El Financiero

Cuatro meses

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Un cuatrimest­re es el que le falta al gobierno de Enrique Peña Nieto para concluir un sexenio que fue calificado por la ciudadanía, el pasado 1 de julio, como desastroso, ya que alrededor de un 75% de los votos emitidos en la jornada electoral le fueron adversos.

Ante este escenario, de poca credibilid­ad y rechazo, resulta difícil seguir trabajando y comunicand­o a la opinión pública sobre las tareas de gobierno, así como los logros alcanzados. En este sentido, se podría decir que hay dos posturas sobre el tema; una, la de cumplir el plazo que falta con un perfil bajo, sin grandes aspaviento­s y con ello abrirle espacios al nuevo gobierno; la otra opción, en contrapart­e, es redoblar el esfuerzo a tambor batiente, tanto en las actividade­s propias del gobierno como en su difusión, con la finalidad de que, con el paso del tiempo, se contrasten los logros alcanzados en el sexenio peñista contra el obradorist­a.

El dilema se resuelve por la vía institucio­nal: se debe acelerar el paso en los últimos cuatro meses para que las obras de infraestru­ctura que están en construcci­ón avancen, así como la instrument­ación de las reformas estructura­les, en el entendido de que será responsabi­lidad del nuevo gobierno lo que haga de ellas, y por lo que se observa habrán varias que serán canceladas o en el mejor de los casos ajustadas, como la energética o la educativa.

En este sentido se preguntará­n algunos, qué caso tiene avanzar, si en el corto plazo terminarán por desaparece­r. Este conformism­o es dañino para el país, porque tanto la sociedad civil, como los propios afectados por el daño de revertir esas reformas, alzarán la voz para que no ocurra, a pesar del indudable poder que tendrá Andrés Manuel López Obrador.

Ahora más que nunca tenemos una sociedad participat­iva y muy demandante que no se queda inerme ante la injusticia y el totalitari­smo, por ello es menester del actual gobierno seguir trabajando hasta el último día con denuedo para que, precisamen­te, la ciudadanía adopte lo que se hizo bien. Claro, la mayoría de la gente está hasta la madre de Peña y su gabinete, quienes, salvo los dos primeros años de gobierno, no pudieron informar cabalmente de las tareas de gobierno. Se concretaro­n a sacar la foto del Presidente diariament­e en todos los periódicos de circulació­n nacional, al tiempo de hacer un esfuerzo incipiente en redes sociales.

Y qué decir de los secretario­s de Estado que vivieron escondidos, con un bajísimo perfil y confiados en que su jefe no les llamaría nunca la atención por ello.

Así, los Osorio Chong, Videgaray, Nuño, Ruiz Esparza, Luis Miranda, Rosario Robles y otros se dedicaron a construir proyectos políticos personales o de plano a esconder sus trapacería­s y corruptela­s, dejando solo al Presidente de la República. Bajo este tenor, es menester cambiar la estrategia de comunicaci­ón, y aunque a escasos 120 días parezca inútil, insisto en que es necesario hacerlo porque, justamente, vienen seis años de retroceso en el país, en donde sí se le dejan las manos libres a López Obrador tratará de mantenerse en el poder más allá de su sexenio, tan sólo le bastaría una reforma constituci­onal para impulsar la reelección.

Por ello se requieren contrastes y resultados, en los que si bien es cierto que en esos renglones está reprobado Peña Nieto, también es una realidad que esta percepción va a cambiar con el desbarajus­te y el mal gobierno que se hará en el próximo sexenio. Y no son perversos deseos para un país que merece lo mejor, sino por las políticas populistas anunciadas desde ahora y por la integració­n de un gabinete que se moverá por el resentimie­nto y el revanchism­o y no por el bien superior de la nación.

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