El Financiero

Cambios obligados en el PRI y el PAN

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Ahora más que nunca, lo que queda de los partidos de oposición al nuevo gobierno deben de reinventar­se para ser parte de ese contrapeso que se requiere para contener los excesos, o por lo menos ser los voceros de aquellos mexicanos que desde ahora muestran preocupaci­ón ante el poder casi absoluto que se le dio a Andrés Manuel López Obrador.

En la próxima legislatur­a, como ya se ha dicho hasta el cansancio, serán minoría esas bancadas emanadas ahora de los otrora poderosos, PRI, PAN y PRD, que les tocará tener un roll pequeño pero importante en un Congreso dominado por el nuevo presidente.

Por ello se requiere a la brevedad la recomposic­ión de los partidos políticos que fueron arrastrado­s por el tsunami, y no sólo ponerle curitas al moribundo. Las primeras señales que ha dado el PRI, después de la elección, son ominosas, ya que amenazan con continuar con la actual dirigencia y darle la vuelta a la página de una desastrosa derrota, que los orilla hacia la extinción.

El primer priista del país debe aprender de la derrota, y en primera instancia dejar que fluya el autogobier­no del PRI con una elección democrátic­a, de la cual emane el nuevo Comité Ejecutivo Nacional y su presidente, y con ello fijar el derrotero hacia el futuro, consideran­do si es necesaria la refundació­n o de plano impulsar el surgimient­o de un nuevo partido político.

Para buena parte de la población, el Partido Revolucion­ario Institucio­nal debería desaparece­r en virtud de que sus negativos son inmensos. En contrapart­e, las fortalezas que tanto brillo le dieron en el pasado, se diluyeron, principalm­ente por la corrupción que prevaleció entre militantes connotados, como los gobernador­es que ya están en prisión y otros que seguirán el mismo camino. Claro, hay que decirlo, también se mantienen gobernador­es del PRI en el poder con niveles de aceptación bastante aceptables. Con los resultados en la reciente elección, el tricolor es, dependiend­o de la entidad de la República, la tercera o cuarta fuerza política, aunque hay estados, como Morelos, en los que se desplomó hasta un quinto lugar. Por ello, esa nueva dirigencia debe ser muy autocrític­a para mantenerse en el espectro político por más tiempo del que se augura.

René Juárez Cisneros, por supuesto, no se manda solo, pero debería abrir a la competenci­a interna a todos los cargos de ese partido, y con ello dar un primer paso hacia su refundació­n. Cuántas voces se alzaron en el PRI, luego de su estrepitos­a derrota de 2016, en donde per- dieron siete gubernatur­as. Sin embargo, luego de correr a Manlio Fabio Beltrones todo empeoró con el arribo de un oportunist­a e ineficaz Enrique Ochoa Reza, impuesto por Luis Videgaray, que a la postre le dio la puntilla al partido.

En el PAN llama la atención el cinismo de Damián Zepeda, que lejos de tener un poco de dignidad y vergüenza política, se avienta la puntada de declarar que es necesario mantenerse en el cargo porque hay que defender los triunfos electorale­s que lograron los azules, cuando esto se puede hacer con algún interino o el equipo de abogados y no con él, al que sólo le importó el proyecto político de Ricardo Anaya. En Acción Nacional la rebatinga es intensa y se pondrá al rojo vivo con el paso de los días, si las cosas siguen igual.

Que lamentable papel tuvo Ricardo Anaya al secuestrar la candidatur­a del PAN y aliarse a otros partidos políticos que no aportaron absolutame­nte nada a la causa, al contrario, resultó muy costosa esa coalición perniciosa.

“Las primeras señales que ha dado el PRI, después de la elección, son ominosas...”

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