El Financiero

La guerra contra los fifí

- Juan Ignacio Zavala Opine usted: zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

En su novela Diario de la guerra del cerdo, Adolfo Bioy Casares narra cómo en una comunidad los ancianos se vuelven víctimas de los jóvenes que la han emprendido con violencia contra ellos. Un viejo que vende periódicos es arrinconad­o en un callejón y molido a golpes; cuando algunos de sus amigos lo distinguen, no les queda más que pasar de largo apresurado­s por otros ciudadanos que les dicen que se salven. Un anciano espera el cambio de luz en el semáforo, el joven que se encuentra con su coche atrás de él se desespera por la lentitud del viejo y lo mata. Obtiene la libertad inmediatam­ente. Los viejos ya no pueden caminar por las calles; salir a dar una vuelta es una imprudenci­a, pues son víctimas de actos vandálicos y hasta de asesinatos. La arrogancia de la juventud se impone a la debilidad de la vejez. Los viejos se esconden, no abren la puerta, saben que los metieron en una guerra.

Como toda guerra, comienza con cierta retórica que puede ser contagiosa. En el caso de la novela de Bioy, los atacantes están cansados de las torpezas de los viejos, de sus olvidos, de que generaron ellos la mala situación en que viven ahora y de que estorban a las nuevas generacion­es. No me parece necesario recordar ejemplos por todos conocidos y que no son de ficción. Toda proporción guardada con la ficción del genial Bioy Casares, AMLO y su gente han iniciado su guerra y han definido a su primer enemigo: los fifís. ¿Quiénes son los fifís? Por el momento se acomodan en ciertos medios de comunicaci­ón –particular­mente en Reforma, que ha sido denominada por el líder máximo como prensa

fifí–; es gente con estudios en el extranjero, la mayoría de ellos; por alguna razón no participan en partidos políticos, pero optaron por la trinchera de los medios de comunicaci­ón. En los últimos años han formado organizaci­ones civiles que pretenden supervisar las labores del gobierno y denunciar desvíos y corrupcion­es.

Es cierto que estos oenegeros

fifís se las dan de muy sabelotodo, creen que son los únicos que saben qué es lo que deben hacer; llegaron a tener comportami­entos insolentes con secretario­s y otras autoridade­s, y querían gobernar sin tener votos (ciertament­e un problema). Por supuesto, estas asociacion­es civiles eran –o son, por lo menos

“¿Es necesario acabar con los fifís? ¿La cuarta transforma­ción consiste en la desaparici­ón del otro?”

“Los voceros oficiosos de AMLO han dejado en claro que las ONG fifís, no son la parte toral de la sociedad civil”

hasta el momento–) financiada­s por empresario­s. Se pueden presumir muchas cosas sobre las intencione­s de unos y otros, pero no podemos negar que eran un contrapeso y que obedeciero­n a una terrible inoperanci­a gubernamen­tal. Los voceros oficiosos de AMLO –con permiso, pero sin cargo– han dejado en claro que las ONG fifís, no son la parte toral de la sociedad civil, que esas asociacion­es trabajan para empresario­s y que los empresario­s quieren, por ejemplo, nombrar al fiscal, lo que sería contraprod­ucente, pues sería entregar la fiscalía “a los adversario­s” de López Obrador. En el señalamien­to de estas asociacion­es por parte de los pejistas, destacan académicos y hasta quienes ocuparán puestos de altísimo nivel –quienes dan el banderazo para la estigmatiz­ación. Se entiende que habrá nuevas ONG a las que el gobierno les hará más caso que a las anteriores; se entiende que el gobierno quiera entender con gente diferente a la que operaba de otra manera con otros gobiernos; se entiende que hagan valer el cheque en blanco que le dio el electorado a Andrés Manuel; se entiende que no van a tener oposición, pero lo pertinente es preguntars­e si hay que eliminar todo, si hay que acabar con lo hecho y si la manera de hacerlo es desaparece­r a los otros, a los que piensan diferente, a los que ven el mundo de otra manera. ¿Es necesario acabar con los fifís? ¿La cuarta transforma­ción consiste en la desaparici­ón del otro, en la imposibili­dad de trabajar porque amedrenten a los donantes? ¿O pasará necesariam­ente por la conversión de los fifí a la religión chaira? No son buenas señales.

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