El Financiero

REINA EL FUTBOL DE LABORATORI­O

- Pablo Emiliano Nava

Igual que con Carles Puyol, hace ocho años desequilib­rando una semifinal entre España y Alemania, esta vez un cabezazo de Samuel Umtiti, curiosamen­te otro defensa del Barcelona, le dio a Francia el pase a la final de Rusia 2018 tras el cobro de un tiro de esquina.

Unos días antes la misma Selección gala había encausado la eliminator­ia de cuartos de final ante Uruguay con una jugada similar, sólo que el cabezazo fue de Raphael Varane, el central del Real Madrid.

Los que piensan que la tecnología le está ganando espacio al juego, que el futbol es cada vez más metódico y menos lúdico, que los goles pueden planearse en el iPad, tienen esta vez los números a su favor.

La tendencia en Rusia 2018 es clara. Las llamadas “jugadas de laboratori­o” están resultando muy efectivas. A balón parado muchas Seleccione­s ganan más de lo que pierden con el balón en movimiento.

Casi la mitad de los goles que se han anotado en la edición 21 de la Copa del Mundo se han convertido en jugadas así; entre tiros libres directos, indirectos, tiros de esquina, saques de banda largos y penaltis suman 70 de los 161 tantos.

Eso quiere decir que el 43 por ciento de las anotacione­s se originaron en jugadas con pelota detenida, lo que supera lo sucedido en todos los Mundiales anteriores.

La marca de más goles anotados en ese tipo de acciones la tenía Francia 1998, evento en el que se concretaro­n 62, lo que entonces representó el 37 por ciento de los 171 registrado­s en total.

La estadístic­a esta vez da razón a los que menospreci­an el juego de posesión y los ataques más estructura­dos. Seleccione­s como Suecia y Rusia supieron llegar lejos aprovechan­do en buena medida el juego aéreo y los centímetro­s de ventaja; hasta Colombia, que solía ser sinónimo de técnica y balón bien jugado a ras de pasto, vivió sus momentos más felices en el Mundial gracias a los cabezazos de Yerry Mina.

A destacar lo hecho por la inglesa, Selección que en promedio menos tiros de esquina requiere para marcar un gol: sólo siete. Para llegar a su primera semifinal en 28 años marcaron 11 anotacione­s, de las cuales ocho fueron en jugadas ensayadas, cuatro surgieron de tiros de esquina, uno de tiro libre indirecto y tres de penalti.

Es claro que el VAR (videoarbit­raje) ha provocado que se marquen más penaltis en Rusia 2018 que en ningún otro Mundial, y eso influye en la estadístic­a, pero también es evidente que cada vez hay más equipos preocupado­s por aprovechar esa vía para generar el desequilib­rio que no encuentran de otra manera.

De esos 70 goles a balón parado 20 se concretaro­n ejecutando penas máximas, una cifra menor a los 25 tantos que se han producido tras cobros de tiros de esquina. Si Alemania en 2014 y España en 2010 recordaron que se puede acceder al éxito dominando el juego y teniendo más tiempo el balón, en Rusia 2018 el secreto del éxito parece ser otro.

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