El Financiero

ALTERNATIV­A DE PLATA

- Rafael Cué Opine usted: deportes@elfinancie­ro.com.mx @rafaelcue

Federico Pizarro cumple, este 2018, 25 años como matador de toros en activo. Se dice fácil. Un cuarto de siglo dedicado en cuerpo y alma a una vocación tan grande y tan complicada como la de ser torero. Ha decidido poner punto final a una trayectori­a brillante, realizando una campaña de despedida por toda la República Mexicana. Vivir en torero es un privilegio para los hombres y mujeres que deciden abrazar la profesión; gozan de los dos mundos: poder vivir del arte y con arte, atendiendo los impulsos del corazón alimentado por la única e inenarrabl­e sensación de torear, de dominar a un toro imponente, de fuerza descomunal y nobleza fascinante, con la capacidad de matar o de hacer rozar la gloria.

A la vez viven dentro de una sociedad que los admira, que los ve como los últimos héroes, y de la que forma parte un grupo minúsculo de ciudadanos que ayudan a difundir y alimentar la cultura y las tradicione­s de nuestro país. Recuerdo, como si fuese ayer, aquellas temporadas novilleril­es de 1991, cuando Federico se colocó casi desde su debut como una promesa que novillo a novillo y tarde a tarde se convertía en una realidad. De tabaco y oro, nos hizo disfrutar con su aplomo y valor para ejecutar el toreo, elegante, recio y con destellos de un arte muy personal, reflejando con sinceridad su personalid­ad. En resumen: clase, mucha clase.

Ese mismo año ganó el añorado “Estoque de Plata”, lo que lo catapultó hacia una alternativ­a de lujo, tomada en 1993, en una plaza de lujo, Juriquilla, de mano de dos maestros del toreo: Jorge Gutiérrez

y Pedro Gutiérrez Moya El Niño de

la Capea.

Al año siguiente los mismos maestros le confirmaro­n el doctorado en la Monumental Plaza México y comenzó una historia de oro que cumple bodas de plata. Uno de sus mayores triunfos se dio en la capital el 26 de marzo de 1995, cuando en trascenden­tal corrida, ante un lleno espectacul­ar y alternando con otros tres toreros mexicanos, le cortó las orejas y el rabo a un gran toro de Xajay, de nombre “Consentido”. Federico alcanzó la gloria joven, triunfador matador de toros actuó en prácticame­nte todas las ferias de la República Mexicana. En el toreo quizá lo más sencillo sea la íntima relación con el toro. Los despachos, intereses y vanidades juegan por momentos en contra de los jóvenes toreros. Federico no fue la excepción a la regla, pagó factura en este medio complejo y caprichoso.

En el toreo siempre existe el toro que da vida, que llega en el momento justo. El amor por la profesión y la verdadera vocación de Federico le dieron argumentos para seguir en activo, aunque quizá no dentro del circuito principal; fueron años complejos que curtieron al hombre y maduraron al torero, para que otra vez en la Plaza México llegara un toro también de plata: “Gonzalero”, de De Haro, el cual en 2013 nos presentó a un Pizarro renovado, maduro en ideas, sobrio en ejecución y joven en ilusión. Faena portentosa, de valor sereno, de trazo largo y suave, de impecable tauromaqui­a poderosa, cuya herramient­a siempre fue la suavidad en el trato a un toro que se entregó a la muleta con toda la bravura del campo tlaxcaltec­a y la belleza de su pelaje plata, como el Pico de Orizaba, que vela desde lo alto la dehesa brava de aquellos rumbos.

De plateada melena, Federico ha iniciado su adiós de los ruedos. En óptima forma, con más sapiencia que nunca, con refinado gusto al torear y con el sentimient­o a flor de piel y anudada garganta, será un privilegio verle torear, hacer el paseíllo con el porte y la elegancia del caballero que viste de seda y oro. Espero recorra de Norte a Sur y de Este a Oeste nuestra geografía taurina este hombre, matador de toros que hoy cumple plata habiendo escrito en oro páginas de nuestra tauromaqui­a. Enhorabuen­a, maestro, disfrute usted su adiós, se lo ha ganado. Torero seguirá siendo, porque con eso se nace.

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Nos hizo disfrutar con su aplomo y valor para ejecutar el toreo, elegante, recio y con destellos de un arte muy personal.
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