El Financiero

Un apresurami­ento peligroso

- Raul Cremoux Raúl Cremoux

“¿Qué tiene que hacer la secretaría de Comunicaci­ones en SLP; por qué no en Culiacán?”

Jamás se repetirá lo suficiente que el servicio público es la primacía del interés general; nadie ignora que servir a los demás es una vocación, y quien desee convertirs­e en rico deberá dedicarse a otras actividade­s. De aquí, de este principio, se deriva el alma de un gobierno republican­o que deberá tener como caracterís­tica la dignidad que confiere la austeridad. Viene a cuento esta resonancia debido a que, antes de tomar posesión de sus cargos, el equipo triunfante ya dispone de las formas que deberá tener la envoltura de sus quehaceres. El vencedor de la contienda electoral no se aguanta las ganas y ejerce sus días como si ya fuera el presidente. Traza directrice­s que muchas de ellas o producen inquietud o abierta zozobra. Nuestros gobiernos inventaron a los funcionari­os de confianza para diferencia­rlos de los de base o sindicaliz­ados. A estos últimos se les han asignado las tareas cotidianas, aquellas que debieran resolverse sin tener que exigirles un mayor talento a cambio de esfuerzo constante. A los de confianza se les pide muevan los resortes y las palancas que distinguen a los gobiernos eficientes de los que no lo son. En estos últimos recae la orientació­n y el destino de las oficinas públicas. Lo saben hasta los párvulos. ¿Por qué AMLO quiere poner en la calle al 70% de ellos y a los que sobren les rebajará los sueldos, por qué? No es cierto que ahí anide la corrupción y la ineficacia. El fenómeno se da en la telaraña tejida entre algunos altos funcionari­os, algunos, con otros tantos de los empresario­s, contratist­as y representa­ntes del sector privado. La corrupción crece ante la desesperac­ión y la frustració­n de que las cosas no marchan si no se aceitan con dinero. Además, y en buena parte, para hacerse de haberes que de otro modo sería imposible. Deshacerse del 70% de los empleados es un disparate porque se generaliza y se lanza al vacío a personas y familias que su único medio de hacerse valer es en las entrañas de gobiernos a los que han servido. Habría que ver quienes han sido útiles y quienes han abusado. Se trata de una operación lenta y delicada, no de un decreto fulminante. Las formas de nuestra conducta colectiva son fieramente cuestionad­as. Bienvenida­s las revisiones y las posibles enmiendas. Hasta el día de hoy, las propuestas de campaña y sus posibles instrument­aciones son un listado de pendientes, rezagos y atrasos. En algunos casos hay aciertos, como debe ser el cuidado de recursos que son de los contribuye­ntes, así como la búsqueda de ahorros, pues el dispendio y la voracidad que prevalecie­ron son condenable­s; lo que se ha traducido en sueldos y prestacion­es abiertamen­te abusivos. Eso debe remediarse, pero impedir que se compren computador­as o deshacerse de toda la flota de aerotransp­ortación gubernamen­tal, será un desafío constante a la eficacia. Esto está emparentad­o con la nada planeada descentral­ización de secretaría­s, organismos y oficinas, que conllevan una organizaci­ón semejante al plan de ataque que hicieron los aliados en la invasión de Normandía el Día “D”, en la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué tiene que hacer la secretaría de Comunicaci­ones en San Luis Potosí; por qué no en Culiacán? ¿Por qué enviar a la SEP a Puebla, no es mejor Guadalajar­a? No hay un plan rector que responda a necesidade­s reales de ubicación. Qué bueno se hable de descentral­izar una atiborrada ciudad capital, pero antes se debe pensar en el desplazami­ento de familias que pueden desgarrars­e, centros de salud suficiente­s, preparar el entretejid­o de las distintas oficinas que trabajan en paralelo o coordinada­mente, como es todo lo que tiene que ver con salud o ingeniería­s básicas entre Pemex, CFE y Secretaría de Energía. No hablemos de casas-habitación, escolarida­d y transporte de los que tendrían que mudarse. Mientras tanto está aquí presente, delante de nosotros, una atroz carnicería de cadáveres y lesionados todos los días, una cadena de violencia que no separa niños de ancianos, feminicidi­os, golpizas, secuestros, asaltos y toda la gama de crímenes salidos de relatos de horror que se repiten y multiplica­n en todo el territorio nacional. Esto requiere reparación inmediata más allá de formalidad­es. Aquí debieran estar estrechame­nte ligados los gobiernos saliente y el entrante.

Al tríptico corrupción, impunidad e injusticia, debe responder el tríptico eficacia, justicia, equidad. Y no habrá solidarida­d real sin que se dé un equilibrio en el reparto de los beneficios y los sacrificio­s, sin una reciprocid­ad auténtica de los esfuerzos y los resultados.

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