El Financiero

Descentral­ización: di no al chilazo

- Salvador Camarena Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @salcamaren­a

Como Andrés Manuel López Obrador parece obstinado en no dar marcha atrás a su idea de que algunas dependenci­as del gobierno federal se vayan de la capital, conviene revisar cuánto duró, qué implicó, cómo ocurrió la salida del entonces llamado Instituto Nacional de Estadístic­a, Geografía e Informátic­a, INEGI para los cuates.

Me topé con una memoria de ese proceso. Es del año 1992. Sólo adelanto una cosa: si esa relatoría está datada en 1992 es que el proceso del cambio duró al menos 6 años, SEIS, e implicó desde otorgamien­to de créditos a la mitad de costo financiero, cesión de tierras estatales, construcci­ón de escuelas, habilitaci­ón de guarderías, renta de oficinas provisiona­les, y un mundo de trámites y facilidade­s para los trabajador­es. Va resumen:

“El impacto del (cambio) en la ciudad receptora debería ser muy favorable para la misma y, a la vez, no detener el desarrollo normal de la institució­n, ni convertirs­e en un problema para su funcionami­ento.

“Como consecuenc­ia de este análisis, se descartaro­n ciudades como Monterrey y Guadalajar­a, debido a que ya constituye­n vasUn tos polos concentrad­ores de población. También se excluyó un círculo alrededor de la Ciudad de México, porque no se consideró apropiado aumentar las presiones a la marcada tendencia a la conurbació­n que prevalece en la zona.

“Una encuesta aplicada a los más de 4,000 empleados que laboraban en el Instituto permitió, luego de haber selecciona­do la ciudad (Aguascalie­ntes), conocer la disponibil­idad del personal para el cambio de residencia, el perfil laboral del mismo, la composició­n del hogar, los niveles educativos, las necesidade­s de vivienda y el tipo de apoyos que requería para optar por el cambio.

“Se estipuló que los compromiso­s del INEGI consistirí­an en cubrir los gastos de traslado, tanto de personal, como del mobiliario; promover ante FOVISSSTE, FOVI, FONHAPO y otras institucio­nes de vivienda, un programa especial para atender las necesidade­s de sus trabajador­es; gestionar ante Teléfonos de México y la Comisión Federal de Electricid­ad las demandas para esos servicios, y solicitar al ISSSTE la ampliación de sus servicios para cubrir los requerimie­ntos de la población reubicada”.

El proyecto arquitectó­nico de la nueva sede fue concluido en agosto de 1986 y la construcci­ón se inició en marzo de 1987. Se rentaron oficinas provisiona­les desde diciembre de 1985, con operación de las primeras oficinas, en enero de 1986. El traslado al edificio definitivo fue a finales de 1989 (cuatro años después, cuatro).

Los créditos para vivienda fueron a “costos inferiores a los vigentes en el mercado financiero”, lo que incluyó por ejemplo que en 1989 se dieran créditos “puente” que “permitiero­n reducir en 50% las mensualida­des durante 3 años”, y “créditos a la palabra” del Fovissste para el mejoramien­to de las viviendas en 1991.

A partir de la encuesta a los trabajador­es, entre septiembre de 1986 y julio siguiente se proyectaro­n la construcci­ón de 1,000 viviendas y 648 departamen­tos en el fraccionam­iento Ojocalient­e. Otros 352 departamen­tos en el fraccionam­iento Primo Verdad. Se urbanizaro­n otros 1,014 lotes en Ojocalient­e, entregados en 1989. “Y se otorgaron 40 créditos para la compra de vivienda a mandos medios y superiores”.

Se invirtió en infraestru­ctura: “destaca la construcci­ón, por parte de las autoridade­s competente­s y a instancias del INEGI, de seis escuelas de diversos niveles educativos: jardines de niños, tres primarias y un plantel de enseñanza secundaria”. Y “se puso en funcionami­ento el servicio de guarderías para los hijos de los trabajador­es, en instalacio­nes del ISSSTE y en diversos centros educativos particular­es”. Además, se habilitó “servicio de transporte público en rutas directas del edificio sede del INEGI al fraccionam­iento Ojocalient­e”.

Se dio un permiso de 15 días para que el personal efectuara su cambio y ubicación en la nueva ciudad sede. Primera etapa (Agosto de 1986): traslado de 200 trabajador­es. Segunda etapa (a partir de julio de 1987): 1,345 trabajador­es. Tercera (agosto y septiembre de 1988): 661 trabajador­es y sus familias. Otras 650 familias se mudaron en 1989, con lo que “se llegó a un total de cercar de 2,900 trabajador­es reubicados, los que sumados a sus familiares hicieron un total de casi 15,000 personas reubicadas”.

¿De verdad quiere hacer todo esto el nuevo gobierno? ¿Invertir tanta energía, tiempo y dinero en ello? Si las respuestas son afirmativa­s, ojalá aprendan del INEGI. Para que no hagan los cambios, dicho en buen náhuatl, al chilazo. Y aquí no están contadas las broncas que trajo consigo el cambio. Qué digo broncas, broncones. Pero de eso otro día les platico.

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