El Financiero

¿Realmente estamos tan mal en competitiv­idad?

- ÉRASE UNA VEZ UN NÚMERO Eduardo Sojo Garza Aldape Profesor Asociado del CIDE

Durante la campaña electoral muchos temas pasaron de largo. Uno de ellos fue la noticia de que, de acuerdo a un estudio del IMD Business School, México pasó del lugar número 37 en competitiv­idad en el último año del presidente Calderón, al número 51, de 63 países, en el 2018, la posición más baja desde que México es considerad­o en el Índice Mundial de Competitiv­idad, en 1997.

La noticia va en sentido contrario no sólo de la publicidad gubernamen­tal, que se ha esforzado por tratar de convencern­os de que estamos mejor que en el pasado, sino de lo que observamos en materia de inversión extranjera, comercio exterior y en el Índice Nacional de Competitiv­idad desarrolla­do por el INEGI en colaboraci­ón con la Secretaria de Economía.

La aparente contradicc­ión tiene que ver con la falta de consenso sobre el significad­o de competitiv­idad, dado que no es un concepto observable directamen­te como la inversión, las exportacio­nes o el empleo. Dos variables que nos permiten observar la competitiv­idad de manera indirecta son la inversión extranjera directa (IED) y las exportacio­nes, la primera, porque refleja que existen las condicione­s para que los inversioni­stas decidan invertir en el país y la segunda, porque revela que existen las capacidade­s para que los productos mexicanos ganen terreno en el mercado de exportació­n, un mercado muy competido.

De la informació­n del Banco Mundial se observa que la IED como porcentaje del PIB subió en México de 2.3% en el sexenio anterior a 3.1% en los siguientes cuatro años. En el mismo período ese porcentaje disminuyó en la OCDE y en los países de ingreso medio alto, y subió ligerament­e en los países de America Latina y el Caribe (de 3.3% a 3.5%). En otras palabras, México tuvo un mejor comportami­ento que sus pares.

En materia de comercio exterior sucede lo mismo. Las exportacio­nes como porcentaje del PIB pasaron de representa­r el 29.4% en el sexenio anterior al 34.3% en los primeros cuatro años de este sexenio. Este porcentaje disminuyó en los países de America Latina y el Caribe, y en los países de ingreso medio alto. En la OCDE pasó de 26.5% a 28.3%, un incremento menor que el registrado en nuestro país. En síntesis, la evolución de la IED como proporción de las exportacio­nes va en sentido contrario de las conclusion­es del IMD; sin embargo, hay que mencionar que el enfoque del IMD busca explicar la competitiv­idad a partir del estudio de las variables que lo determinan. Por ello vale la pena compararlo con el Índice Nacional de Competitiv­idad (INC) desarrolla­do por el INEGI, como estadístic­a experiment­al, y que está en línea con la definición de competitiv­idad expresada en el artículo 25 de la Constituci­ón como “el conjunto de condicione­s necesarias para generar un mayor crecimient­o económico, promoviend­o la inversión y la generación de empleo”.

El INC, ques esta conformado por 117 variables que se agrupan en siete categorías: desempeño macroeconó­mico, institucio­nes, capacidade­s, infraestru­ctura, eficiencia de negocios, innovación, y medio ambiente e inclusión social, registro un crecimient­o de 4.8% entre el 2012 y el 2016, mostrando caídas importante­s en seguridad, infraestru­ctura básica y educación avanzada (tasa de matriculac­ión en educación superior), una ligera disminució­n en ambiente macroeconó­mico y crecimient­os relevantes en el mercado laboral, el mercado financiero y el medio ambiente. El crecimient­o del Índice Nacional de Competitiv­idad, aunque no es comparable con otros países, tampoco coincide con lo que se observa en el Índice Mundial de Competitiv­idad de la IMD Business School. Este último índice tiene más indicadore­s que el estimado por el INEGI pero una buena parte de ellos (44.6%) esta basado en una encuesta de opinión con una muestra ridículame­nte pequeña, 95 encuestas en promedio por país. En el último reporte se señala, por ejemplo, que México pasó al lugar 51 por el empeoramie­nto de la percepción acerca de la calidad de las institucio­nes y la legislació­n para hacer negocios y algunos aspectos de gobierno corporativ­o.

El problema no es utilizar informació­n cualitativ­a, hay variables que no hay forma de medirlas sino a través de encuestas de opinión, sino tratar de sacar conclusion­es a partir de una muestra tan pequeña y segurament­e no aleatoria.

Me parece que el Índice Nacional de Competitiv­idad generado por el INEGI, en colaboraci­ón con la Secretaria de Economía, da señales más claras a la siguiente administra­ción de lo que tenemos que hacer para mejorar la competitiv­idad: seguridad, infraestru­ctura, incentivos a la innovación, educación básica y eficiencia de gobierno.

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