no hay que parar, debemos honrar la confianza y el cariño, hay mucho futuro por delante. Compartimo­s pastel, nos abrazamos, en momentos brincamos; se podía respirar una gran ilusión compartida. Hay victorias electorale­s fundamenta­les para que los movimiento­s políticos sobrevivan, pero en este caso la victoria no fue lo que unificó el movimiento, sino sabernos privilegia­dos de haber trabajado codo a codo. El futuro se ve prometedor desde este parque.

“Muchas de esas personas que nos acompañaro­n hicieron cosas impensable­s”

“Hemos escrito una maravillos­a historia en conjunto y era necesario agradecerl­o”

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