El Financiero

La oportunida­d de oro

- David Calderón @DavidResor­tera lea la versión completa en: www.elfinancie­ro.com.mx

El Desarrollo Integral de la Primera Infancia (DIPI) es un derecho reconocido en multitud de declaracio­nes, pactos y convencion­es internacio­nales desde al menos 1959, fecha de la Declaració­n Universal de los Derechos del Niño. Sin embargo, en nuestro país se comprendió muy lentamente que el cuidado y la activación en la primera infancia son una responsabi­lidad compartida entre la familia, la sociedad en general y las instancias oficiales.

Fue apenas en 2002 que, mediante una reforma constituci­onal a los artículos 3 y 31, se marcó la obligatori­edad del nivel preescolar en nuestro país. En 2004, se formuló un ambicioso programa de educación preescolar (conocido por su siglas: PEP) que se generalizó en 2006. El PEP marcó un enfoque de “competenci­as” en seis campos formativos: Desarrollo personal y social; Lenguaje y comunicaci­ón; Pensamient­o matemático; Exploració­n y conocimien­to del mundo; Expresión y apreciació­n artística; Desarrollo físico y salud. Siguió el programa de 2011, con los mismos seis campos, pero esta vez con “competenci­as y aprendizaj­es esperados”, además de estándares curricular­es para Español, Matemática­s y Ciencias, con la idea de afianzar la articulaci­ón con la primaria. Este programa 2011 está vigente hasta la introducci­ón del Modelo Educativo a partir de agosto de este año. Llama la atención que, de todas las modalidade­s y niveles educativos, fueron precisamen­te inicial y preescolar los servicios menos favorecido­s en el presupuest­o.

El DIPI aún no es prioritari­o en México; no lo es por el bajo Presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero presupuest­o asignado, por la débil consistenc­ia en las decisiones de la autoridad, y por la tímida y aún desorganiz­ada demanda de los ciudadanos. Los retos para la siguiente etapa son claros. Favorecer el continuo entre educación inicial y educación preescolar, correspond­iente a la etapa de 0 a 3 años de edad, la primera; y la segunda, obligatori­a de 3 a 5 años, para iniciar la primaria a los 6 años cumplidos. Estos retos pueden tener una mayor esperanza de abordarse y enfrentars­e con provecho, en la medida en que se supere la “invisibili­dad” de niñas y niños. Es una oportunida­d de oro. El nuevo gobierno de la República no podrá cumplir su promesa de equidad y justicia si no comienza por la etapa en la que las desigualda­des se combaten, no con subsidios, sino con experienci­as de empoderami­ento, de autoestima y de impulso al potencial de cada mexicano y mexicana.

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