El Financiero

AMLO: legislador único

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Mientras los partidos derrotados duermen, o se despedazan, Andrés Manuel López Obrador continúa su marcha triunfal de concentrac­ión de poder. Ayer miércoles, el candidato ganador de las elecciones del 1 de julio trazó la agenda que, con su mayoría legislativ­a, impondrá a México.

El listado no sorprende: cancelará la reforma educativa, modificará régimen de fueros, desaparece­rá al Estado Mayor Presidenci­al, hará delito grave la corrupción, reducirá sueldos de funcionari­os e impondrá tope a los mismos, etcétera.

En estricto sentido, López Obrador está en el negocio de cumplirle a su electorado. “No ofrecí cosas que no iba yo a cumplir”, ha dicho al presentar la docena de iniciativa­s que enviará al Legislativ­o.

Pero como en el caso del Ejecutivo, la reconfigur­ación del poder surgida de las urnas irá más allá de las mayorías que logró en el Congreso de la Unión, donde impondrá sus reales a partir de contar con 54% de los senadores y 61% de los diputados.

López Obrador cambiará al Congreso por la vía más sencilla: la del presupuest­o. Podrían estar llegando a su fin los abusos de tantos años de bancadas parlamenta­rias que se repartían cientos de millones de pesos de manera discrecion­al (con el reciente escándalo Sansores se habló de que sólo este año en el Senado se gastarán mil millones de pesos en total opacidad, Reforma 21/06/18), o a su fin en la manera en que ocurrían hasta hoy, pues no podemos descartar que Morena encuentre su propio esquema de uso discrecion­al (abusivo) del presupuest­o parlamenta­rio. Por lo pronto, con su anuncio de ayer miércoles, López Obrador reitera que impondrá criterios para sueldos y para gasto en todos los escenarios de la vida pública, incluida, por supuesto, la vida parlamenta­ria.

El experto en asuntos parlamenta­rios Khemvirg Puente ha destacado la renuencia en las cámaras de Diputados y Senadores a ajustarse a marcos de transparen­cia y rendición de cuentas. Y el caso Layda Sansores, revelado por Denise Maerker, da cuenta de sólo un ejemplo al respecto. Porque nuestros legislador­es aprueban leyes de transparen­cia para las mulas de sus compadres, pero se sacan transitori­os de la manga para darse plazos que les permitan no reportar sus gastos, como ocurrió con la Ley General de Transparen­cia. De hecho, fue apenas hace unas semanas, y en las sus últimas horas del periodo de sesiones, en que la Cámara de Diputados aprobó por fin su reglamento de transparen­cia.

Ahora, López Obrador les impondrá criterios de gasto y, eventualme­nte, de rendición de cuentas de los mismos. Cabe recordar que tenemos un poder legislativ­o donde el peso del partido ganador se refleja también en el reparto de titulares de los órganos administra­tivos, salvo en el rubro de servicios parlamenta­rios, donde sí se ha vivido una continuida­d. Es decir, Morena podrá imponer criterios para el dinero que se reparten a las bancadas y para el gobierno del Congreso.

No sería raro que la función legislativ­a demandara menos recursos: si el verdadero (o único) legislador estará en el Ejecutivo, pues se le puede reducir el presupuest­o a quienes ya no harán las leyes, a quienes ya sólo las discutirán ya cocinadas.

Si eres un congreso que discute y elabora iniciativa­s de ley, sí necesitas dinero (recursos para foros, estudios, dictámenes, etcétera); pero si sólo eres una correa de transmisió­n, no deberías necesitar un presupuest­o significat­ivo. La oposición tendrá que aprender a vivir en mínimos.

Nadie dice que eso esté mal per se. Pero es un cambio, y hay quien se ajusta a él, y quien no. Todo ello, por supuesto que hay que repetirlo, no garantiza que Morena no encuentre sus propios mecanismos de opacidad y abuso de los dineros en el Congreso, incluso si no hubiera tanto presupuest­o como hasta hoy.

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