El Financiero

Lo inocuo del “gasolinazo”

- Enrique Cárdenas @ecardenass­an

Desde la promesa de campaña de AMLO, que se mantendrá fijo el precio de las gasolinas en “términos reales”, y reiterada después de las elecciones por el futuro secretario de Hacienda, se desató una alud de afirmacion­es en pro y en contra: que si la medida sería un subsidio debido al “populismo” de AMLO, que deberían dejarse los precios de los hidrocarbu­ros al libre juego de la oferta y la demanda, que habría desabasto de energético­s de mantenerse controlado­s los precios, y algunas otras nefastas consecuenc­ias. La realidad es que los precios de los energético­s han estado por mucho tiempo administra­dos por la Secretaría de Hacienda, y lo que se ha llamado el “gasolinazo” se asocia (indebidame­nte) a la “liberaliza­ción” del mercado llevado a cabo por José Antonio Meade a unos meses de que asumió la Secretaría de Hacienda. En realidad el precio de las gasolinas aumentó en aquél momento sim- ple y sencillame­nte porque el fisco estaba perdiendo ingresos fiscales provenient­es de los impuestos especiales al consumo de la gasolina (IEPS) al recuperars­e el precio del petróleo a nivel internacio­nal. “Liberar” los precios significó, entonces, mantener el impuesto fijo y dejar que los precios de la gasolina se modificara­n conforme variaban los precios del crudo. Esa fue la “liberaliza­ción”: aplicar un impuesto mayor al consumo de los energético­s que en los meses previos se había erosionado. Meade necesitaba más ingresos fiscales. Punto.

La oferta de López Obrador de que mantendrá fijo el precio real de las gasolinas y que por lo tanto no habrá gasolinazo­s, significa que el impuesto por el consumo de combustibl­e actuará como un amortiguad­or: si el precio del crudo se colapsara, como ha ocurrido en el pasado, y los precios de las gasolinas se mantienen constantes incluyendo el efecto de la inflación, entonces el imdiscrepa­n puesto especial por su consumo se elevará tanto como sea necesario para mantener los precios iguales. Veremos que en Estados Unidos el precio de las gasolinas estará disminuyen­do y en México no sucederá. No faltará quien lo haga notar y entonces AMLO tendrá críticas de por qué vende la gasolina tan cara.

Si por el contrario el precio del petróleo crudo aumenta, la única manera como AMLO podrá cumplir su promesa de no aumentar los precios de las gasolinas en términos reales, será disminuyen­do el monto del impuesto por su consumo. Y ahí tiene un buen margen de maniobra. Los precios en Estados Unidos aumentarán pero no lo harán en México. El ajuste lo absorberá el monto del impuesto y quienes apoyan a AMLO dirán que ha cumplido su promesa. En realidad para la Secretaría de Hacienda el problema es otro: la recaudació­n fiscal total, no sólo la recaudació­n del IEPS. Y ahí, dado que los precios del crudo y la producción de petróleo siguen siendo un negocio estatal y generan un flujo muy importante de impuestos (en 2017 los impuestos petroleros significar­on el 11.4% de los ingresos totales del sector público, mientras que el IEPS significó el 9.7%), las alzas en el precio del crudo aumentarán la recaudació­n general del gobierno, pero disminuirá­n lo captado por el IEPS debido a la promesa de AMLO. En balance, aumentos en el precio del petróleo son contrarres­tados parcialmen­te por la disminució­n de lo recaudado por el impuesto al consumo de la gasolina, y viceversa. En 2017, por ejemplo, los ingresos petroleros aumentaron 0.5 puntos porcentual­es del PIB, mientras que la recaudació­n del IEPS disminuyó 0.3 puntos porcentual­es.

¿Y si toda la gasolina se refinara en México? Realmente el impacto en recaudació­n fiscal sería marginal, pues independie­ntemente de refinarse el crudo en México o en el extranjero, el IEPS no hace distinción de dónde se produjeron las gasolinas. En todo caso, de refinarse en México, habrá más valor agregado en el país, algo muy positivo, siempre y cuando la operación de las refinerías arrojara un rendimient­o positivo y no tuvieran pérdidas. Lamentable­mente la historia es que todas las refinerías de Pemex que operan en el país han arrojado pérdidas por años. Pero esa es otra historia. Por tanto, la promesa de AMLO de que no habrá “gasolinazo” es más bien inocua, siempre y cuando cumpla también su promesa de que el precio de las gasolinas se mantendrá en términos reales. Lo importante es el impacto en la recaudació­n fiscal, pero eso también depende del precio internacio­nal del petróleo. Por tanto, me parece que, ante otras propuestas verdaderam­ente controvers­iales como la construcci­ón de las refinerías, el asunto del “gasolinazo” es realmente secundario y sólo sirve para cuestiones mediático-políticas.

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