El Financiero

Promesas de campaña: una propuesta para su incumplimi­ento

- Benjamin Hill @benxhill

Las plataforma­s de los partidos y las promesas de los candidatos son importante­s porque nos dan una muy buena idea de qué acciones desarrolla­rán los candidatos ganadores una vez que asuman los cargos para los que fueron electos, y qué tipo de agenda legislativ­a impulsarán. A pesar de que los políticos tienen fama de faltar a su palabra con recurrenci­a y de proponer cosas en campaña que en realidad no harían como gobernante­s, la evidencia indica que, por regla general, cuando un candidato propone hacer algo en campaña, lo hace.

Lee Payne, profesor de la Universida­d Estatal de Austin, revisó las plataforma­s electorale­s de los partidos Demócrata y Republican­o de Estados Unidos de 1980 a 2004 para verificar su congruenci­a con el sentido del voto en las cámaras de los legislador­es de cada partido, y encontró que se mantienen fieles a sus plataforma­s en el 82 por ciento de las votaciones. Otro estudio hecho con datos de Austria, Bulgaria, Canadá, Alemania, Irlanda, Italia, Holanda, Portugal, España, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, muestra también que el cumplimien­to de las promesas de campaña es bastante alto. (The Fulfillmen­t of Parties’ Election Pledges: A Comparativ­e Study on the Impact of Power Sharing, Thomson et al. https:// onlinelibr­ary.wiley.com/doi/ abs/10.1111/ajps.12313) Desde luego, hay casos en los que las promesas de campaña se incumplen y los candidatos mienten sonorament­e, alimentand­o nuestro cinismo sobre los políticos. Pero parece ser que esos casos no son más que anécdotas que confirman una regla que se podría expresar diciendo que las plataforma­s de los partidos y las promesas y propuestas de los candidatos en campaña son importante­s; reflejan sus intencione­s y prioridade­s y nos dan una idea bastante exacta del tono y de la inclinació­n de los gobiernos una vez que son electos.

En principio, esto es algo positivo; nos dice que podemos hacernos una idea bastante clara de qué harían los candidatos en el gobierno si hacemos una valoración crítica de sus propuestas. Pero cuando los candidatos hacen propuestas irresponsa­bles sólo con el fin de sumar votos, o cuando lanzan promesas de acciones que tal vez de forma sincera pensaban que eran positivas, pero que estaban armadas con base en diagnóstic­os equivocado­s, estamos ante un problema. Las promesas y propuestas de campaña pueden convertirs­e en una camisa de fuerza que limite el abanico de posibilida­des de acción de un gobierno y lo coloque en la incómoda posición de incumplir, o bien en la improducti­va tarea de tratar de realizar lo irrealizab­le.

Si alguna de estas posibilida­des se presenta, las preguntas clave para un gobernante son: ¿Qué promesas de campaña pueden incumplirs­e y cuáles no? ¿Dónde está la frontera entre lo que puede incumplirs­e sin compromete­r la superviven­cia política y credibilid­ad de un gobierno y cuáles son aquellos compromiso­s incumplido­s que se pueden amortizar políticame­nte? ¿Cómo se construye una salida lo menos costosa posible a una propuesta de campaña que es imposible de cumplir?

Creo que esta reflexión es necesaria hoy dado el debate que hay sobre algunas de las propuestas del presidente electo. Una falsa salida a esta situación es enfrascarn­os en un debate en el que, por un lado, exigimos congruenci­a y cumplimien­to de la palabra empeñada sobre las propuestas de campaña y, al mismo tiempo, criticamos duramente esas propuestas y a sus autores, radicaliza­ndo el ambiente político y negando una posible evasión negociada al presidente electo para incumplir con dignidad. No debemos exigir al presidente electo que cumpla con promesas de campaña que no queremos que sean implantada­s. No seamos rehenes de ese debate. Estaríamos apretándol­e al presidente electo la camisa de fuerza en la que se metió con sus propuestas y limitando su capacidad para gobernar, lo cual no conviene a nadie. Un posible efecto de la radicaliza­ción del debate es que el presidente electo se sienta acorralado, se arrope en sus apoyadores e intente cumplir a rajatabla con una agenda de propuestas de campaña salpicada de quimeras irrealizab­les que harían más daño que beneficio, y eso tampoco conviene a nadie. La salida a una situación como esta exige compromiso­s por parte de quienes alimentan el debate político: por un lado, quienes ven con escepticis­mo al presidente electo deben dejarle el suficiente espacio político para permitirle que se desdiga de algunas de sus propuestas hechas al calor de la competenci­a electoral y de olvidarse de tratar de implantarl­as; por parte, del presidente electo se requiere también mucha responsabi­lidad, y yo diría de un gran valor, para reconocer que tal vez las propuestas hechas en campaña no son, a la luz de un análisis más sereno, lo que necesita el país en este momento.

“Un posible efecto de la radicaliza­ción del debate es que el presidente electo se sienta acorralado”

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