El Financiero

La derrota de Anaya

- Jaime Sánchez Susarrey @sanchezsus­arrey

Imposible soslayar la importanci­a que tuvo la ofensiva de Peña Nieto contra Anaya, mediante la PGR. Pero asumiendo ese hecho, la magnitud de la derrota del candidato del Frente se explica por una pésima campaña.

No se puede ganar una elección si no se identifica al adversario y, además, se abre un segundo frente innecesari­o. Anaya decidió, en los hechos, no sólo no tocar a AMLO, sino enfocar todas sus baterías contra Peña Nieto, quien no estaba en la boleta.

No se puede ganar una campaña si no se cuenta con un equipo altamente eficaz e inteligent­e, responsabl­e de delinear la estrategia y corregirla día a día. El cuarto de guerra de Anaya fue ineficaz y complacien­te con sus propios errores.

No se puede ganar una campaña si el candidato a la Presidenci­a no asume la responsabi­lidad y el liderazgo de su partido o coalición. Ricardo Anaya no lo hizo. Se sometió a una dirección colegiada, integrada por Santiago Creel, Jorge Castañeda, Agustín Basave, Dante Delgado y Damián Zepeda.

Dicho de otro modo, Ricardo Anaya se comportó como primus inter pares. No se atrevía a tomar posición frente a temas cruciales ni esbozar nombres de futuros integrante­s de su gabinete, so pena de ser reprendido por el comité central de la campaña. No se puede ganar una campaña si no se enarbola un programa puntual con prioridade­s muy claras. Anaya fue confuso y difuso: arrancó con el Ingreso Básico Universal, que luego abandonó. Postuló una Comisión Internacio­nal de la Verdad que no interesaba a nadie, como no fuera alguno de su entorno más cercano. Y defendió el gobierno de coalición como panacea de eficacia y gobernabil­idad. No se puede ganar una campaña si se eligen mal los aliados y las batallas que hay que dar. La integració­n del PAN en el Frente por México, junto con el PRD y Movimiento Ciudadano, fue costosa (en candidatur­as a senadores y diputados) y cero redituable en votos.

No se puede ganar una campaña si no se cohesiona al partido en torno a un liderazgo y un programa. Anaya no logró ni lo uno ni lo otro. Entre otras cosas porque no había programa, ni consenso panista acerca del Frente y fracturó el entendimie­nto con Margarita Zavala y los calderonis­tas.

No se puede ganar una campaña si se desperdici­a uno de los pocos instrument­os que tenía para hacer propaganda e informar a la ciudadanía. Ni el PAN ni el PRD ni Movimiento Ciudadano aprovechar­on los spots en radio y televisión para acompañar a su candidato.

No se puede ganar una campaña si se apuesta, como eje central, a ganar tres debates para catapultar al candidato. De entrada, porque el efecto de los debates es incierto. Y, en segundo lugar, porque el formato puede impedir que haya un ganador definitivo, como claramente ocurrió con el último encuentro en Mérida.

No se puede ganar una campaña si se no entiende la dinámica del conflicto y lo que Mao llamaba la contradicc­ión principal. En el primer debate, AMLO estaba exhausto, contra las cuerdas, a punto del colapso, pero, justo en ese momento, Anaya interpeló a Meade y se armó la tremolina, permitiend­o al candidato de Morena recuperar el aliento y la compostura. Sin embargo, ni el cuarto de guerra ni el propio candidato del Frente entendiero­n lo que pasó esa noche ni en el resto de la campaña.

No se puede ganar una elección si una estrategia errónea se repite una y otra vez hasta que concluye la jornada electoral. AMLO declaró que no procesaría a EPN. Anaya tomó la bandera y prometió encarcelar­lo. Los números de las encuestas no se movieron a favor del candidato del Frente ni contra López Obrador. Pero ni Anaya ni el comité central tomaron nota. Resumo: Anaya hizo una pésima campaña. Por eso los 10 puntos de diferencia, a principios de año, se transforma­ron en 30, el primero de julio.

Sin embargo, en el comité central prevalece una suerte de consuelo: perdimos, pero el PRI quedó en tercer sitio y está condenado a desaparece­r. A final de cuentas, el verdadero enemigo de su campaña fue EPN y el tricolor. Se batieron por el segundo lugar y… lo obtuvieron. Ahora, Ricardo Anaya debe hacerse cargo de todos esos errores. El PAN es el único partido que puede asumir la oposición a Morena y López Obrador. El cambio y su renovación pasan por la apertura del debate y una nueva dirección partidaria. Tratar de impedirlo sería una grave irresponsa­bilidad.

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