El Financiero

Un final sin final

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

El presidente Enrique Peña Nieto regresará de sus vacaciones para el último jalón del sexenio. Aunque aproximada­mente un mes antes de la elección entregó la plaza y trabajó más por tener una elección y una transición en paz que por mantener el poder, el epílogo será amargo. Disfrutó el poder con frivolidad­es y excesos, que, por ser personales, no tendrán repercusio­nes en el séptimo y octavo año de gobierno,

como se conocen los periodos más delicados para un expresiden­te, cuando existe el riesgo que los usen como chivos expiatorio­s de las cosas que no salgan bien a la nueva administra­ción. Peña Nieto quiere ir a Ixtapan de la Sal, su lugar de descanso preferido, para reiniciar su vida privada, aunque a decir de personas que tienen contacto con él, no está confiado de que su sucesor, Andrés Manuel López Obrador, pueda mantener su palabra de no tocarlo.

López Obrador ha dicho repetidame­nte que no piensa tomar acción en contra de Peña Nieto, pero la demanda de un ajuste de cuentas contra la corrupción, lejos de haber amainado, se ha incrementa­do en las últimas semanas. Objetivame­nte hablando, si en efecto López Obrador quiere un profundo cambio de régimen, tendrá que acabar con el viejo régimen, que significa, como en el ancian regime

francés, guillotina­r al rey. Para mirar hacia el frente, debe tener

“(EPN) no está confiado de que su sucesor pueda mantener su palabra de no

“Si las cosas salen como las ofreció originalme­nte (AMLO), Peña podrá dormir tranquilo”

limpio el retrovisor. Si este se encuentra sucio, no sabrá qué pueda acabar con sus intencione­s, como sucedió con Vicente Fox cuando al ganar con el mandato del cambio, no hizo nada para cambiar el sistema vigente.

Cercanos a López Obrador comentan que la corrupción sí será atacada, y que hay varios funcionari­os peñistas a quienes están revisando sus haberes. En lo alto de su lista se encuentra la secretaria de Desarrollo Agrario, Territoria­l y Urbano, Rosario Robles, con quien López Obrador tiene viejos diferendos desde que ella presidía el PRD. Robles dice en público y en privado que no hay nada por lo cual puedan perseguirl­a, lo que, en el peor de los casos, técnicamen­te sería factible, porque ella no firmó nada que pudiera probarse ilegal. Pero los mexicanos conocemos bien nuestra justicia, donde lo importante no es lo que existe o es, sino lo que parece. En el hipotético caso que Robles fuera la primera en la lista del gabinete sobre la que el nuevo gobierno pudiera actuar y ganar tiempo para la transforma­ción prometida, una persecució­n política ¿daría suficiente circo a masa que babea sangre? Las expectativ­as de quienes votaron por López Obrador difícilmen­te amainarán con alguien del gabinete. La exigencia presionará ir hacia arriba. ¿Qué tanto puede demorar que la escala en el ajuste de cuentas suba? Un indicador es lo que tarde en tener problemas el proyecto de López Obrador. Si las cosas salen como las ofreció originalme­nte, Peña Nieto podrá dormir tranquilo allá por la mitad del próximo sexenio. Mientras tanto, tiene que prepararse jurídicame­nte para lo que pudiera venirle encima. En forma específica, que es lo más claro y concreto por lo que pueden perseguirl­o: ejecucione­s extrajudic­iales. Dos casos paradigmát­icos ha tenido el gobierno de Peña Nieto, Nochixtlán y Tanhuato, referidos a detalle en este espacio en su momento. En Nochixtlán, se apuntó en octubre pasado, el uso excesivo y letal de la fuerza, y violacione­s a los derechos humanos provocaron la muerte de siete personas y dejaron más de 500 lesionados que protestaba­n contra la Reforma Educativa, como consecuenc­ia del “pésimo” diseño, planeación y ejecución del operativo armado y ordenado por el entonces jefe de la Policía Federal, Enrique Galindo, que derivó en un choque en tres comunidade­s, como señaló una recomendac­ión de la CNDH. Fue un ejemplo, apuntó, “de lo que no deben ser las acciones policiales”. Nochixtlán fue una metáfora de la incapacida­d de este gobierno en materia de seguridad, pero también de la soberbia. Galindo fue removido ante las crecientes críticas a su trabajo, pero el exsecretar­io de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong, lo rehabilitó como operador político al arrancar el proceso electoral pasado. Galindo llegó a tener incluso expectativ­as de ser senador, y Osorio Chong, quien lo protegió, hoy será coordinado­r del PRI en el Senado. Sobre otro caso flagrante, en Tanhuato, se publicaron detalles en este espacio en agosto de 2015 sobre lo que pasó el 22 de mayo de ese año en el rancho “El Sol”, cuando policías federales se enfrentaro­n con supuestos miembros del Cártel Jalisco Nueva Generación. Fue una matanza, concluyó la CNDH, y hubo ejecucione­s extrajudic­iales y se alteró la escena del crimen. Durante más de un año la Policía Federal sostuvo que no violó derechos humanos y que actuó conforme al protocolo de uso de la fuerza. Mentira. Los policías federales violaron el código de conducta y los Principios Básicos Sobre el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionari­os Encargados de Hacer Cumplir la Ley. El índice de letalidad de la Policía Federal establece como estándar un policía muerto por 1.4 agresores; en Tanhuato fue un policía muerto por 42 agresores abatidos. El excesivo uso de la fuerza debe ser una excepción, y cuando no se aplican los protocolos, se considera ejecución extrajudic­ial, sumaria o arbitraria, según los principios y estándares del Derecho Internacio­nal, de donde se puede desprender una responsabi­lidad directa hacia el Estado. Peña Nieto tiene sobre sus hombros Nochixtlán y Tanhuato, que si no resuelve antes de terminar su Presidenci­a, podrán ser su pesadilla y, eventualme­nte, un proceso penal que, por el tipo de delito, nunca prescribe.

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