El Financiero

GRACIAS, IGNACIO

- Rafael Cué Opine usted: deportes@elfinancie­ro.com.mx @rafaelcue

Uno de los buenos toreros mexicanos de los últimos tiempos, ha decidido poner punto final a su carrera, con una intensa campaña de despedida por las plazas de nuestro país. Ignacio Garibay, tras una exitosa carrera como novillero y matador de toros, con campañas en Europa y América, así como estando en su punto de madurez y sapiencia, dice adiós en su mejor momento, como debe de ser.

Nacho —como le conocí hace ya más de 20 años— llegó muy joven a la escuela taurina del recordado maestro “Colorín”, ahí entrenaban

Zotoluco, Mario del Olmo, Federico Pizarro, Leonardo Benítez, Bernardo Rentería, Ricardo Montaño, y muchos novilleros, así como algunos aficionado­s prácticos. Nacho llegó, y por ser nuevo lo puso el “Colorín” a entrenar con nosotros, los aficionado­s prácticos. El brillo en sus ojos y su afición desmedida me hacían pensar que él lo que quería era estar con los matadores, Zotoluco, Benítez, Del Olmo, él quería más. Toreó un festival con prácticos y marcó diferencia, de ahí el debut de luces para destacar de inmediato.

Recuerdo una novillada en Arroyo, homenaje al maestro Silverio Pérez, la cual narraba yo por radio con mi amiga Gaby Torresland­a, ahí Nacho nos emocionó casi hasta las lágrimas, al instrument­ar cinco trincheraz­os seguidos, bajo las notas del pasodoble Silverio. Se enroló en la escuela taurina de Pastejé, e incursionó en España y Francia, de novillero, con éxito, hasta tomar la alternativ­a en España, el día 3 de octubre de 1999, en la localidad de Torrejón de Ardoz. Llegó a México ya como matador de toros y destacó pronto. Su gran valor y personalid­ad, aunados a su concepto clásico y artístico, lo colocaron en buenos carteles en prácticame­nte todas las ferias del país. Es increíble cómo pasa el tiempo. Aquel chaval de ojos brillantes y máxima seriedad y compromiso hacia su vocación de torero, es hoy un matador de toros consumado, hombre de familia, maduro y pleno con su vida.

Que faltó esto o aquello por lograr, seguro, a todos les pasa y obedecerá la ambición torera de esos hombres que están capaces y dispuestos a morir en el intento. En su último paseíllo en Las Ventas de Madrid, un impresiona­nte toro de la ganadería de Pablo Romero, con más de 600 kilos, le atravesó el muslo. Corrida televisada. A su regreso a México lo vi y hablamos mucho de esa tarde, lo que pensaba antes de partir plaza, la ilusión, el miedo y obviamente la cornada. Me dejó helado uno de sus comentario­s: “el toro desde que salió, supe que me la iba a pegar”. El toro fue un marrajo, y Nacho, lejos de sacarle la vuelta, lidiarlo y quitárselo de en medio, le dio el pecho y expuso su concepto. La cornada llegó, impresiona­nte, pero seguro estoy de que para Nacho es una medalla a su honor torero y desmedido valor.

Sobre esas fechas su toreo obtuvo una cadencia y velocidad muy especial, el temple, la suavidad y despaciosi­dad de sus formas, lo recolocaro­n como un exquisito del toreo. En el mundo del toro, dos más dos nunca son cuatro. Por alguna razón inexplicab­le, Ignacio no toreó últimament­e la cantidad de festejos que su arte amerita. Eso sí, cada comparecen­cia ha sido cátedra, temple y gusto por pasarse un toro por la cintura, muy despacio. Veo con satisfacci­ón que su campaña de despedida se empieza a llenar de contratos. Gran oportunida­d para los aficionado­s de disfrutar de su tauromaqui­a; viejos y jóvenes no deben perdérselo. Veremos a un artista en plenitud de madurez como hombre y torero, salir al ruedo a disfrutar la íntima danza entre la vida y la muerte con un toro, animal al que ama y al que debe su razón de ser y de vivir, y al cual ha estado siempre dispuesto a entregar su vida misma.

De su filosofía de vida me gustan muchas cosas. Su señor padre siempre ha estado a su lado, al principio, como es normal, haciendo de apoderado, mozo de espadas, chofer, confidente y consejero. Ahora su simple presencia da a Ignacio la seguridad de la familia; con discreción, sin dejarse ver y siempre con la emoción a flor de piel, su señor padre esta ahí, y ese ejemplo, el de los valores, Ignacio lo ha implementa­do en casa, siempre se ve a su esposa (la presentado­ra de televisión) Claudia Quijas y sus hijos, en una barrera, sufriendo y gozando de cada tarde. Discretos pero emocionado­s, con su gorra torera, los chavales, sin llamar la atención pero sin reprimir la emoción. Enhorabuen­a, Nacho, enhorabuen­a, matador, conocerte y ser tu amigo ha sido un placer y un orgullo. Que disfrutes esta campaña del adiós, que te lo has ganado y en esto del toro nada es gratis, tú mejor que nadie lo sabes.

Que te embistan muchos toros, que los torees muy despacio y que a ese ritmo nunca se nos olviden tus verónicas, trincheraz­os y formas de sentir el toreo.

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