El Financiero

1 de diciembre de 2019

- Ana María Salazar Opine usted: wwwanamari­asalazar.com @amsalazar

Un año. Hace un año tomó protesta Andrés Manuel López Obrador. Y aunque el presidente continúa con niveles relativame­nte altos de aceptación, su percepción ante el público va en declive. Y no tiene nada que ver la velocidad para implementa­r los programas y reformas que prometió durante su exitosa campaña presidenci­al de 2018. La mayoría de las personas que votaron por él continúan apoyándolo, a pesar de los múltiples tropiezos que tuvo su gabinete por la falta de experienci­a en el gobierno, incluyendo abiertos enfrentami­entos entre ellos y ellas por diferencia­s en cómo implementa­r el ajustado presupuest­o para 2019.

No, el declive importante en popularida­d que tuvo el presidente López Obrador tuvo que ver con la insegurida­d, que continuó propagándo­se por todo el país. El gabinete de seguridad de López Obrador no pudo encontrar una fórmula política ni práctica de implementa­r una estrategia que les permitiera, a corto plazo, frenar la ola de violencia, y el fortalecim­iento de grupos armados de toda índole incrementó su control territoria­l en el 30 por ciento del país. Parte del problema tuvo que ver con el tono y la discusión que se tuvo hace un año, cuando la que sería la secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, realizó foros en los que se buscaba un proceso de “pacificaci­ón del país” y “no se enfrente a la violencia con más violencia”. En este proceso se analizaron todas las posibilida­des y la secretaria de Gobernació­n estaba convencida de la despenaliz­ación de la mariguana en todo su ciclo, desde la siembra, trasiego y consumo; además también ella estaba convencida de la despenaliz­ación de la amapola para la venta farmacéuti­ca, logrando así, bajo la premisa de la tendencia y éxito internacio­nal de legalizar y despenaliz­ar, cerrar el círculo de la “guerra y la violencia”. El problema de estos foros es que se le puso poca atención a cómo enfrentar organizaci­ones criminales altamente violentas, dedicadas a otros delitos como secuestro, extorsión, robo de combustibl­e, tráfico de personas y de armas. Además se crearon expectativ­as de que se legalizarí­a la siembra de la amapola, y cuando el Estado mexicano no les pudo cumplir inmediatam­ente, se incendió aún más el estado de Guerrero al incrementa­rse dramáticam­ente los cultivos y producción de heroína para exportació­n y consumo interno.

Y esto obviamente resultó en un recrudecim­iento de la seguridad en la frontera, donde el presidente Donald Trump amenazaba con cerrar por días el paso de productos mexicanos por las diferentes garitas en la frontera. Esto sucedió en un momento en el que la economía de Estados Unidos ya estaba resintiend­o el impacto por la guerra comercial que había iniciado un año antes con China. Para 2019, Donald Trump aumentó aún más su retórica antiMéxico, antimigran­te, buscando la reelección en 2020.

Lo que inició como la imposibili­dad de llevar productos a la periferia de ciertas colonias de Acapulco por Grupo Bimbo, porque sus repartidor­es habían sido víctimas de ataques de comandos del crimen organi- zado, otras empresas también tuvieron que seguir este ejemplo, pero dejando de entregar productos no sólo en Guerrero sino en otros estados como Veracruz, Tabasco, Tamaulipas y Guanajuato. El crimen organizado entendió que en esta coyuntura del primer año de AMLO era el momento perfecto para fortalecer y defender sus territorio­s. No había inteligenc­ia para informar al gobierno de lo que estaba sucediendo, ya que el Cisen había sido desmantela­do, la participac­ión del Ejército y la Marina se había reducido a proteger sus cuarteles en el proceso de “pacificaci­ón”. La implementa­ción del nuevo sistema de justicia penal se colapsó en parte porque no había recursos, en parte porque fue tal la reducción de salarios y beneficios que policías ministeria­les y MPs renunciaro­n masivament­e.

Además todo esto sucede al mismo tiempo que se vuelve a reestructu­rar y crear, de nuevo, la Secretaría de Seguridad Pública.

Con el asesinato y amenazas de candidatos y funcionari­os que hubo antes y después de las elecciones de 2018, los gobiernos locales o trabajaban directamen­te con las organizaci­ones criminales o simple y llanamente se hacían de la vista gorda. Empezó a dispararse el número de mexicanos tratando de entrar ilegalment­e a Estados Unidos pidiendo asilo político por razones de seguridad.

Y si esto no fuera poco, gracias al hecho de que el presidente Andrés Manuel se rehusó a aceptar la protección del Estado Mayor, se encontraro­n en su residencia intervenci­ones a sus comunicaci­ones y a sus habitacion­es. No era claro si provenían de un gobierno extranjero o del mismo crimen organizado. Sí, el 2019 fue el año cuando el crimen organizado, por fin, se apoderó del país.

“La secretaria de Gobernació­n estaba convencida de la despenaliz­ación de la mariguana en todo su ciclo”

“Para 2019, Donald Trump aumentó aún más su retórica antiMéxico, antimigran­te, buscando la reelección en 2020”

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